El
23 de Octubre de 1956, Hungría se levantó contra el régimen estalinista
de Mátyás Rákosi (judío, nacido Rosenfeld), alzamiento que fue
brutalmente reprimido el 4 de Noviembre por el Ejército Rojo soviético,
dejando como saldo alrededor de 6.000 muertos (la mitad de ellos
civiles), la radicalización del régimen comunista bajo János Kádár, y el
comienzo del exilio del cardenal József Mindszenty Kovács.
Durante
ese período, Pío XII (que como legado papal de su predecesor Pío XI
había asistido al XXXIV Congreso Eucarístico Internacional realizado en
Budapest del 25 al 28 de Mayo de 1938), publicó tres encíclicas, las
cuales, en conmemoración de los 75 años de esta fecha, por primera vez
traemos en latín y español. La primera (Luctuosíssimi evéntus) indica
las oraciones públicas para obtener la paz basada en la justicia para el
pueblo húngaro, devastado por una sangrienta masacre. La segunda
(Lætámur admódum) insiste en el mismo tema y deplora un nuevo conflicto
en Cercano Oriente. En la tercera (Datis nuperrime), deplora la brutal
represión por parte del régimen comunista restablecido: crímenes que
claman venganza a Dios, quien, como castiga los pecados de los
individuos, también castiga los de los gobernantes y las naciones.
Estas tres encíclicas del Papa Pacelli claman contra un Francisco Bergoglio que hace mutis sobre las víctimas del fundamentalismo islámico y de los regímenes comunistas, como se evidenció el 24 de Octubre, cuando autoridades italianas le negaron entrada a la Plaza de San Pedro a un grupo de cubanos que protestaban contra el amasiato de Bergoglio con la dictadura de Raúl Castro –representado en la tierra por el singao de Miguel Díaz-Canel Bermúdez– aduciendo pretendida “amenaza terrorista” contra Francisco Bergoglio –para quien decir la verdad es terrorismo y conspiración–. Acaecimiento que fue pasado por alto por “Il Sismografo” del pseudo-periodista chileno Luis Badilla Morales (que tuvo parte en el gobierno comunista de Salvador Allende Gossens, por lo que se exilió a Italia una vez cayó este).
1.º ENCÍCLICA “Luctuosíssimi evéntus” (28 de Octubre de 1956).
LATÍN
PIUS
PP. XII AD VENERÁBILES FRATRES PATRIÁRCHAS, PRIMÁTES, ARCHIEPÍSCOPOS,
EPÍSCOPOS, ALIÓSQUE LOCÓRUM ORDINÁRIOS, PACEM ET COMMUNIÓNEM CUM
APOSTÓLICA SEDE HABÉNTES: PÚBLICÆ INDICÚNTUR PRECES AD CONCILIÁNDAM
PACEM JUSTÍTIA INNÍXAM HUNGÁRIÆ PÓPULO CRUÉNTA CÆDE TURBÁTO.
VENERÁBILES FRATRES, SALÚTEM ET APOSTÓLICAM BENEDICTIÓNEM.
Luctuosíssimi
evéntus, quíbus Európæ pópuli ad oriéntem vergéntes percellúntur, ac
præsértim dilectíssima Nobis Hungáriæ gens, quæ tetérrima in præsens
cruentátur cæde, veheménter commóvent patérnum ánimum Nostrum, non
Nostrum áutem tantum, sed profécto eórum étiam ómnium, quíbus civílis
cultus jura, humanitátis dígnitas, debítaque síngulis ac Natiónibus
libértas cordi sunt.
Quamóbrem,
pro Apostólici offícii Nostri consciéntia, facére non póssumus quin vos
univérsos, Venerábiles Fratres, et greges unicuíque vestrum concréditos
instánter appellémus, ut fratérna caritáte permóti ad Deum súpplices
una Nobíscum admoveátis preces, quíbus ab eo contendátur —cujus in
mánibus populorum sortes eórumque moderatórum non modo potéstas, sed
vita quóque sunt— ut finis interneciónibus ponátur, et pax vera, quæ
justítia, caritáte, debítaque libertáte innitátur, tandem aliquándo
illucéscat. Intéllegant omnes non armórum poténtia, ex qua mors
homínibus óritur, non vi cívibus illáta, quæ íntimum eórum sensum
comprímere néqueat, non fallácibus dénique comméntis, quæ ánimos
corrúmpant et quæ civílis christiánæque consciéntiæ Ecclésiæque jura
viólent, constabíliri posse perturbátum populórum órdinem; nec justæ
libertátis afflátum ulla úmquam posse extérna violéntia restíngui.
