Jean-Paul
es hijo del agente de seguros Maxime Vesco Picher de Grandchamp y de la enfermera Monique Chaillan. Después de graduarse de abogado y de una maestría en administración de empresas en Lyon, y ejercer su profesión en Lyon y París, ingresó a la orden dominica en 1995, donde estuvo su tío Jean-Luc Vesco (1934-2018). Luego de profesar los votos, fue instalado presbítero el 21 de Junio de 2001. Tras estudiar en el Instituto Bíblico de Jerusalén, fue enviado a Argelia para refundar el convento del lugar (en 1996, en el marco de la guerra civil argelina, el obispón de Orán Pierre Lucien Claverie Maillard OP murió víctima de un atentado dinamitero). Siendo
Prior de la provincia de Francia (fue elegido el 28 de Diciembre de
2010), fue instalado obispón de Orán (Argelia) el 25 de Enero de 2013.
Previo
al Sínodo sobre la Familia de 2015, Vesco escribió un libro
titulado “Tout amour véritable est indissoluble” (Todo amor verdadero es
indisoluble), donde afirma que “los divorciados vueltos a casar no
cuestionan de ningún modo la indisolubilidad del matrimonio”
Con
ocasión de su nombramiento en Argel en Diciembre de 2021 para remplazar
a Paul Jacques Marie Desfarges Relave SJ, Jean-Paul Vesco concedió una
entrevista al periodista Laurence d’Hondt para el semanario belga
Dimanche (y reproducida en Cath.ch, la página de la Conferencia de Obispos Católicos de Suiza). Las respuestas que dio son cuando menos, sorprendentes.
Recordando
cuando Francisco Bergoglio se encontró con el ayatolá iraquí Alí
el-Sistani y dijo «Muy frecuentemente, hay que tomar riesgos para
avanzar hacia la
fraternidad. Hay críticos, se dice que el Papa es un inconsciente, que
lo que hace está en contra de la doctrina católica…», Vesco explica su
presencia en Argel:
«Las palabras delPapaFrancisco expresan muy exactamente lo que vivo y siento: primero que todo, somos hermanos humanos. Él se atrevió a tomar el riesgo de afirmar una fraternidad humana, más allá de las afiliaciones religiosas. Así muestra que la evangelización se hace en fraternidad y no en conversión. ¡Es revolucionario! En cierta forma afirma que el bautismo no es condición para salvación».
«¡Es
revolucionario!» lo que afirma Vesco, porque evangelizar sin conversión
contradice la enseñanza de Nuestro Señor Jesucristo, que dijo a sus
discípulos antes de subir al Cielo:
- «A mí se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id, pues, e instruid a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándolas a observar todas las cosas que yo os he mandado» (San Mateo XXVIII, 18-20/Versión de Mons. Félix Torres Amat).
- «Id por todo el mundo; predicad el mensaje de salvación a todas las criaturas; el que creyere y se bautizare se salvará; pero el que no creyere será condenado» (San Marcos XVI, 15-16/Versión de Mons. Félix Torres Amat).
La
Iglesia Católica, columna y apoyo de la Verdad, e intérprete auténtica
de la Sagrada Escritura, ha enseñado y seguido que la evangelización a
los infieles debe conllevar conversión y bautismo: conversión a la Fe
verdadera, y el Bautismo para remisión de los pecados, nacer a la vida
espiritual y formar parte del Cuerpo Místico de Cristo y recibir el
carácter que distingue a los cristianos de los que no lo son.
Luego
de afirmar Vesco que la suya es una “Iglesia confesante” y no una
“Iglesia proselitista” para justificar por qué su presencia si no están
convirtiendo, Laurence d’Hondt le pregunta sobre el avance del
protestantismo en la región de Cabilia (según estimaciones, solo hay
6.000 católicos en Argelia, principalmente estudiantes africanos o
inmigrantes, y algunos expatriados; hay alrededor 50.000 protestantes).
