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miércoles, 8 de febrero de 2023

LA BIENVENIDA A JUAN PABLO EN LOS MARES DEL SUR

Para explicar la imagen conclusiva del artículo anterior, os traemos esta crónica:
   

Durante su gira de dos semanas por el sudeste asiático y las islas de los mares del Sur en Noviembre el año 1986, Juan Pablo II hizo una escala en Fiyi.
   
Ubiquémonos: Fiyi es un Estado insular en el Pacífico sur (a 2.000 kilómetros al noreste de Nueva Zelanda) conformado por más de 330 islas (de las cuales 110 tienen población permanente), que hasta 1970 era colonia británica (96 años antes, se había establecido el protectorado, ante las guerras tribales).
  
Sí, Fiyi está allí.

Para la época de la visita wojtyliana, el gobernador general (representante del monarca británico) era Sir Penaia Kanatabatu Ganilau (al año siguiente, tras renunciar al cargo luego de un golpe de Estado, Fiyi se convirtió en república, y Ganilau fue nombrado presidente), y las tensiones entre indofiyianos y fiyianos nativos (conocidos como iTaukei –en fiyiano “Dueños de la tierra”–) estaban creciendo cada vez más.
   
Bueno, después de un vuelo que duró toda la noche desde Singapur y dos intentos de aterrizaje, Wojtyła puso pie en el aeropuerto internacional de Nadi, para hacer trasbordo al aeropuerto de Nausori (ambos en la isla principal de Gran Fiyi), para finalmente llegar a Suva, la capital del país, el 21 de Noviembre. Inmediatamente, se dirigió al Parque Alberto, sentándose en una tarima dispuesta para el evento, y recibido en una ceremonia tradicional de bienvenida que duró una hora.
    
Manteniendo un estricto silencio durante la ceremonia, un signo de respeto de Fiyi, tres nativos vestidos con faldas de hierba, collares de dientes y cinturones de conchas o flores presentaron cada uno un diente de ballena pulido al pontífice polaco. En Fiyi, el diente de ballena (llamado Tabúa) es un símbolo de alta estima y equivale a la llave de la ciudad.
     
Poco después, diez guerreros vestidos con estolas de hojas verdes, guirnaldas de orquídeas y faldas de hojas rojas arrastraron una raíz de kava (Piper methýsticus; conocida en Fiyi como yaqona) gigante a los pies del Papa. Diez y seis guerreros más luego mezclaron kava en polvo con agua en un enorme cuenco de madera para hacer el potente brebaje. Cantando, vertieron el licor en una cáscara de coco pulida llamada bilo y se la presentaron a Wojtyła. Aunque esa bebida estaba preparada en forma más suave que la habitual (que se deja fermentar), con su efecto narcótico normal diluido, es probable que le haya provocado una sensación quemante en la boca. Aun así, Juan Pablo lo bebió de un solo golpe.
   
   
Este líquido, cuyo consumo (llamado localmente hacer grog) era habitualmente ceremonial entre los jefes tribales (ratu) y sacerdotes (bete) de la antigua religión chamánico-animista local (los nativos comunes tenían prohibido beber kava bajo pena de muerte) fue condenado por los primeros misioneros metodistas (Sociedad Misionera de Londres y Sociedad Misionera Wesleyana) y católicos (Sociedad de María–Padres Maristas) en el siglo XIX, que lo consideraron obra del diablo, pero ahora es generalmente aceptado entre los fiyianos: Se bebe kava como gesto de bienvenida a visitantes importantes («La ceremonia es el mayor tributo que podemos ofrecer a un invitado de honor», dijo el gobernador general Ganilau a Juan Pablo) o turistas, para las sesiones de narración de cuentos, en las reuniones después de la iglesia, o simplemente para pasar el tiempo con los amigos.
  
Más tarde, en ese mismo lugar, Wojtyła se dirigió al altar para presidir un servicio campal en presencia de alrededor de 20.000 personas de Fiyi, pero también de las Islas Cook, las Islas Marshall, las Marquesas, Tahití, Tonga y Nueva Caledonia. Fue escoltado hasta el altar por ocho guerreros armados que usaban faldas, collares de hueso, adornos de hojas y rostro pintado. Los guerreros, que portaban lanzas y pesadas mazas, montaron guardia en torno del altar, erigido sobre las rocas bajo un techo de paja.
   
   
Otros tres fiyianos, con las tradicionales faldas de hierbas y bandas de género amarillo pendiendo de sus brazos, actuaron como monaguillos durante la misa, sosteniendo los cirios, la campanilla de la comunión y el incensario.
   
   
Durante el servicio, realizado en inglés, hindi, fiyiano y rotumano (un idioma local), los guerreros realizaron danzas de la época en que las tribus vivían en guerra entre sí. Una muestra de la inculturación que se había consentido en viajes anteriores y que en las dos etapas anteriores de la gira, Bangladesh y Singapur, no fue la excepción. En estos lugares, Wojtyła exhortó a los católicos al respeto por las otras religiones y la lealtad a las características nacionales.

En Fiyi, Wojtyła efectuó un llamamiento a la unidad de los cristianos y al diálogo con las comunidades hinduista y musulmana del país (en ese entonces, había un 40% de hinduistas y un 9% de musulmanes; de los cristianos, el 38% pertenecían a la Iglesia Metodista de Fiyi, seguidos por la Iglesia Católica con un 8%. A corte 2007, el metodismo descendió a 34,6%, los hindúes a 27,9 y los musulmanes a 6,3%; el catolicismo, por su parte, aumentó a 9,1%). «También es mi oración que las personas de todas las religiones y todas las personas de buena voluntad renueven su solidaridad humana en la causa de la paz», dijo.
  
De todos estos hechos acaecidos hace muchos años, debemos como verdaderos católicos hacer juicio de reproche. En Fiyi, Juan Pablo II Wojtyła alentó la inculturación, incorporando elementos paganos al (que considera) culto cristiano, y bebió kava, que como se dijo, era parte de las antiguas creencias locales (que sin embargo, aún en la actualidad se mantienen en la nación insular), atendiendo lo que dice la Sagrada Escritura:
«Huid del culto de los ídolos; puesto que hablo con personas inteligentes, juzgad vosotros mismos de lo que voy a decir: El Cáliz de bendición que bendecimos, o consagramos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? y el pan que partimos, ¿no es la participación del cuerpo del Señor? Porque todos los que participamos del mismo pan, bien que muchos, venimos a ser un solo pan, un solo cuerpo, cuya cabeza es Cristo. Considerad a los Israelitas según la carne; los que entre ellos comen de las víctimas ¿no es así que tienen parte en el altar o sacrificio? ¿Mas qué?, ¿digo yo que lo sacrificado a los ídolos haya contraído alguna virtud?, ¿o que el ídolo sea algo? No, sino que las cosas que sacrifican los gentiles, las sacrifican a los demonios y no a Dios. Y no quiero que tengáis ninguna sociedad ni por sombra con los demonios; no podéis beber el cáliz del Señor y el cáliz de los demonios, no podéis tener parte en la mesa del Señor y en la mesa de os demonios» (I Corintios X, 14-21/Versión de Mons. Félix Torres Amat).

Para la redacción de esta crónica, se emplearon artículos periodísticos de la época procedentes de la Prensa Unida Internacional y La Nación (Argentina).

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)