Hisce
in gravíssimis rerum adjúnctis, quæ diléctam angunt christiáni ovílis
partem, grata Nostrum subit recordátio ánimum. Cum nempe, multos ante
annos, Decessóris Nostri fel. rec. Pii XI persónam geréntes,
Budapéstinum Nos contúlimus, ut Eucharísticum ex ómnibus Natiónibus
Convéntum participáremus, suavi quódam ánimi oblectaménto ac solácio
vídimus caríssimos Hungáriæ christifidéles incénsa pietáte
veneratióneque summa Augústum altáris Sacraméntum proséqui, sollemni
ritu per urbis vias ductum. Non dubitámus áutem eámdem fidem eándemque
erga Divínum Redemptórem caritátem adhuc hujus pópuli permovére ánimos,
quámvis communísmi athéi fautóres artibus omnibus enisi sint avitam
religiónem e méntibus evellére. Quamíbrem fore omníno confídimus, ut
nobilíssima hæc gens hoc étiam in discrímine, in quo mísere versátur,
súpplices ad Deum adhíbeat preces, quíbus optatíssima pax, cum recto
rerum órdine conjúncta, impetrétur. Ac futúrum quíque omníno sperámus,
ut qui sunt ubíque terrárum veri nóminis christiáni, una cum his
frátribus tot calamitátibus injúriisque oppréssis, suas páriter
supplicatiónes consérant, commúnis caritátis testes. Nominátim vero ad
sacram ejúsmodi precum contentiónem eos adhortámur omnes, quos, ut
Divínus Redémptor, ita Nos quóque, qui ejus in terra persónam
sustinémus, dulcíssima caritáte compléctimur; eos dicímus, qui in primo
ætátis flore innocéntia nitent, suavitáte et grátia. Multum Nos eórum
præsértim supplicatiónibus confídimus, quíppe qui hujus mundi, tot
tantísque crimínibus peccátisque fœdáti, quódam modo ángeli vocári
quéant. Interpónant una cum eis christiáni omnes potentíssimum Beátæ
Vírginis Maríæ patrocínium, quod tantópere apud Deum pro nobis valet,
cum Divíni Redemptóris alma sit Genétrix nóstraque amantíssima Mater.
Nullum
áutem Nobis est dúbium quin ubíque géntium in úrbibus, in óppidis, ac
vel in remotióribus pagis, ubicúmque Evangélii lux affúlsit, christiáni
omnes, imprímisque pueri ac puéllæ, hortatiónibus hisce Nostris, quíbus
vestræ accédant, libentíssime sint responsúri; ita quídem ut, aspiránte
juvánteque Deo, tot supplícibus exoráto vócibus, atque deprecatríce
Vírgine María, caríssima Hungarórum gens, tantis excruciáta dolóribus
tantóque cruentáta sánguine, ítemque cœ́teri orientális Európæ pópuli,
religiósa civílique libertáte priváti, suam unusquísque rem justítia,
recto órdine, felíciter et cum pace componére quéant, servátis Dei et
Jesu Christi Regis júribus, cujus est «regnum veritátis et vitæ, regnum
sanctitátis et grátiæ, regnum justítiæ, amóris et pacis» (Præf. in festo
Jesu Christi Regis).
Qua
suavíssima spe freti, cum vobis síngulis univérsis véstrisque grégibus,
Venárabiles Fratres, tum iis præsértim, qui in Hungária, in cœtérisque
orientális Európæ Natiónibus, tam aspérrimis rebus utúntur, ac tam
grávibus premúntur calamitátibus —ac nominátim earíndem Natiónum Sacris
Antistítibus, qui vel in cárcere, vel in custódiæ locis detinéntur, vel
dénique in exsílium missi sunt— Apostólicam Benedictiónem, cœléstium
gratiárum áuspicem Nóstræque benevoléntiæ pignus, amantíssime in Dómino
impértimus.
