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viernes, 8 de octubre de 2021

CARTA DE SAN ATANASIO A SU GREY


Como Obispo de Alejandría, San Atanasio el Grande había pasado 17 años de su mandato en el exilio, durante el cual los sacerdotes de su diócesis en su gran mayoría apostataron a la herejía arriana (que vencidos en el Concilio de Nicea, sus adherentes se refugiaron en la Corte imperial) y se apoderaron de los templos, dejando a los católicos fuera de ellos. Estas noticias le habían llegado a nuestro santo, que en su Carta pascual del año 356 les escribe para infundirles esperanza y recordarles que el templo, aunque importante, sin la Fe no es más que un edificio común y corriente.
   
Esta carta (cuya versión griega no ha llegado hasta nosotros, y la versión latina es fragmentada), ha circulado por décadas en la Tradición (la FSSPX y los primeros sedevacantistas), a veces con distintas versiones que incluían paráfrasis o adiciones que le restaban autenticidad. Por primera vez os traemos el texto en latín (tomada de la edición de los Benedictinos de San Mauro de las obras completas de San Atanasio, tomo I parte 2.ª, París, imprenta de Juan Anisson, 1698, pág. 968) y una traducción al español, conservando la fidelidad al texto.
  
La carta de San Atanasio cobra vigencia en nuestros tiempos tan desgraciados: los modernistas, congraciados con la Jerarquía Apóstata del Vaticano II y en connivencia con los poderes seglares, esparcieron el error en tal medida que los mundanos creen que es la verdadera Iglesia Católica (sin serlo realmente), y se apoderaron de los templos católicos, dándole los usos más diversos y abyectos (caso reciente, lo que sucedió en Toledo),  cuando no vendiéndolos para convertirse en restaurantes, edificios residenciales, ¡salones de eventos!, o demoliéndolos de plano cuando ni siquiera los ceden a las religiones falsas. Y si se trata de sus nuevos templos, construidos las más veces en forma extravagante o pauperista y decorados con el informe y hasta diabólico “arte moderno”, son todo menos lugares sagrados.
    
LATÍN
Deus quídem vos consolétur, novi áutem quia non hoc solum vos contrístat, sed contrístat et illud, quia ecclésias quídem álii per violéntiam tenúerunt, vos áutem ínterim foris estis a locis; illi enim loca, vos vero habétis apostólicam fidem. Illi in locis exsisténtes, a vera fide sunt foris: vos vero a locis quídem foris estis, fides vero intus. Discutiámus quid sit majus, locus an fides: claret útique quia vera fides. Quis ergo ámplius perdídit, vel quis ámplius habet, qui locum tenet, an qui fidem? Bonus quídem locus est, quándo illic apostólica fides prædicátur: sanctus est, si ibi habítat sanctus.
   
Vos áutem beáti, qui fide in Ecclésia estis, in fídei fundaméntis habitátis, et sufficiéntem satisfactiónem habétis, fídei summitátem: quæ in vobis permánet inconcússa; ex apostólica enim traditióne pervénit ad vos, et frequénter eam exsecránda invídia vóluit commovére, nec váluit: magis áutem per ea quæ commovérunt sunt abscíssi. Hoc est enim quod scriptum est: “Tu es Fílius Dei vivi”, Petro per revelatiónem Patris confésso et audiénte: “Beátus es, Simon Barjóna, quía caro et sánguis non revelávit tibi, sed Pater meus qui in cœlis est” (Matth. XVI, 17), et cœ́tera. Nemo ígitur únquam vestræ fídei prævalébit, dilectíssimi fratres: si enim aliquándo ecclésias reddíderit Deus, crédimus enim hoc; verúmtamen ne tanta ecclesiárum redditiónem súfficit nobis fides. Et ne forte sine scriptúris lóquens, violéntia dicam, bonum est vos ad Scripturárum testimónia trahére. Commemorámini enim quia templum quídem erat Jerúsalem: templum non erat in éremo, alienígenæ invasérant. Ex quo et templum vero Jerúsalem; illi ejécti Babylónia descendérunt, judício probántis, sive étiam corrigéntis Dei; manifestántis vero inimicórum sánguinem vorántium pœnas ígnaris. Et locum quídem habébant alienígenæ; loci vero Dóminum nesciébant. In tantum vero, quía nec respónsa dabat, nec loquébatur, sed a veritate desoláti fúerunt. Quid ígitur eos juvat locus? Ecce enim locum habéntes accusántur a diligéntibus Deum, quía eum fecérunt spelúncam latrónum, et domum negotiatiónis, et domum veli* locum sanctum fecérunt améntes sibi, quos illic non licébat intráre. Audívimus enim, dilectíssimi, discéntes ab his qui inde venérunt hæc et detériora his. Quándo ígitur labóre vidéntur Ecclésiam tenére, tanto magis ejécti sunt. Et putántur esse infra veritátem, expúlsi sunt áutem et capti, et nullum lucrum sola Ecclésia quía rerum véritas judicátur.
   
