Reina del Carmelo, recibe hoy los votos de la Iglesia terrestre. Fuiste la única esperanza del mundo cuando gemía en una angustiosa espera sin fin. Impotente para penetrar aún tus grandezas, quiso a pesar de eso, adornarte con los más preciosos símbolos bajo este mundo de figuras; el reconocimiento anticipado mezclado de admiración, sirvió para crearte como una aureola sobrehumana de todas perfecciones de belleza, de fuerza y gracia que sugiere la vista de los lugares tan encantadores, de campiñas en flor, de cumbres pobladas de árboles, de valles fértiles, de este Carmelo principalmente que significa jardín de Dios. En su cumbre nuestros padres, que sabían que la Sabiduría tiene su trono en la nube adelantaron sus ardientes deseos al signo salvador; y allí, debido a sus plegarias, se les dió lo que la Escritura llama ciencia perfecta y que designa como el conocimiento de los grandes caminos de las nubes. Y cuando Aquel que hace su carroza y su palacio de la oscuridad de la nube, se manifestó por ella en un recuerdo no lejano a la vista penetrante del Padre de los Profetas, se vió unirse a los más altos personajes de la humanidad en un grupo selecto en las soledades de la montaña bendita, como antiguamente Israel en el desierto, para observar los menores movimientos de la nube misteriosa, recibir de ella la única dirección en las veredas de esta vida, su única luz en la larga noche de esperas.
Oh María, que desde entonces presides las velas de los soldados de Cristo y nunca les has faltado un solo día desde que Dios descendió verdaderamente por ti, no sólo cubres la región de Judea sino a toda la tierra con una nube cargada de un sinnúmero de bendiciones. Los hijos de los profetas lo experimentaron cuando la tierra de los profetas se hizo infiel, y tuvieron que llevar un día a otros lugares sus costumbres y tradiciones; comprobaron que el rocío fecundador de la nube del Carmelo llegaría hasta Occidente, que su protección se dejaría sentir en todas partes. Esta fiesta, oh Madre divina, es el momento auténtico de su reconocimiento, acrecentado después con nuevas bendiciones, cuya munificencia acompañó a este otro éxodo de los últimos restos de Israel. Y nosotros los hijos de la vieja Europa con razón transmitimos el eco de su piadosa alegría; porque desde que las tiendas fueron levantadas alrededor de las colinas donde la nueva Sión fué edificada sobre Pedro, se ha esparcido por todas partes su lluvia llena de bendiciones, lanzando al abismo las llamas eternas, y apagando los ardores del lugar de la expiación.
Oh Madre de la divina gracia, dígnate pagar a esta Orden la deuda de nuestro agradecimiento puesto que estamos unidos en el mutuo agradecimiento hacia ti. Protégela y consérvala en estos desgraciados tiempos. Que no sólo el viejo tronco mantenga la savia escondida en sus profundas raices, sino que también las vetustas ramas vean gozosas el advenimiento de las nuevas que llevan en sí las flores y los frutos como los llevaron sus antecesores. Conserva en sus hijos el espíritu de soledad y contemplación que tuvieron sus padres a la sombra de la nube; haz que sus hijos sean también fieles a las tradiciones de sus predecesores en todos los lugares que el Espíritu Santo les ha esparcido para conjurar al huracán y atraer las bendiciones de la nube misteriosa. Ojalá los austeros perfumes de la montaña santa continúen purificando a su alrededor el aire corrompido por tantas miasmas; y por fin que el Carmelo ofrezca a su Esposo sus almas virginales, sus corazones puros, sus bellas flores que tiene la satisfacción de plantar en el jardín del Señor.
DOM PROSPER GUERANGER OSB. El Año Litúrgico, tomo IV (Traducción Española). Editorial Aldecoa, Burgos 1956, Págs. 592-595.
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