Datum
Romæ, apud S. Petrum, die XXVIII mensis Octóbris, in festo D. N. Jesu
Christi Regis, anno MDCCCCLVI, Pontificátus Nostri duodevicésimo. PIUS
PP. XII
TRADUCCIÓN
PÍO
PAPA XII, A LOS VENERABLES HERMANOS PATRIARCAS, PRIMADOS,
ARZOBISPOS, OBISPOS, Y DEMÁS ORDINARIOS DE LUGARES QUE ESTÁN EN PAZ Y
COMUNIÓN CON LA SEDE APOSTÓLICA, SOLICITANDO SÚPLICAS PÚBLICAS PARA
CONSEGUIR PAZ CON JUSTICIA AL PUEBLO GOLPEADO DE TURBACIÓN DE HUNGRÍA.
VENERABLES HERMANOS, SALUD Y BENDICIÓN APOSTÓLICA.
Los
tristísimos hechos, por los que son golpeados los pueblos de Europa del
Este, y especialmente la Hungría querida por Nosotros, ahora
ensangrentada por una terrible masacre, conmueven profundamente Nuestra
alma paterna; y no solo el nuestro, sino también el de todos aquellos
que se preocupan por los derechos de la civilización, la dignidad humana
y la libertad que les corresponde a los individuos y las naciones.
Por
eso, la conciencia de nuestro mandato apostólico nos urge a hacer un
ferviente llamamiento a todos vosotros, venerables hermanos, y a los
rebaños confiados a cada uno de vosotros, para que, animados por la
caridad fraterna, junto con nosotros elevemos peticiones a Dios, a
obtener de él, en cuyas manos está puesto el destino de los pueblos y no
solo el poder, sino también la vida de sus gobernantes, que se ponga
fin a tanta sangre derramada y que finalmente brille la verdadera paz,
que se basa en la justicia, caridad y derecho a la libertad. Que quede
claro para todos que el orden trastornado de los pueblos no puede
restablecerse ni con el poder de las armas, que provocan la muerte, ni
con la violencia infligida a los ciudadanos, cuyos sentimientos íntimos
no puede sofocar, ni con la teorías falaces, que corrompen las almas y
violan los derechos de la Iglesia y de la conciencia civil y cristiana;
ni el anhelo de una libertad justa puede ser sofocado por una fuerza
externa.
En
estas circunstancias gravísimas, que tanto afligen a una parte amada
del redil cristiano, un recuerdo agradecido afronta Nuestra alma. Cuando
fuimos a Budapest hace muchos años como legado de nuestro predecesor de
feliz memoria Pío XI para participar en el congreso eucarístico
internacional celebrado allí, tuvimos la alegría y el consuelo de ver a
los amados católicos de Hungría seguir con ardiente piedad y suprema
veneración el augusto sacramento del altar llevado triunfalmente por las
calles de la ciudad. Estamos seguros de que la misma fe y el mismo amor
por el Divino Redentor todavía inflamarán las almas de ese pueblo,
aunque los defensores del comunismo ateo han hecho todo lo posible por
arrebatar la religión de los padres de las mentes. Por tanto, tenemos
plena confianza en que este pueblo sumamente noble, incluso en la grave
situación en que se encuentra ahora, elevará súplicas a Dios para
implorar la paz deseada, basada en el orden correcto. Y también tenemos
plena esperanza de que todos los verdaderos cristianos, dondequiera que
estén en el mundo, entrelazarán sus oraciones con las de sus hermanos
oprimidos por tantas calamidades e injusticias, como testimonio de los
lazos comunes de la caridad. De manera especial exhortamos a esta
cruzada de oraciones a todos aquellos a quienes, como el divino
Redentor, así también Nosotros, que somos su representante en la tierra,
miramos con especial ternura, es decir, aquellos que en la primera flor
de los años brillan con inocencia, dulzura y gracia. Extraemos una gran
esperanza sobre todo de las oraciones de estos pequeños, que en este
mundo manchado por tantos crímenes y pecados pueden en cierto modo ser
llamados ángeles. Junto a ellos todos los cristianos invocamos el
patrocinio muy poderoso de la Santísima Virgen María, un patrocinio que
tiene tanto valor ante Dios para nosotros,
No
tenemos ninguna duda de que entre todos los pueblos, en las ciudades,
pueblos e incluso en los pueblos más remotos, en todas partes la luz del
Evangelio, todos los cristianos, y en primer lugar los niños y niñas,
corresponderán con entusiasmo a estas Nuestras exhortaciones paternas, a
las que se sumará la vuestra; para que, con la influencia y con la
ayuda de la gracia de Dios, invocada por tantas voces suplicantes, y con
la intercesión de la Virgen María, el más querido pueblo húngaro,
afligido por tanto dolor y bañado en tanta sangre, así como los demás
pueblos de Europa del Este, privados de su libertad religiosa y civil,
puedan feliz y pacíficamente dar un orden justo a sus asuntos públicos,
salvaguardando los derechos de Dios y de Jesucristo el Rey divino, cuyo
reino «es el reino de la verdad y de vida, reino de santidad y gracia, reino de justicia, amor y paz» . (Prefacio en la fiesta de Cristo Rey)
Animados
por esta dulce esperanza, tanto para todos ustedes, venerables
hermanos, como para los rebaños confiados a su cuidado, y especialmente
para aquellos que en Hungría y otras naciones de Europa del Este se
encuentran en condiciones tan difíciles y están oprimidos por tantas
calamidades, De todo corazón impartimos la bendición apostólica, el
auspicio de las gracias celestiales y la prenda de Nuestra benevolencia;
una bendición que extendemos de manera muy especial a los sagrados
pastores de las naciones antes mencionadas que languidecen en prisión o
se encuentran en descenso o exilio.
