Traducción del Comentario de los Padres de TRADITIO.
Una encuesta reciente revela que más y más jóvenes conciliares están imitando a sus contrapartes paganas desacrando sus cuerpos con tatuajes y piercings.
Tal desecración del “templo de Dios” es un pecado contra el Quinto Mandamiento de la Ley de Dios, y si la imagen es de una figura religiosa, la desecración es también un pecado de blasfemia contra el Segundo Mandamiento de la Ley de Dios.
¿Nuestro Señor habría tenido un tatuaje? ¿Lo tendría la Virgen? Por supuesto que no.
Una reciente encuesta de Ipsos
indica que más jóvenes conciliares están imitando a sus contrapartes
paganas desacrando sus cuerpos con tatuajes y piercings en números
siempre crecientes, un incremento de 21 por 100 entre 2012 y 2019. El
40 por 100 de las personas entre 18-34 años (“Millenials” y “Generación Z”)
tienen al menos un tatuaje. Lo que es más aborrecible es que un número
creciente de estos jóvenes conciliares se identifican como conciliares “conservadores”, algunos de los cuales probablemente devotos de la seminovusordiana Misa Latina “Extraordinaria” deuterovaticana de 1962.
En la Sagrada Escritura, el tatuaje es considerado una práctica pagana: «No sajaréis vuestra carne por la muerte de nadie, ni haréis figuras algunas o marcas sobre vosotros. Yo el Señor» (Levítico 19, 28/Versión de Mons. Félix Torres Amat). Esto es considerado ser una mutilación del cuerpo en contravención del Quinto Mandamiento de la Ley de Dios. ¿Nuestro Señor habría tenido un tatuaje? ¿Lo tendría la Virgen? Por supuesto que no.
El
Quinto Mandamiento de la Ley de Dios prohíbe también dañar
innecesariamente el cuerpo, “templo del Espíritu Santo”, como lo llama
San Pablo. La teología moral Católica enseña que por el Principio de
Totalidad, no se permite que una persona mutile su propio cuerpo salvo
que sea para beneficio de todo el cuerpo. La mutilación puede ser
justificada solo en un caso donde sea necesario o útil para obtener
algún beneficio físico (como la amputación de una extremidad enferma
para prevenir la gangrena).
El
Quinto Mandamiento de la Ley de Dios prohíbe también tomar riesgos
médicos innecesarios, lo cual es pecaminoso. La tinta de los tatuajes
contiene elementos cancerígenos como el plomo y el mercurio. Tatuarse
transmite el VIH y el virus de la hepatitis C. Estos viruses pueden
hacer erupción violentamente, o pueden hallarse durmientes en el cuerpo
por veinte o más años después de hacerse el tatuaje. La hepatitis puede
destruir el hígado y así debilitar el cuerpo hasta morir agónicamente.
Tan peligrosa es esta práctica que los individuos tatuados no pueden
donar sangre para no transmitir los virus a otros. Se han reportado
cánceres de piel, incluidos los frecuentemente letales melanomas, en los
sitios de tatuaje. Se ha encontrado tintas de tatuaje contaminadas con
bacterias que pueden causar lesiones graves y un riesgo incrementado de
infección porque la barrera de piel es rota durante el procedimiento.
Algunas infecciones pueden incluso dejar cicatrices permanentes [Parte
de la información para el Comentario proviene de National Catholic Register].
Católicos
tradicionales, algunos conciliares despistados parecen pensar que
tatuarse es moralmente aceptable cuando el tatuaje es de un objeto
religioso, como una cruz o la Virgen. Realmente, es todo lo contrario.
Tal mutilación del cuerpo es incluso un pecado más grave no solo porque
se viola el Quinto Mandamiento de la Ley de Dios, sino también contra el
Segundo Mandamiento de la Ley de Dios, porque tal perversión de una
imagen sagrada constituye el pecado mortal de la blasfemia. Los que
andan con tales imágenes en sus cuerpos están declarando al mundo que
persisten en pecado contra Dios.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)