Eduardo María Taussig Armelín, el obispón de San Rafael (Argentina), quien cerró el Seminario Diocesano “Santa María Madre de Dios” a fines de 2020 y quiso imponer en su diócesis la “comunión” en la mano so pretexto del corona, hasta el punto de suspender a los presbíteros que no aceptaron esa imposición (aunque al final le tocó ceder en Marzo de 2021), entre ellos el fallecido Alejandro José Casado, que lo expuso póstumamente como dictador, Francisco Bergoglio le impuso la renuncia el día de ayer 5 de Febrero de 2022.
De
nada le sirvió a Taussig secundar el capricho de su señor Francisco
Bergogio. Él lo odiaba, porque era todo lo contrario a él: instruido en
la escuela del padre Luis María Etcheverry Boneo, educado (se graduó del
Angélicum), de buena familia, con raíces y amigos (entre ellos el
filósofo tomista y nacionalista Carlos Alberto Sacheri, asesinado por el
Ejército Revolucionario del Pueblo en 1974), y estando ad portas de la
despedida, Bergoglio lo mandó al carajo, aplicándole la causal del
“ódium plebis”*, a causa de la petición que se le envió por medio del Nuncio para la remoción de Taussig.
En
su remplazo, Bergoglio nombró como administrador “sede vacante” a Fray
Carlos María Domínguez OAR, obispón titular de Vita (ruinas de
Beni-Derraj, Túnez) y auxiliar del arzobispado de San Juan de Cuyo.
Desde
luego, no estén los de San Rafael para celebrar de a mucho, porque
puede que les manden otro peor, como lo es Gabriel Bernardo Barba en la
diócesis de San Luis, o el actual arzobispón de Mendoza Marcelo Daniel
Colombo, para acelerar la demolición de la poca catolicidad que les
queda. Y el mismo Domínguez tampoco es trigo limpio que se diga, como
quiera que fue denunciado por estafa agravada
por los hermanos Sergio Ariel López y Rubén Edgardo López, hijos de un
jubilado de 78 años como quiera que él le compró una casa en Ignacio de
la Roza 644, en Caucete, por un millón de pesos argentinos (cuando en
realidad valía diez veces más), y no les pagó.
Mientras
tanto, Taussig bien debe recordar las palabras de Tomás Wolsey a sir
William Kingston cuando fue a buscarlo para conducirlo a la Torre de
Londres por orden de Enrique VIII luego de fracasar en las gestiones de
la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón:
«Veo cómo se fragua el asunto en mi contra; pero si hubiera servido a Dios con tanta diligencia como lo he hecho al rey, Él no me habría entregado en mis canas. Sin embargo, esta es la justa recompensa que debo recibir por mi diligencia mundana y los dolores que he tenido para servirle solo para satisfacer sus vanos placeres, sin tener en cuenta mi deber piadoso».
*El Código Pío-Benedictino, en el canon 2147 § 2, n.º 2, consagra que un
párroco inamovible puede ser removido «por odio del pueblo, aunque sea
injusto y no universal, si es tal que impide el ministerio útil del
párroco y no se prevé que ha de cesar pronto» (odio
en sentido lato, y no necesariamente por comisión de delito, sino por
omisión y negligencia en los deberes), y el 3. El código wojtyliano, en
el canon 1741 n.º 3, define esta causal como «la pérdida de
la buena fama a los ojos de los feligreses honrados y prudentes o la
aversión contra el párroco, si se prevé que no cesarán en breve».
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)