Dado
en Roma, junto a San Pedro, em 28 de octubre, fiesta de Nuestro Señor
Jesucristo Rey, del año 1956, decimoctavo de Nuestro Pontificado. PÍO
PP. XII
2.º ENCÍCLICA “Lætámur admódum” (1 de Noviembre de 1956).
PIUS PP. XII,
AD VENERÁBILES FRATRES PATRIÁRCHAS, PRIMÁTES, ARCHIEPÍSCOPOS, EPÍSCOPOS,
ALIÓSQUE LOCÓRUM ORDINÁRIOS, PACEM ET COMMUNIÓNEM CUM APOSTÓLICA SEDE
HABÉNTES: ÍTERUM PÚBBLICÆ INDICÚNTUR SUPPLICATIÓNES ATQUE ADHIBÉNTUR
ADHORTATIÓNES AD PACEM CONCILIÁNDAM.
VENERÁBILES FRATRES, SALÚTEM ET APOSTÓLICAM BENEDICTIÓNEM.
Lætámur
admódum quod nóvimus non modo Sacros cathólici orbis Pastóres, sed
cœ́terum étiam clerum christiánumque pópulum patérnis hortatiónibus
Nostris, per datas nuper Encýclicas Lítteras habítis («Luctuosíssimi
evéntus» d. d. XXVIII Oct. a. MCMLVI), ultro libénterque respondísse,
elátis ad propitiándum Cœlum públicis supplicatiónibus. Atque ádeo
immortáles ex ánimo Deo grates ágimus, quod, eo tot exoráto vócibus,
innocéntium præsértim puerórum puellárumque, Polóniæ atque Hungáriæ
pópulis pacis justítia inníxæ nova velúti auróra tandem aliquándo
illucéscere vidétur. Nec minóre cum gáudio compérimus Diléctos Fílios
Nostros S. R. E. Cardináles Stephánum Vyszynski, Archiepíscopum
Gnesnénsem et Varsaviénsem, et Joséphum Mindszénty, Archiepíscopum
Strigoniénsem, e suis sédibus deturbátos, jam esse, utpóte innocéntes
falsóque crímine accusátos, in suum cujúsque honóris potestátisque locum
restitútos ac per triúmphum ab ovánte multitúdine excéptos. Id fore
confídimus ut auspícium sit componéndæ pacificándæque utriúsque
Reipúblicæ sanióribus princípiis melióribusque légibus, sartis præsértim
téctisque servátis Dei Ecclésiæque júribus. Quam ad rem íterum
íterumque cathólicos omnes illárum Natiónum appellámus ut, víribus
unítis agmínibusque confértis et cum Sacris Antistítibus conjúnctis,
omni ope allabórent, ut ejúsmodi sanctíssima cáusa et provéhi et
solidári quéat; causam dicímus, qua prætermíssa vel neglécta, nulla veri
nóminis pax habéri potest.
