Como Obispo de Alejandría, San Atanasio el Grande había pasado 17 años de su mandato en el exilio, durante el cual los sacerdotes de su diócesis en su gran mayoría apostataron a la herejía arriana (que vencidos en el Concilio de Nicea, sus adherentes se refugiaron en la Corte imperial) y se apoderaron de los templos, dejando a los católicos fuera de ellos. Estas noticias le habían llegado a nuestro santo, que en su Carta pascual del año 356 les escribe para infundirles esperanza y recordarles que el templo, aunque importante, sin la Fe no es más que un edificio común y corriente.
Esta
carta (cuya versión griega no ha llegado hasta nosotros, y la versión
latina es fragmentada), ha circulado por décadas en la Tradición (la
FSSPX y los primeros sedevacantistas), a veces con distintas versiones
que incluían paráfrasis o adiciones que le restaban autenticidad. Por
primera vez os traemos el texto en latín (tomada de la edición de los Benedictinos de San Mauro de las obras completas de San Atanasio,
tomo I parte 2.ª, París, imprenta de Juan Anisson, 1698, pág. 968) y
una traducción al español, conservando la fidelidad al texto.
La
carta de San Atanasio cobra vigencia en nuestros tiempos tan
desgraciados: los modernistas, congraciados con la Jerarquía Apóstata
del Vaticano II y en connivencia con los poderes seglares, esparcieron
el error en tal medida que los mundanos creen que es la verdadera
Iglesia Católica (sin serlo realmente),
y se apoderaron de los templos católicos, dándole los usos más diversos
y abyectos (caso reciente, lo que sucedió en Toledo), cuando no vendiéndolos para convertirse en restaurantes, edificios
residenciales, ¡salones de eventos!, o demoliéndolos de plano cuando ni
siquiera los ceden a las religiones falsas. Y si se trata de sus nuevos
templos, construidos las más veces en forma extravagante o pauperista y decorados con el informe y hasta diabólico “arte moderno”, son todo menos lugares sagrados.
LATÍN
Deus
quídem vos consolétur, novi áutem quia non hoc solum vos contrístat,
sed contrístat et illud, quia ecclésias quídem álii per violéntiam
tenúerunt, vos áutem ínterim foris estis a locis; illi enim loca, vos
vero habétis apostólicam fidem. Illi in locis exsisténtes, a vera fide
sunt foris: vos vero a locis quídem foris estis, fides vero intus.
Discutiámus quid sit majus, locus an fides: claret útique quia vera
fides. Quis ergo ámplius perdídit, vel quis ámplius habet, qui locum
tenet, an qui fidem? Bonus quídem locus est, quándo illic apostólica
fides prædicátur: sanctus est, si ibi habítat sanctus.
Vos
áutem beáti, qui fide in Ecclésia estis, in fídei fundaméntis
habitátis, et sufficiéntem satisfactiónem habétis, fídei summitátem: quæ
in vobis permánet inconcússa; ex apostólica enim traditióne pervénit ad
vos, et frequénter eam exsecránda invídia vóluit commovére, nec váluit:
magis áutem per ea quæ commovérunt sunt abscíssi. Hoc est enim quod
scriptum est: “Tu es Fílius Dei vivi”, Petro per revelatiónem Patris confésso et audiénte: “Beátus es, Simon Barjóna, quía caro et sánguis non revelávit tibi, sed Pater meus qui in cœlis est” (Matth. XVI, 17), et c
tera.
Nemo ígitur únquam vestræ fídei prævalébit, dilectíssimi fratres: si
enim aliquándo ecclésias reddíderit Deus, crédimus enim hoc; verúmtamen
ne tanta ecclesiárum redditiónem súfficit nobis fides. Et ne forte sine
scriptúris lóquens, violéntia dicam, bonum est vos ad Scripturárum
testimónia trahére. Commemorámini enim quia templum quídem erat
Jerúsalem: templum non erat in éremo, alienígenæ invasérant. Ex quo et
templum vero Jerúsalem; illi ejécti Babylónia descendérunt, judício
probántis, sive étiam corrigéntis Dei; manifestántis vero inimicórum
sánguinem vorántium pœnas ígnaris. Et locum quídem habébant alienígenæ;
loci vero Dóminum nesciébant. In tantum vero, quía nec respónsa dabat,
nec loquébatur, sed a veritate desoláti fúerunt. Quid ígitur eos juvat
locus? Ecce enim locum habéntes accusántur a diligéntibus Deum, quía eum
fecérunt spelúncam latrónum, et domum negotiatiónis, et domum veli*
locum sanctum fecérunt améntes sibi, quos illic non licébat intráre.
