En el Concilio Vaticano I hizo presencia San Antonio María Claret y Clarà, fundador de los Misioneros del Inmaculado Corazón de María, quien dio este discurso durante la congregación general XLII, que tuvo lugar el 31 de Mayo de 1870, tres meses y tres semanas antes de la toma de Roma por las tropas del masón Giuseppe Garibaldi, y cuatro meses y tres semanas antes de morir nuestro santo el 24 de Octubre de ese año.
San
Antonio María Claret dio este discurso sumamente enfermo, fruto de
tantas correrías apostólicas en Cuba y de las persecuciones de sus
enemigos en la isla, en Madrid (donde había sido confesor de la
usurpadora Isabel “II”) y aún en el mismo exilio, pero con vehemencia de confesor de la Fe y defendiendo la infalibilidad pontificia ex cáthedra
propuesto en el schema “De Ecclésia” frente a los ataques de los
obispos liberales y galicanistas (la casi totalidad de los obispos
alemanes, austrohúngaros y parte de los de Francia, 55 de los cuales
abandonaron las sesiones antes de la votación el 18 de Julio, en un
intento vano de conciliar la obediencia con su propia opinión, por lo
que la constitución “Pastor Ætérnus” fue aprobada con 433 votos a favor y
solo dos votos en contra –el hibernoestadounidense Edward Mary
Fitzgerald Pratt y el italiano Luigi Riccio, que después de proclamado el dogma se sometieron a él–).
LATÍN
Eminentíssimi prǽsides, eminentíssimi et reverendíssimi patres.
Ómnia
tempus habent, tempus est tacéndi et tempus loquéndi. Úsque modo,
eminentíssimi ac reverendíssimi patres, tácui in hoc sacro concílio; sed
cum audívi quǽdam verba mihi valde displicéntia, cogitávi in corde meo
quod in consciéntia téneor lóqui, timens illud Isaíæ prophétæ: «Væ mihi
quia tácui» (cap. VI, 5), et sic lóquar de summi Románi pontíficis
infallibilitáte, sicut légitur in schémate. Et lectis sacris Scriptúris
per expositóres cathólicos explicátis, consideráta traditióne númquam
interrúpta, post profúndam meditatiónem verbórum sanctum patrum,
sacrórum conciliórum ratiónumque theologórum, quas brevitátis grátia non
réferam, quia per álios oratóres narrátæ sunt, dico súmmaque
convictióne ductus asséro, summum pontíficem esse infallíbilem in eo
sensu et modo quo tenétur in Ecclésia cathólica apostólica Romána, juxta
explicatiónem datam in hac sacra áula. Hæc est fides mea, hæc
veheménter desídero, ut sit fides ómnium.
Non
timéntur hómines prudéntia hujus mundi suffúlti, prudéntia revéra
inimíca Dei. Hæc est prudéntia, qua sátanas transfigurátur in ángelum
lucis: hæc prudéntia nocíva est auctoritáti sanctæ Románæ ecclésiæ; hæc
prudéntia tandem est auxiliátrix supérbiæ eórum, quae, ut sit prophéta,
semper ascéndit.
Non
dúbito, eminentíssimi ac reverendíssimi patres, quod hæc declarátio de
infallibilitáte summi Románi pontíficis erit ventilábrum, quo Dóminus
noster Jesus Christus purgábit áream suam, et congregábit tríticum in
hórreum, páleas autem combúret ingi inextinguíbili. Hæc declarátio
divídet lucem a tenébris. Útinam in confessióne hujus veritátis meum
sánguinem effúndere possem et sustínere mortem! útinam consummáre váleam
sacrifícium, anno 1856 inchoátum, descendéndo ex ambóne post
praedicatiónem de fide et mori! Ego stígmata Jesu in córpore meo porto,
in maxílla, et bráchio dextro. Útinam consummáre possem cursum meum
confiténdo ex abundántia cordis hanc veritátem: Credo Románum pontíficem
esse infallíbilem. Hæc est fides mea. Veheménter cúpio, eminentíssimi
et reverendíssimi patres, ut omnes cognoscámus et confiteámur hanc
veritátem.
In
vitæ sanctæ Therésiæ légitur quod Dóminus Jesus appáruit ei, et dixit:
«Omne malum hujus mundi provénit, quia hómines non intélligunt sacras
Scriptúras». Re quídem vera si hómines intelligérent sacras Scriptúras.
clare et apérte vidérent hanc veritátem de summi pontíficis
infallibilitáte: quæ quídem véritas in Evangélio continétur. Sed quáre
non intélligunt sacras Scriptúras? Tres sunt causæ: 1.ª quia hómines non
habent amórem Dei, ut dixit idem Jesus sanctæ Therésiæ; 2.ª quia non
habent humilitátem, ut légitur in Evangélio: «Confíteor tibi, Pater,
Dómine cœli et terræ, quia abscondísti hæc a sapiéntibus et prudéntibus,
et revelásti ea párvulis» (Matth. XI, 25); 3.ª tandem quia sunt
nonnúli, qui nolunt intellígere, ut bene agant. Dicámus ígitur cum
prophéta David: «Deus misereátur nostri, et benedícat nobis; illúminet
vultum suum super nos, et misereátur nostri» (Ps. LXVI, 1). Dixi.