Verúmtamen,
dum ob hanc rem trépidum adhuc gérimus ánimum, áliud cernímus
formidolósum incúmbere rerum discrímen. Ut enim nostis, Venerábiles
Fratres, in propinquióribus oriéntis regiónibus, haud procul a
sacratíssima terra illa, in quam Ángeli de cœlo delápsi ac super Divíni
Infántis cunábula volitántes, pacem nuntiárunt homínibus bonæ voluntátis
(cfr. Luc. 2, 14), novæ conflagratiónis béllicæ faces mináciter
agitántur. Quid áliud Nos facére póssimus, qui pópulos omnes patérno
compléctimur péctore, nisi ad misericordiárum Patrem et Deum tótius
consolatiónis (cfr. 2 Cor. 1, 3) súpplices admoveámus preces, eásdemque
ut vos quóque omnes una Nobíscum adhibeátis cohortémur? Étenim «arma
milítiæ nostræ non carnália sunt, sed poténtia Deo» (2 Cor. 10, 4).
Eídem únice confídimus, qui mortálium mentes potest et suo cœlésti
lúmine collustráre et exagitátas eórundem voluntátes ad moderatióra
consília flectére, quíbus rectus inter Natiónes ordo mútuæ cum
utilitátis proféctu ac salvis eórum ómnium, quórum res intérest,
legítimis júribus constabiliátur. Consíderent omnes, ii præsértim quórum
in mánibus populórum sortes sunt pósitæ, nullum úmquam duratúrum bonum
ex bello oríri, multas áutem jactúras multásque calamitátes. Non armis
enim, non cæde, non ruínis cáusæ hóminum decernúntur; sed ratióne, sed
jure, sed prudéntia, sed æquitáte.
Quotiescúmque
cordáti hómines, sincéræ pacis voluntáte ducti, una simul ob ejúsmodi
cáusam congregántur, si grávia belli discrímina consíderant, quod ex
parva flamma in imménsum incéndium succrescére potest, ii procul dúbio
ad ingrediéndas vias justítiæ, non áutem ad prærúptas violéntiæ sémitas
excitátos se séntiant opórtet.
Hæc
Nos in periculósis hisce rerum adjúnctis iis præsértim suadére cúpimus,
qui rei públicæ gubernácula moderántur; ac nullo modo dubitáre póssumus
quin iídem perspéctum plane hábeant nulla ália ratióne Nos movéri, nisi
commúnis ómnium boni commúnisque illíus prosperitátis, quæ númquam ex
fratérni cruóris effusióne oríri potest.
Et
quandóquidem, ut dixímus, in divína potíssimum providéntia
misericórdiaque spem collocámus Nostram, vos Venerábiles Fratres, étiam
atque étiam adhortámur ut studiósam illam precum contentiónem fóvere ac
provéhere ne desistátis, qua summi Dei benígnitas concédat —Deíparæ
Virginis Maríæ interpósito patrocínio— ut bellórum perícula facéssant,
ut discordántes Natiónum res ratiónesque felíciter componántur, utque
ubíque terrárum sacrosáncta Ecclésiæ jura, a Dívino Conditóre statúta,
commúni cum ómnium fructu, incólumia servéntur, et «cunctæ famíliæ
géntium, peccáti vúlnere disgregátæ, ejus suavíssimo subdántur império»
(Orat. in Festo Jesu Christi Regis).
Vobis
ómnibus intérea, Venerábiles Fratres, et grégibus unicuíque vestrum
concréditis, quos non dubitámus iterátis hisce hortatiónibus Nostris una
vobíscum álacres esse responsúros, cœléstium conciliatrícem múnerum ac
patérnæ benevoléntiæ Nostræ testem, Apostólicam Benedictiónem
amantíssime in Dómino impértimus.
Datum
Romæ, apud S. Petrum, die I mensis Novémbris, in Festo ómnium
Sanctórum, anno MDCCCCLVI, Pontificátus Nostri duodevicésimo. PIUS PP.
XII
TRADUCCIÓN
PÍO PAPA XII, A LOS VENERABLES HERMANOS PATRIARCAS, PRIMADOS,
ARZOBISPOS, OBISPOS, Y DEMÁS ORDINARIOS DE LUGARES QUE ESTÁN EN PAZ Y
COMUNIÓN CON LA SEDE APOSTÓLICA, REITERANDO LAS SÚPLICAS PÚBLICAS Y ENVIANDO EXHORTACIONES PARA CONSEGUIR LA PAZ.
VENERABLES HERMANOS, SALUD Y BENDICIÓN APOSTÓLICA.
