Meditaciones
dispuestas por San Alfonso María de Ligorio, y traducidas al Español,
publicadas en Barcelona por la imprenta de Pablo Riera en 1859.
Imprimátur por D. Juan de Palau y Soler, Vicario General y Gobernador
del Obispado de Barcelona, el 30 de Octubre de 1858.
MEDITACIÓN 36.ª (OCTAVA DE NAVIDAD): De la soledad de Jesús en el establo.
Jesús,
al nacer, quiso elegir para su retiro y oratorio el establo de Belén; y
a este fin dispuso que su nacimiento fuese fuera de la ciudad, en una
cueva solitaria, para insinuarnos su amor a la soledad y al silencio.
Todo esto respira aquella gruta. Entremos en ella, y hallarémos a Jesús
que calla recostado sobre la paja; a María y José, que Le adoran y
contemplan en silencio. Fue revelado a Sor Margarita del Santísimo
Sacramento, llamada la Esposa del Niño Jesús, que cuanto pasó en la
gruta de Belén, aun la visita de los pastores y la adoración de los
Santos Magos, fue sin hablar palabra. Esto que en los otros niños es
impotencia, en Jesucristo fue virtud. No habla Jesús, pero ¡cuánto dice
con su silencio! ¡Oh, dichoso el que se entretiene con Jesús, María y
José en esta santa soledad del pesebre! Los pastores con solo haber sido
admitidos allí un poco de tiempo, salieron todos inflamados de amor
hacia Dios, pues que no hacían otro sino alabarle y bendecirle. ¡Oh!
¡Feliz aquella alma que se encierra en la soledad de Belén, a contemplar
la divina misericordia, y el amor que Dios ha tenido y tiene a los
hombres! La llevaré a la soledad, y hablaré a su corazón, le dice el
Señor por Oseas (cap. II, 4). Allí el divino Infante no le hablará al
oído, sí al corazón, invitándola a amar a su Dios, que tanto la ama. Al
ver la pobreza de aquel solitario que se está en una cueva fría, sin
fuego, sirviéndose de un pesebre por cuna, y de un poco de heno por
lecho: al oír los vagidos, al mirar las lágrimas de este inocente Niño, y
al considerar que Él es su Dios, ¿cómo es posible pensar en otro que en
amarlo? ¡Oh, qué dulce retiro es para un alma que tiene fe el establo
de Belén! Imitemos también a María y José, que inflamados de amor
perseveran en contemplar al gran Hijo de Dios, vestido de carne, y
sujeto a las miserias humanas: el sabio, reducido a un parvulito que no
habla: el grande, hecho chiquito: el excelso, de tal modo abatido: el
rico, hecho tan pobre: el omnipotente, débil; en suma, considerando la
Majestad divina oculta bajo la forma de un pequeñito niño despreciado y
abandonado del mundo, y que todo lo hace y padece para hacerse amable a
los hombres, ruégale que te admita en este santo retiro. Enciérrate y
permanece allí, y no te separes más de Él. ¡Oh soledad!, dice San
Jerónimo. Oh hermosa soledad, en la que Dios habla y conversa con sus
amadas almas, no como soberano, sino como amigo, hermano y esposo. ¡Oh!
¡Qué paraíso conversar de solo a solo con Jesús niño en la grutilla de
Belén!
AFECTOS Y SÚPLICAS
Carísimo
Salvador mío, Vos sois el Rey del Cielo, el Rey de los reyes, el Hijo
de Dios; ¿cómo, pues, os veo en esta gruta abandonado de todos? Yo no
hallo otros que os asistan, más que José y vuestra santa Madre. Deseo
venir también y unirme con ellos para haceros compañía. No me despidáis.
Aunque lo merezco, oigo, sin embargo, que Vos me invitáis con dulces
voces al corazón. Sí, vengo, mi amado Niño, lo dejo todo por estarme a
solas con Vos toda mi vida, único amor de mi alma. Insensato, en el
tiempo pasado os he abandonado y dejado solo, Jesús mío, mendigando
placeres miserables y envenenados de las criaturas; pero ahora,
iluminado por vuestra gracia, no deseo otro que estarme solitario con
Vos, que así quereis vivir en esta tierra. ¿Quién me dará alas como de
paloma, y volaré y descansaré? ¡Ah!, ¡quién me diese el poder huir de
este mundo, donde tantas veces he encontrado mi ruina, huir y estarme
siempre con Vos, que sois el gozo del Paraíso, y el verdadero amante de
mi alma! Ea, pues, Jesús mío, por los méritos de vuestra soledad en la
cueva de Belén, dadme un continuo recogimiento interior, a fin de que mi
alma venga a ser una celdilla solitaria, en la que yo no atienda más
que a conversar con Vos, consulte con Vos todos mis pensamientos, todas
las acciones; a Vos dedique todos los afectos; aquí siempre os ame, y
suspire por salir de la cárcel de este cuerpo, para ir a amaros cara a
cara en el Cielo. Os amo, bondad infinita, y espero siempre amaros en el
tiempo y en la elernidad. ¡Oh María! Vos que todo lo podeis, rogadle
que me encadene con su amor, y no permita que yo haya de perder jamás su
gracia.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)