TRADUCCIÓN
Eminentísimo presidente, eminentísimos y reverendísimos padres.
Todo
tiene su tiempo, hay tiempo para callar y tiempo para hablar. Hasta
ahora, eminentísimos y reverendísimos padres, he guardado silencio en
este concilio pero, en cuanto escuché unas palabras que han causado
mucho disgusto en mi conciencia, pensé en conciencia que estaba obligado
a hablar, temiendo ese dicho del profeta Isaías: «Ay de mí porque
estuve en silencio» (cap. VI, 5), y así hablaré de la infalibilidad del
Sumo Pontífice, como leemos en el esquema. De las Sagradas Escrituras
interpretadas por los expositores católicos, teniendo en cuenta la
tradición ininterrumpida, después de una profunda meditación sobre las
palabras de los Santos Padres, los Santos Concilios y las razones de los
teólogos (que por gracia de la brevedad no referiré, porque otros
oradores los nombraron), digo, y guiado por la total convicción, afirmo
que el Sumo Pontífice es infalible, en el sentido y en la forma en que
lo sostiene la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, según las
explicaciones dadas en esta sagrada aula. Esta es mi fe, y deseo
vehementemente que sea la fe de todos.
Los
hombres dominados por una prudencia enteramente humana no son de temer:
esta prudencia es enemiga de Dios. Esta es la prudencia, mediante la
cual satanás se transfigura en ángel de luz, esta prudencia es
perjudicial para la autoridad de la Santa Sede, esta prudencia ayuda al
orgullo de estos hombres, un orgullo que, como dice el profeta, siempre
se eleva.
No dudo, eminentísimos y
reverendísimos Padres, que esta declaración sobre la infalibilidad del
Romano Pontífice será el ventilabro con el que Nuestro Señor Jesucristo
purificará su era, poniendo el trigo en el granero, y la paja la quemará
con un fuego inextinguible. Esta declaración dividirá la luz de las
tinieblas. ¡Oh, si pudiera derramar mi sangre como testigo de esta
verdad y sufrir la muerte por ello! ¡Si pudiera completar mi sacrificio,
que comenzó en 1856, descendiendo del ambón después de predicar la fe, y
morir. Llevo las señales de Jesús impresas en mi cuerpo, en la
mandíbula y brazo derecho [1]. Podría terminar mi carrera proclamando
esta verdad con mucho corazón: creo que el Romano Pontífice es
infalible. Esta es mi fe, y deseo vehementemente, eminentísimos y
reverendísimos Padres, que todos conozcamos y confesemos esta verdad.
En
la vida de Santa Teresa de Ávila leemos que el Señor se le apareció y
le dijo: «Todo mal en el mundo proviene del hecho de que los hombres no
comprenden las Sagradas Escrituras». Si los hombres entendieran las
Sagradas Escrituras, verían clara y abiertamente la verdad de la
infalibilidad pontificia, tal como esta Verdad está contenida en el
Evangelio. ¿Pero por qué no entienden las Escrituras? Hay tres causas:
1.º Porque los hombres no tienen el amor de Dios, como dijo Jesús a
Santa Teresa; 2.º porque no tienen humildad, como se lee en el
Evangelio: «Te alabo, Padre, Creador del Cielo y de la tierra, porque
escondiste estas cosas a los sabios y prudentes, y las revelaste a los
pequeños» (San Mateo XI, 25). 3.º Porque algunos no quieren entender,
para evitar hacer el bien. Digamos con el profeta David: «Dios tenga
misericordia de nosotros y nos bendiga; haga resplandecer sobre nosotros
la luz de su rostro, y nos mire compasivo» (Salmo XLVI, 1). He concluido.
Giovanni Domenico Mansi, Sacrórum Conciliórum Nova Amplíssima Colléctio
(Louis Petit AA & Jean-Baptist Martin, eds.), tomo LII, parte 2.ª.
Arnhem y Leipzig 1927, cols. 364-365. Traducción nuestra.
NOTA ÚNICA
[1] Se refiere al atentado que sufrió a manos del zapatero Antonio Abad Torres
en Holguín (Cuba) el 1 de Febrero de 1856 saliendo de Misa durante la
Misión. Abad, nacido en Santa Cruz de Tenerife, acuchilló a San Antonio
María porque este se oponía al concubinato tan común en Cuba y
propiciado por las autoridades seglares de la época.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios deberán relacionarse con el artículo. Los administradores se reservan el derecho de publicación, y renuncian a TODA responsabilidad por el contenido de los comentarios que no sean de su autoría. La blasfemia está estrictamente prohibida, y los insultos a la administración es causal de no publicación.
Comentar aquí significa aceptar las condiciones anteriores. De lo contrario, ABSTENERSE.
+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)