Es
motivo de gran alegría para nosotros saber que no solo el episcopado
del mundo católico, sino también los demás eclesiásticos y fieles han
respondido con espontáneo entusiasmo a Nuestra invitación, dirigida a
ellos con una encíclica reciente [Luctuosíssimi evéntus],
elevando peticiones públicas al cielo para hacerlo propicio. Por tanto,
queremos agradecer a Dios con efusión y desde lo más profundo de nuestro
corazón porque, movidos por tantas oraciones, especialmente las de
niños inocentes, parece que finalmente amanece un nuevo amanecer de paz
para los pueblos de Polonia y Hungría, fundado en la justicia. Tampoco
con menos alegría nos hemos enterado de que Nuestros queridos hijos, los
Cardenales Stefan Wyszyński, arzobispo de Gniezno y Varsovia, y Joseph
Mindszenty, arzobispo de Estrigonia, removidos de sus respectivas sedes,
fueron devueltos a sus lugares de honor y responsabilidad, y recibidos
triunfalmente por una multitud de personas que vitoreaban, después de
ser reconocidos inocentes y acusados injustamente. Por tanto,
esperamos que este sea un buen augurio para la reorganización y
pacificación de ambos estados, sobre la base de principios más
saludables y una mejor legislación, pero especialmente sobre la base del
respeto a los derechos de Dios y de la Iglesia. Por tanto, volvemos a
dirigirnos a todos los católicos de esas naciones para que, uniendo
unánimemente sus fuerzas y agrupando filas en torno a sus legítimos
pastores, quieran con toda diligencia que esta santa causa progrese y se
consolide;
Pero,
mientras Nuestra alma todavía está temblorosa, otra situación
aterradora se presenta ante Nosotros. Como sabéis, venerables hermanos,
la antorcha de una nueva acción bélica se ha encendido amenazadoramente
en Oriente Medio, no lejos de Tierra Santa, donde los ángeles,
descendidos del cielo y sobrevolando la cuna del divino Infante,
anunciaron la paz a los hombres de buena voluntad (cf. Lc 2, 14). ¿Qué
más podríamos nosotros, que abrazamos a todos los pueblos con amor
paterno, si no suplicar al Padre de misericordias y Dios de toda
consolación (cf. 2 Co. 1, 3), y exhortaros a todos a unir vuestras
oraciones a la nuestra? De hecho, «las armas con que combatimos no son carnales, sino que son poderosísimas en Dios»
(2 Cor. 10,4). Nuestra esperanza descansa únicamente en Aquel que con
su luz celestial puede iluminar la mente de los hombres y doblegar su
voluntad exasperada a consejos más moderados, para que se pueda
establecer el orden correcto entre las naciones, con mayores ventajas
mutuas, sin perjuicio siempre de los legítimos derechos de los hombres.
todos los involucrados. Todos deben tener presente, especialmente
aquellos en cuyas manos está puesto el destino de los pueblos, que de la
guerra nunca puede nacer un bien duradero, sino una gran cantidad de
desgracias y calamidades. Las cuestiones entre hombres no se resuelven
con armas, ni con masacre, ni con ruinas; pero con razón, ley,
prudencia, justicia.
Cuando
los sabios, impulsados por el deseo de la paz verdadera, se unen para
hacer frente a problemas tan graves, sin duda deben sentirse inclinados
a elegir el camino de la justicia y a no aventurarse por la empinada
pendiente de la violencia, si consideran los grandes peligros de la
violencia. una guerra., que, a partir de una pequeña chispa, puede
convertirse en un gran incendio.
Queremos
llamar la atención de los gobernantes sobre esto en esta peligrosa
coyuntura, ni podemos dudar de que estarán convencidos de que ningún
otro interés nos impulsa que el del bien común de todos y esa
prosperidad común que nunca florecerá del derramamiento de sangre de los
hermanos.
Y
puesto que, como hemos dicho, ponemos nuestra esperanza especialmente
en la providencia y misericordia de Dios, os exhortamos insistentemente,
venerables hermanos, a no desistir de alentar y promover esa cruzada de
oraciones, por la cual, con la intercesión de la virgen María, el
Señor, concede bondadosamente que desaparezcan los peligros de las
guerras, que los intereses en conflicto de las naciones encuentren una
feliz solución, que en todas partes los derechos sacrosantos de la
Iglesia, sancionados por su divino Fundador, estén plenamente
salvaguardados, en beneficio de todos, y que «la gran familia humana, quebrantada por el pecado, se someta a su dulce imperio» (Oración en la fiesta de Cristo Rey).
