Durante la audiencia semanal de Bergoglio, un hombre que estaba presente gritó en protesta contra el uso mandatorio de las mascarillas, y contra Bergoglio, que impone esa política en el Vaticano y la impulsa en otros países, aun cuando los científicos han afirmado ser esta una medida absurda y de claro tinte político.
Según el fotógrafo español Daniel Ibáñez Gutiérrez, de 30 años y que trabaja para EWTN y el Grupo ACI Prensa, que capturó el evento y lo publicó en su cuenta de Twitter, el hombre lo increpó diciendo: «No más mascarillas en la Iglesia, esta no es la Iglesia de Jesucristo… La Iglesia es una, Santa, Católica y Apostólica… Tú no eres el rey», antes de ser sacado del Aula Pablo VI por elementos de la Gendarmería y la Guardia Suiza.
A continuación, Bergoglio descalificó al hombre llamándolo desequilibrado mental, y pidió a la concurrencia que oraran por él: «Hemos escuchado hace algunos minutos a una persona que gritaba, que chillaba, que tenía algún problema. No sé si físico, psíquico, espiritual; pero un hermano nuestro con un problema. Me gustaría terminar rezando por él, nuestro hermano que sufre, pobrecito, si gritaba es porque sufre, por alguna necesidad. No seais sordos a la necesidad de este hermano. Recemos juntos a la Virgen por él», siguiendo el Ave María.
Bergoglio, que ante los ojos conciliares posa de intérprete auténtico de la Escritura y Magisterio viviente, y que siempre ha cacareado el diálogo y la “Cultura del Encuentro” (restañada de la montini-wojtyliana “Civilización del Amor”), debio recordar y ejercer lo que está escrito:
«Por tanto, si al tiempo de presentar tu ofrenda en el altar, allí te acuerdas que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja allí mismo tu ofrenda delante del altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y después volverás a presentar tu ofrenda» (San Mateo 5, 23-24/Versión de Mons. Félix Torres Amat).
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En la misma audiencia (que versó sobre San José y la Comunión de los Santos), Francisco Bergoglio dijo:
«“Padre, pensemos en aquellos que han renegado de la fe, que son apóstatas, que son los perseguidores de la Iglesia, que han renegado su bautismo: ¿también estos están en casa?”. Sí, también estos, también los blasfemos, todos. Somos hermanos: esta es la comunión de los santos. La comunión de los santos mantiene unida la comunidad de los creyentes en la tierra y en el Cielo».
Afirmación que contradice la Sagrada Escritura, la Doctrina Católica e incluso el mismo “magisterio” y cánones modernistas:
- «Por lo cual os declaro que cualquier pecado y cualquier blasfemia se perdonará a los hombres; pero la blasfemia contra el espíritu de Dios no se perdona tan fácilmente. Asimismo a cualquiera que hablara contra el Hijo del hombre se le perdonará; pero a quien hablare contra el Espíritu Santo, despreciando su gracia, no se le perdonará ni en esta vida ni en la otra» (San Mateo 12, 31-32/Versión de Mons. Félix Torres Amat).
- «Porque si después de haberse apartado de las asquerosidades del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, enredados otra vez en ellas son vencidos, su postrera condición viene a ser peor que la primera. Por lo que mejor les fuera no haber conocido el camino de la justicia, que después de conocido volver atrás y abandonar la ley santa que se les había dado, cumpliéndose en ellos lo que suele significarse por aquel refrán verdadero: “Se volvió el perro a comer lo que vomitó”; y: “La marrana lavada, a revolcarse en el cieno”» (2.ª Epístola de San Pedro 2, 20-22/Versión de Mons. Félix Torres Amat).
- «La infidelidad como pecado nace de la soberbia, por la que el hombre no somete su entendimiento a las reglas de la fe y a las enseñanzas de los Padres» (Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, parte II-IIæ, cuestión 10, art. 1, respuesta a la objeción 3.ª).
