Traducción del artículo publicado en RADIO SPADA.
«[…] Los efectos de la “reforma” no correspondieron para nada a las esperanzas dadas. Poco se esperó para cosechar los pésimos frutos de las nuevas doctrinas: y si bien por algún tiempo no se hiciese gran caso de aquella violenta agitación de las pasiones, de los medios poco honestos de la polémica y de aquella universal subversión, confortándose con la esperanza que los males no serían sino pasajeros y pronto compensados por grandes bienes, las desilusiones sin embargo se hicieron sentir siempre mayores y más amargas. En cambio de una reforma de la vida moral y religiosa, le sustituyó una corrupción mayor, reconocida por los mismos reformadores y por sus sucesores, el desprecio de la oración y del culto divino, del bautismo, de la Eucaristía, de las obras de misericordia, de la honestidad de la vida, y la prevalencia de los vicios más groseros, impudicia, embriaguez, perjurios y blasfemias. En lugar de liberación de cadenas indignas, no hubo sino una servidumbre mucho más dura; en vez de haber suprimido la palabra del hombre y dado lugar solo al verbo de Dios, se siguió un jurar por la autoridad de Lutero y de Calvino; en vez de un clero más digno, de mejores costumbres y con más autoridad, una masa de predicadores lascivos, ignorantes, mordiéndose unos a otros, despreciados; en lugar de la esperada reactivación de las escuelas públicas, una continua barbarización de los estudios y una disminución del número de alumnos; a cambio de la pretendida libertad de enseñanza, la censura más severa y tiránica; en vez de la abolición de las penas contra los herejes, la continuación y el endurecimiento de las persecuciones sin objetiva legitimación. Con todas las consolaciones del nuevo Evangelio, invadió a las almas un terror de la muerte antes inaudito; el suicidio y otros delitos devinieron frecuentes, el desorden y el pillaje crecieron espantosamente; y la superstición hizo víctimas sin número. La Biblia, que tenían siempre en la boca, era leída bien poco. La confusión llegó a tal punto que Lutero, Melanchton y la mayor parte de los teólogos no creían poderla explicar sino acercándose al último juicio, pero con esto persistían en decir que el Papa era el Anticristo, abominaban de cuanto pareciese católico, y se precipitaban desesperadamente más en la herejía y en el cisma. Las tentativas de unión entre los calvinistas y luteranos, antes y después, fallaron siempre. El cisma parió al cisma, y se siguió una escisión enorme, que poco a poco, no obstante los triunfos pasajeros de la doctrina de los novadores, le debía llevar infaliblemente a ruina. Y si no fuera por la violenta injerencia de los gobiernos seculares, dado el descontento de los predicadores y del pueblo, esto habría sucedido muy presto. El pueblo, con frecuencia duramente oprimido, suspiraba, mientras tenía viva la memoria, por los tiempos antiguos del Catolicismo y sobre todo por el sacrificio de la Misa [1]. […]».
Card. JOSÉ HERGENRÖTHER HORSCH, Historia universal de la Iglesia, vol. 9: “La pestilencia protestante, el Concilio de Trento, y el nacimiento de los jesuitas”. Traducción propia.
NOTA
[1] Se hallan bastantes testimonios en la obra de Ignacio von Döllinger sobre la reforma y en Johannes Janssen, Geschichte des deutschen Volkes (Historia del pueblo alemán), particularmente en el vol. VIII. El epíteto de reformados fue usado en 1580 en la Fórmula de concordia y aun después para significar a todos los que se separaron de la Iglesia antigua, pero desde 1584 a 1614 en oposición al luteranismo, en Nassau, Brema, Anhalt, Hesse, Brandemburgo y el Palatinado, antecedido con la adición «denominados». El nombre de luterano fue introducido en 1585 por Santiago Andrea en Wurtemberg, en contraposición a los reformados; y en el siglo XVII reconocido sin contraste. Heinrich Heppe, Ursprung und Geschichte der Bezeichnungen ‚reformierte‘ und ‚lutherische‘ Kirche (Origen e historia de las iglesias denominadas ‘reformada’ y ‘luterana’), Gotha, 1859. Heinrich Becker, „Der wesentliche Anteil Anhalts an der Festlegung der Bezeichnung ‚reformiert‘ als Kirchenname in Deutschland“ (“La parte importante de Anhalt en la fijación de la denominación ‘reformada’ como nombre de iglesia en Alemania”, en Theologische Studien und Kritik 1901, pág. 242 ss).
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