Mientras
tanto, a todos vosotros, venerables hermanos, y a la grey confiada a
vuestro cuidado, que ciertamente, como vosotros, serán sensibles a estas
renovadas exhortaciones nuestras, os impartimos de todo corazón la
bendición apostólica, prenda de gracia y testimonio celestial de nuestra
benevolencia paterna.
Dado
en Roma, junto a San Pedro, 1 de Noviembre, fiesta de Todos los Santos,
del año 1956, decimoctavo de Nuestro Pontificado. PÍO PP. XII
3.º ENCÍCLICA “Datis nupérrime” (5 de Noviembre de 1956).
PIUS PP. XII,
AD VENERÁBILES FRATRES PATRIÁRCHAS, PRIMÁTES, ARCHIEPÍSCOPOS,
EPÍSCOPOS, ALIÓSQUE LOCÓRUM ORDINÁRIOS, PACEM ET COMMUNIÓNEM CUM
APOSTÓLICA SEDE HABÉNTES: LUCTUOSÍSSIMI HUNGÁRIÆ EVÉNTUS COMPLORÁNTUR AC
REPROBÁNTUR.
VENERÁBILES FRATRES, SALÚTEM ET APOSTÓLICAM BENEDICTIÓNEM.
Datis
nupérrime Encýclicis Lítteris ad vos, Sacri cathólici orbis Pastóres,
spem declarábamus Nostram fore ut nova pacis auróra, justítia
libertáteque inníxæ, nobilíssimo quóque Hungáriæ pópulo tandem aliquándo
illucésceret, cum res in mélius compóni hac in Natióne videréntur.
Verúmtamen
qui póstea perláti sunt núntii acérrimo mœróre ánimum opplevérunt
Nostrum: íterum nempe per Hungarórum urbes, per óppida, per pagos cívium
cruórem proflúere, justam libertátem ex imo péctore anhelántium; quæ
pátria institúta redintegráta fúerant, per vim íterum subvérsa ac
deléta; átque impósitam exterórum armis cruentáto pópulo servitútem.
Luctuósos hos evéntus, qui non modo cathólicos omnes, sed cunctas étiam
líberas gentes summa mœstítia indignatióneque affíciunt, tempárare Nobis
non póssumus quin —ut offícii Nostri consciéntia ímperat— complorémus
ac reprobémus. Ii tandem consíderent, quórum jussu hæc miseránda evenére facinóra, justam populórum libertátem humáno cruóre restíngui non posse.
Nos quídem, qui patérnum erga omnes gérimus ánimum, quámlibet vim, quámlibet cædem,
a quávis parte injúste inferátur, númquam lícere asserverámus, sed ad
pacem tantum, quæ justítia, quæ libertáte, quæ caritáte consístat atque
alátur, cunctos adhortámur pópulos cíviumque órdines. Áttamen quod «ait
Dóminus ad Cain... vox sánguinis fratris tui clamat ad me de terra»
(Gen. 4, 9-10), hódie étiam verum exstat; átque ádeo Hungáricæ gentis
cruor clamat ad Deum, qui, justus cum sit judex, si privátos hómines
sæpe post mortem tantummódo ob eórum peccáta punit, populórum tamen
moderatóres, a, quíbus injúriæ cœ́teris inferúntur, eorúmque Natiónes
hac étiam in mortáli vita intérdum plectit, ut história comprobátur.
Permóveat
ígitur, súpplici precámur voce, misericordíssimus Redémptor noster
eórum ánimos, quórum ex voluntáte res pendet, ita quídem ut finem tandem
accípiat injustítia, quǽvis violéntia restinguátur, átque inter se
pacátæ gentes univérsæ tranquíllo serénoque órdine componántur.
Intérea
vero, pro iis ómnibus præsértim, qui in luctuosíssimis hisce rerum
adjúnctis misérrime interfécti sunt, lucem ætérnam sempitérnamque
réquietem in Cœlo a miserentíssimo Deo implorámus; atque cúpimus ut
christiáni omnes hac étiam de cáusa supplicántes una Nobíscum
conjungántur.
Hæc
vobíscum communicántes, Apostólicam Benedictiónem, quæ sit cœléstium
múnerum conciliátrix ac patérnæ benevoléntiæ Nostræ testis, cum vobis
síngulis univérsis, Venerábiles Fratres, grégibusque vestris, tum
nominátim caríssimæ Hungarórum genti effúsa caritáte impértimus.