Audívimus enim, dilectíssimi, discéntes ab his qui inde venérunt hæc et
detériora his. Quándo ígitur labóre vidéntur Ecclésiam tenére, tanto
magis ejécti sunt. Et putántur esse infra veritátem, expúlsi sunt áutem
et capti, et nullum lucrum sola Ecclésia quía rerum véritas judicátur.TRADUCCIÓN
Que
Dios os consuele. He sabido que no sólo esto os entristece [mi exilio],
sino sobre todo el hecho de que los otros [los arrianos] se han
apoderado de los templos por la violencia y entre tanto vosotros habéis
sido expulsados de esos lugares. Ellos, entonces, tienen los templos.
Vosotros, en verdad, tenéis la Fe apostólica. Ellos, consolidados en
esos templos, están fuera de la verdadera Fe, en cambio vosotros, que
estáis fuera de los lugares, permanecéis dentro de la Fe. Discutamos qué
sea más importante, el templo o la Fe, y está claro que es más
importante la verdadera Fe. Por tanto, ¿quién ha perdido más, o quién
posee más, el que retiene un lugar, o el que retiene la Fe? El lugar
ciertamente es bueno cuando allí se predique la Fe Apostólica: es
santo, si allí habita el Santo.
Bienaventurados
en cambio vosotros, que estáis en la fe de la
Iglesia, habitáis en los fundamentos de la fe, y tenéis suficiente
satisfacción en la totalidad de la fe, que en vosotros permanece
inconmovible. Por tradición apostólica ha venido hasta vosotros, y
frecuentemente la execrable envidia ha querido conmoverla pero no ha
podido: antes contrario, por ella los que la conmovieron son cortados.
Esto es lo que está escrito: que Pedro por revelación del Padre confesó:
“Tú eres el hijo del Dios vivo”, y escuchó “Bienaventurado eres Simón
hijo de Joná, porque esto no te lo reveló la carne ni la sangre, sino mi
Padre que está en el Cielo”, etc. (San Mateo XVI, 17), y lo demás. Por
eso nadie prevalecerá nunca contra vuestra fe, queridísimos hermanos:
si en algún momento Dios os devolviere las iglesias, creemos esto no
obstante: la Fe nos basta más que la restitución de las iglesias. Y no
os hablo sin apoyo de la escritura, os digo con violencia, es bueno
traeros el testimonio de las Escrituras. Recordemos pues el templo
que estaba en Jerusalén: el templo no estaba en despoblado, y los
extranjeros lo invadieron. Del templo de Jerusalén, ellos [los judíos]
bajaron
expulsados a Babilonia, probando el juicio, o también corregidos por
Dios, manifestando a los ignorantes las penas por los enemigos sedientos
de sangre. Y en el lugar pues que habitaban los extranjeros,
desconocieron al Dios verdadero. En verdad, ni respuesta les podía dar,
ni
hablar, sino que fueron desolados de la verdad. ¿Qué pues, gozaron ellos
del templo? He aquí que al tener los templos, los que aman a Dios los
acusan, porque del lugar santo hicieron cueva de ladrones y casa de
negocios y tribunal judicial, perteneciéndoles a quienes no les era
permitido entrar allí.
Hemos oído decir esto y cosas peores, dilectísimos, de los han venido
hasta aquí. Pues cuando se ven en la labor de tener la Iglesia, tanto
más son echados de ella. Y diciendo estar bajo la verdad, en cambio son
expulsados de ella y cautivos, y sin ningún lucro de la verdad, única
cosa que juzga la Iglesia.
NOTA ÚNICA
*Literalmente “umbral de la casa” (en griego οἶκος βηλός). En sentido figurado, Tribunal de justicia.
Este es un aporte magnífico, hermano. Yo había publicado una versión anterior hacía muchos años de esta carta, pero no imaginaba encontrar el texto latino. Muchas gracias y bendiciones para ti.
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