Vesco le responde
«Ellos son buenos. Las iglesias evangélicas responden más a un patrón de pensamiento que se encuentra en la religión musulmana. Donde afirmamos la existencia de una fraternidad universal, las Iglesias Evangélicas enfatizan la entrada en una comunidad a través del bautismo. Además, las iglesias protestantes no se consideran extranjeras, ya que están compuestas esencialmente por argelinos conversos. Estamos de alguna manera más “aculturados”. Pero todas las historias de encuentros con Cristo son abrumadoras. Las iglesias protestantes no son nuestros competidores. También tienen su parte de verdad que quizás se nos escape».
Por
supuesto que en Argelia (uno de los países árabes con mayor número de
conversiones al protestantismo), la Iglesia Conciliar no es competencia,
porque los presbíteros no se dedican a su iglesia, mucho menos a
predicar a los argelinos.
Sigue
el arzobispón, ahora hablando sobre sus actividades en medio de un país
donde el islam es la religión de Estado, como está consagrado en el
artículo 2.º de la Constitución del 28 de Noviembre de 1996, y el 98,2%
de la población (45 millones) es musulmana, en su mayoría sunní de la
escuela jurídica malikí:
«Todos los días nos encontramos con personas que nos dicen que conocen nuestra religión y por qué no es un verdadero camino hacia Dios. Es difícil escuchar estos discursos con el Corán como argumento irrefutable. A cambio, cuidémonos de nosotros mismos cada vez que estemos tentados a mirar negativamente al islam. Debemos lograr deshacernos de la idea de que debemos evangelizar, hacer que otros accedan a nuestra verdad y simultáneamente aceptar que quizás también en el islam hay una parte de verdad que se nos escapa».
«Deshacernos
de la idea de que debemos evangelizar…». San Pablo (que por su labor
ingente en la predicación evangélica es con toda propiedad llamado “El
Apóstol”) enseña lo contrario, que de grado o por fuerza, es deber de
los católicos (particularmente el clero, y muy especialmente los
obispos) predicar el Evangelio:
«Como quiera que por predicar la buena nueva no tengo gloria, pues estoy por necesidad obligado a ello; y desventurado de mí si no lo predicare. Por lo cual si lo hago de buena voluntad, premio aguardo; pero si por fuerza, entonces no hago más que cumplir con el cargo que tengo» (1.ª Corintios IX, 16-17).
Y
no se trata de predicar “nuestra verdad”, sino a Aquel que dijo «Yo soy
el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí» (San
Juan XIV, 16): a JESUCRISTO, Y ESTE CRUCIFICADO, el cual aunque para los
judíos es motivo de escándalo y para los gentiles locura, para los
creyentes es la virtud y sabiduría de Dios (cf. 1.ª Corintios I, 23-24).
Enfatizamos
que se debe predicar a Jesucristo crucificado porque entre los
conciliares no se habla sino del Resucitado, cuando como dijo Alice A.
Bailey de la “nueva religión” en la “Era de Acuario”, «el Cristo
resucitado y no el
Cristo crucificado será la nota distintiva de la nueva religión».
Incluso, si recordamos Hechos XVII, verso 16 y siguientes, el mismo San
Pablo cuando estuvo ante el Areópago de Atenas, en vez de predicar la
Cruz, predicó la resurrección. ¿El resultado? Algunos entre su auditorio
se burlaron de él, y otros le dijeron: «Te volveremos a oír otra vez
sobre esto». Nada más se le convirtieron unos pocos: Dionisio
Areopagita, una mujer llamada Dámaris, y unos cuantos.
La
pregunta surge espontáneamente: ¿A quién creerle? ¿A Dios nuestro
Señor, que en su Escritura manda a predicar y bautizar A TODAS LAS
NACIONES, o a Jean-Paul Vesco, que dice que debemos «deshacernos de la
idea de que debemos evangelizar»?
Una
nota final: Cuando fue instalado obispón de Orán, Vesco (que a vista de
lo anterior DEBERÍA PLANTEARSE VOLVER A SU PROFESIÓN COMO ABOGADO
COMERCIAL) escogió como lema episcopal, tiene «Je veux vivre et donner
envie de vivre» (Quiero vivir y hacer que queráis vivir). Según se deja
ver, solo quiere hacer que su grey quiera vivir una mísera vida humana,
no hacerlos vivir la Vida Eterna.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)