Datum Romæ, apud S. Petrum, die V mensis Novémbris, anno MDCCCCLVI, Pontificátus Nostri duodevicésimo. PIUS PP. XII
TRADUCCIÓN
PÍO
PAPA XII, A LOS VENERABLES HERMANOS PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS,
OBISPOS, Y DEMÁS ORDINARIOS DE LUGARES QUE ESTÁN EN PAZ Y COMUNIÓN CON
LA SEDE APOSTÓLICA, DEPLORANDO Y REPROBANDO LOS LUCTUOSÍSIMOS EVENTOS EN
HUNGRÍA.
VENERABLES HERMANOS, SALUD Y BENDICIÓN APOSTÓLICA.
Con
la muy reciente encíclica dirigida al episcopado católico, habíamos
expresado la esperanza de que por fin amaneciera una nueva aurora de paz
basada en la justicia y la libertad para el nobilísimo pueblo de
Hungría, ya que parecía que las cosas se desarrollaban favorablemente en
esa nación.
Salvo
que la noticia que llegó más tarde llenó Nuestra alma de una amargura
de lo más dolorosa: es decir, se supo que fluye nuevamente por las
ciudades y pueblos de Hungría la sangre generosa de ciudadanos que
anhelan con todo su corazón una justa libertad, que las instituciones de
la patria, en cuanto se constituyeron, fueron derrocadas y destruidas,
que se violaron los derechos humanos y que se impuso una nueva
servidumbre al pueblo sangrante con armas extranjeras. Ahora, como nos
manda el sentimiento de Nuestro deber, no podemos dejar de protestar,
deplorando estos dolorosos hechos, que no sólo provocan la amarga
tristeza e indignación del mundo católico, sino también de todos los
pueblos libres. Que aquellos cuyos mandatos han causado estos trágicos
acontecimientos se den cuenta de que la legítima libertad de un pueblo
no puede extinguirse con el derramamiento de sangre humana.
Nosotros,
que miramos a todos los pueblos con espíritu paternal, debemos afirmar
solemnemente que toda violencia, todo derramamiento de sangre injusto,
venga de donde venga, es siempre ilícito; y aún debemos exhortar a todos
los pueblos y clases sociales a esa paz que debe tener sus fundamentos
en la justicia y la libertad y que encuentra su alimento vital en la
caridad. Las palabras que Dios dirigió a Caín: «La voz de la sangre de tu hermano está clamando a mí desde la tierra»
(Gén. 4, 9-10), tienen también hoy su valor; y por lo tanto, la sangre
del pueblo húngaro clama al Señor, quien, como juez justo, a menudo
castiga a los individuos privados por sus pecados solo después de la
muerte, no obstante, como enseña la historia, ocasionalmente castiga en
esta vida mortal a los gobernantes de los pueblos y sus naciones cuando
han tratado injustamente a otros.
Que
Dios misericordioso toque el corazón de los responsables, para que al
fin termine la injusticia, se calme toda violencia y todas las naciones,
pacificadas entre sí, encuentren un orden recto en un clima de serena
tranquilidad.
Mientras
tanto, elevamos Nuestras súplicas al Señor para que, especialmente
aquellos que han encontrado la muerte en estas dolorosas situaciones,
puedan disfrutar de la luz eterna y la paz en el Cielo; y también
deseamos que todos los cristianos unan sus súplicas a las nuestras
también por esta razón.
Mientras
os expresamos a todos vosotros estos sentimientos nuestros, os
impartimos cordialmente a vosotros, venerados hermanos, a vuestros
fieles y, de manera muy especial, al amado pueblo húngaro, la bendición
apostólica, que es una prenda de la gracia celestial y testimonio de
nuestra buena voluntad paterna.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 5 de Noviembre del año 1956, decimoctavo de Nuestro Pontificado. PÍO PP. XII
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios deberán relacionarse con el artículo. Los administradores se reservan el derecho de publicación, y renuncian a TODA responsabilidad por el contenido de los comentarios que no sean de su autoría. La blasfemia está estrictamente prohibida, y los insultos a la administración es causal de no publicación.
Comentar aquí significa aceptar las condiciones anteriores. De lo contrario, ABSTENERSE.
+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)