- «Todo pecado consiste en la aversión a Dios. Y tanto mayor será un pecado cuanto más separa al hombre de Dios. Ahora bien, la infidelidad es lo que más aleja de Dios… Por tanto, consta claramente que el pecado de infidelidad es el mayor de cuantos pervierten la vida moral» (Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, parte II-IIæ, cuestión 10, art. 3).
- «Y la apostasía es la forma extrema y absoluta de la infidelidad» (Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, parte II-IIæ, cuestión 12, art. 1, respuesta a la objeción 3.ª).
- «“El justo vive de la fe” [Romanos 1, 17]. Y así, de igual modo que perdida la vida corporal, todos los miembros y partes del hombre pierden su disposición debida, muerta la vida de justicia, que es por la fe, se produce el desorden de todos los miembros. En la boca, que manifiesta el corazón; en seguida en los ojos, en los medios del movimiento; y por último, en la voluntad, que tiende al mal. De ello se sigue que el apóstata siembra discordia, intentando separar a los otros de la fe, como él se separó» (Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, parte II-IIæ, cuestión 12, art. 1, respuesta a la objeción 2.ª).
- «Pues, por más que en esta vida mortal, aun los santos y justos, caigan alguna vez en pecados, por lo menos, leves y cotidianos, que se llaman también veniales [can. 23], no par eso dejan de ser justos. Porque de justos es aquella voz humilde y verdadera: Perdónanos nuestras deudas (San Mateo 6, 12; cf. n. 107). Por lo que resulta que los justos mismos deben sentirse tanto más obligados a andar por el camino de la justicia, cuanto que, liberados ya del pecado y hechos siervos de Dios (Romanos 6, 22), viviendo sobria, justa y piadosamente (Tito 2, 12), pueden adelantar por obra de Cristo Jesús, por el que tuvieron acceso a esta gracia (Romanos 5, 2). Porque Dios, a los que una vez justificó por su gracia no los abandona, si antes no es por ellos abandonado (San Agustín, De la naturaleza y la gracia, cap. 26, 29)» (Papa Pablo III, en el Concilio de Trento, sesión VI. Decreto sobre la Justificación, cap. XI, 13 de Enero de 1547).
- «Por eso, no es en manera alguna igual la situación de aquellos que por el don celeste de la fe se han adherido a la verdad católica y la de aquellos que, llevados de opiniones humanas, siguen una religión falsa porque los que han recibido la fe bajo el magisterio de la Iglesia no pueden jamás tener causa justa de cambiar o poner en duda esa misma fe [Canon 6]. Siendo esto así, dando gracias a Dios Padre que nos hizo dignos de entrar a la parte de la herencia de los santos en su luz (Colosenses 1, 12), no descuidemos salvación tan grande, antes bien, mirando al autor y consumador de nuestra fe, Jesús, mantengamos inflexible la confesión de nuestra esperanza (Hechos 12, 2 Hechos 10, 23)» (Papa Pío IX, en el Concilio Vaticano I, sesión III. Constitución Dogmática “Dei Fílius”, sobre la Fe Católica, cap. III, 24 de Abril de 1870).
- «Si alguno, después de recibido el bautismo, reteniendo el nombre de cristiano, niega pertinazmente alguna de las verdades que deben creerse de fe divina y católica o duda de ella, es hereje; si abandona totalmente la fe cristiana, es apóstata; si finalmente se rehúsa a someterse al Sumo Pontífice o rechaza la comunión con los miembros de la Iglesia sujetos a él, es cismático» (Código Pío-Benedictino de Derecho Canónico, canon 1325 § 2).
- «Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos» (Antipapa Juan Pablo II. Código de Derecho Canónico de 1983, canon 751).
- «Los delitos contra la fe, de los que se trata en el art. 1, son herejía, cisma y apostasía, a tenor de los cann. 751 y 1364 del Código de Derecho Canónico y de los cann. 1436 y 1437 del Código de Cánones de las Iglesias Orientales» (Antipapa Benedicto XVI. Rescripto ex audiéntiæ modificatorio de las Normæ de delíctis Congregatióni pro Doctrína Fídei reservátis seu Normæ de delíctis contra fidem necnon de gravióribus delíctis, 21 de Mayo de 2010).
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)