TRADUCCIÓN
Que Dios os consuele. He sabido que no sólo esto os entristece [mi exilio], sino sobre todo el hecho de que los otros [los arrianos] se han apoderado de los templos por la violencia y entre tanto vosotros habéis sido expulsados de esos lugares. Ellos, entonces, tienen los templos. Vosotros, en verdad, tenéis la Fe apostólica. Ellos, consolidados en esos templos, están fuera de la verdadera Fe, en cambio vosotros, que estáis fuera de los lugares, permanecéis dentro de la Fe. Discutamos qué sea más importante, el templo o la Fe, y está claro que es más importante la verdadera Fe. Por tanto, ¿quién ha perdido más, o quién posee más, el que retiene un lugar, o el que retiene la Fe? El lugar ciertamente es bueno cuando  allí se predique la Fe Apostólica: es santo, si allí habita el Santo.
   
Bienaventurados en cambio vosotros, que estáis en la fe de la Iglesia, habitáis en los fundamentos de la fe, y tenéis suficiente satisfacción en la totalidad de la fe, que en vosotros permanece inconmovible. Por tradición apostólica ha venido hasta vosotros, y frecuentemente la execrable envidia ha querido conmoverla pero no ha podido: antes contrario, por ella los que la conmovieron son cortados. Esto es lo que está escrito: que Pedro por revelación del Padre confesó: “Tú eres el hijo del Dios vivo”, y escuchó “Bienaventurado eres Simón hijo de Joná, porque esto no te lo reveló la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el Cielo”, etc. (San Mateo XVI, 17), y lo demás. Por eso nadie prevalecerá nunca contra vuestra fe, queridísimos hermanos: si en algún momento Dios os devolviere las iglesias, creemos esto no obstante: la Fe nos basta más que la restitución de las iglesias. Y no os hablo sin apoyo de la escritura, os digo con violencia, es bueno traeros el testimonio de las Escrituras. Recordemos pues el templo que estaba en Jerusalén: el templo no estaba en despoblado, y los extranjeros lo invadieron. Del templo de Jerusalén, ellos [los judíos] bajaron expulsados a Babilonia, probando el juicio, o también corregidos por Dios, manifestando a los ignorantes las penas por los enemigos sedientos de sangre. Y en el lugar pues que habitaban los extranjeros, desconocieron al Dios verdadero. En verdad, ni respuesta les podía dar, ni hablar, sino que fueron desolados de la verdad. ¿Qué pues, gozaron ellos del templo? He aquí que al tener los templos, los que aman a Dios los acusan, porque del lugar santo hicieron cueva de ladrones y casa de negocios y tribunal judicial, perteneciéndoles a quienes no les era permitido entrar allí. Hemos oído decir esto y cosas peores, dilectísimos, de los han venido hasta aquí. Pues cuando se ven en la labor de tener la Iglesia, tanto más son echados de ella. Y diciendo estar bajo la verdad, en cambio son expulsados de ella y cautivos, y sin ningún lucro de la verdad, única cosa que juzga la Iglesia.
   
NOTA ÚNICA  
*Literalmente “umbral de la casa” (en griego οἶκος βηλός). En sentido figurado, Tribunal de justicia.

1 comentario:

  1. Este es un aporte magnífico, hermano. Yo había publicado una versión anterior hacía muchos años de esta carta, pero no imaginaba encontrar el texto latino. Muchas gracias y bendiciones para ti.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)