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jueves, 22 de junio de 2023

LA PESADILLA DE LA TEOCRACIA CALVINISTA DE GINEBRA

Tríptico de escenas protestantes: Juan Calvino marcado con la lis infamante por sodomita; Miguel Servet quemado en la hoguera; Teodoro de Beza acosando a una mujer mientras su hijo busca impedirlo (Grabado de Philip Fruytiers siguiendo un diseño de Marten van Cleve, hacia 1650. Ámsterdam, Museo Nacional).

«En el mes de Noviembre de 1541 aprobaron ya las autoridades y el pueblo de Ginebra la «Ordenanza eclesiástica» y el «Juicio de las costumbres» redactados por Calvino, en los que se reglamentaba la vida doméstica y social de los ciudadanos con sujeción a los preceptos y consejos evangélicos. El 2 de Enero del año siguiente, 1542, se convirtió esta ordenanza en « Ley fundamental» de la república ginebrina. Otorgáronse a los predicadores reformistas casi los mismos derechos y privilegios de que antes gozaba el clero católico, encomendándose a la Congregación o Asamblea general de todos los predicadores (siervos de la palabra de Dios, como se llamaban) la suprema inspección de todos los asuntos. Por donde se ve que el nuevo «Consistorio», compuesto de seis eclesiásticos y 12 seglares, desempeñaba a un mismo tiempo las funciones de autoridad inspectora y de tribunal de justicia, en el dominio político y en el religioso: así es que toda falta de respeto hacia este tribunal se penaba como «rebelión contra Dios y la Santa reforma». Era un tribunal más terrible que el de la Inquisición, que inspeccionaba las costumbres de los ciudadanos, vigilaba su asistencia a las iglesias, castigaba sus delitos, contándose como tales el baile, la asistencia a los teatros y a las tabernas, fuera de cinco que por pertenecer a calvinistas furiosos gozaban de especial privilegio; espiaba las mismas conversaciones privadas y hasta lanzaba censuras eclesiásticas, que de ordinario iban acompañadas del destierro. Los predicadores practicaban con regularidad visitas domiciliarias y sometían a los inquilinos a penosos interrogatorios sobre las cosas más insignificantes. Castigábaseles con durísima prisión, se les hacía sufrir tormentos inhumanos y hasta se inventaron nuevos instrumentos de martirio. Calvino conservó en su Iglesia un recuerdo de la confesión oral. Estableció la obligación de recibir la Eucaristía cuatro veces al año; pero antes debían presentarse los comulgantes al predicador, quien instruía a los ignorantes, exhortaba a los pusilánimes y daba consuelos a los que sufrían remordimientos de conciencia. La parte esencial del culto divino la constituían la predicación y la enseñanza catequista, a las que. como elemento secundario se agregaban ciertas oraciones y salmos cantados. Las imágenes y adornos se desterraron por completo de las iglesias calvinistas. en las que se adoptó la desnuda sencillez del culto zuingliano [1].
   
El dictador de Ginebra no sufría contradicciones de ninguna clase; su palabra iba revestida de autoridad infalible; y todo el que se le oponía, o le acusaba de ejercer coacción sobre las conciencias y de restablecer en su persona el Papado, estaba seguro de sufrir el castigo de su osadía, si le alcanzaba el poder de su autoridad y de su palabra o los medios coercitivos de la potestad secular; libertinos era el nombre con que designaba a sus rivales [2]. Como el partido nacional le era adverso, trató de hacerle sospechoso y apeló a todos los medios para destruirle, sustituyéndole por un partido nuevo, formado especialmente por los emigrados franceses que en gran número residían en Ginebra y le seguían incondicionalmente. Dominando en todas las esferas con autoridad absoluta, logró acaparar cuantiosas rentas y desplegó una actividad incansable, ya en la predicación, ya con la pluma; bien dirigiendo procesos judiciales u organizando persecuciones contra las brujas, «los propagadores de la peste» y los herejes. El célebre predicador y traductor de la Biblia, Sebastián Castelio, fue destituido y desterrado por combatir su teoría de la predestinación; el médico Jerónimo Bolsec sufrió también la pena de destierro y el consejero Pedro Ameaux la de cárcel; Santiago Gruet fue ejecutado en 1548 por haber llamado «perro» al reformador, calificado de centro tiránico a su Consistorio y proferido amenazas en sus cartas [3]. Juan Valentín Gentile fue condenado a muerte por haber acusado a Calvino de error en su teoría de la Trinidad y sólo salvó la vida humillándose a pedirle perdón en público; por fin fue decapitado en Berna como hereje el año 1566 [4]. El médico español Miguel Servet, que había combatido en un escrito la doctrina calvinista de la Trinidad, fue preso a su paso por Ginebra en 1553, y condenado como hereje por Calvino sufrió la pena de la hoguera. El heresiarca francés publicó entonces un escrito defendiendo la aplicación de la pena de muerte para los herejes [5], por cuyo tiránico procedimiento le felicitó Melanchton, quien redactó un informe en defensa de esta opinión, que era la predominante entre los reformadores [6]. El mismo Calvino alentó al regente de Inglaterra a exterminar con la espada a todos los que hiciesen oposición a la reforma eclesiástica protestante, muy particularmente a los católicos [7].

Y estos sentimientos no eran en él producto de un arrebato momentáneo, sino efecto de un odio profundo y deliberado; así le vemos defender y patrocinar siempre el empleo de castigos severos y perseguir con implacable furia a todo el que le vituperaba o contradecía. Por bailar en unas bodas fueron reducidos a prisión varios individuos, entre ellos Le Fevre; y como su yerno Perrin profiriese amenazas contra el heresiarca, vio amenazada su vida hasta el punto de tener que buscar un asilo en Francia, lo que no le libró de ser quemado en efigie por los calvinistas ginebrinos. El mismo procedimiento que en la capital se siguió en las poblaciones rurales; en todas partes se introdujo el nuevo Evangelio por la fuerza; y la menor resistencia del pueblo, bien fuese a la nueva doctrina o a sus predicadores, cuyas costumbres dejaban con frecuencia mucho que desear, era castigada con severidad excesiva; así las autoridades calvinistas no consentían el menor signo católico, la abstinencia de carne en viernes se castigaba con la prisión, y a los campesinos se les obligaba a asistir a los sermones calvinistas.[viii]».

Card. JOSÉ HERGENRÖTHER HORSCHHistoria universal de la Iglesia, vol. 9: “La pestilencia protestante, el Concilio de Trento, y el nacimiento de los jesuitas”. Traducción propia.
   
NOTA
[1] l.as Ordonnances ecclésales de l’église de Genéve en Richter, Die ev. K.-Ordnuugen des 16 Jahrhund. I p. 342 sigs. Revista mensual de Bonn para la Iglesia evangélica, año 1846. Consúltese Kampschulte, I p. 395. 142 sigs. La fórmula de excomunión usada por Calvino en Kober. Der Kirchenbann p. 16. Áudin, Leben Calvins. 3 ed. II p. 31. Respecto de la confesión calvinista: Kampschulte, I p. 469. Mignet, Introducción de la reforma en Ginebra y la Constitución calvinista: obra vertida del francés por Stolz. Leipzig 1843.
[ii] Además de libertinos, llamaba Calvino a sus adversarios «desgranados», «desmenuzado». Calv. au ministres de l’église de Neufchatel contro la secte fanatique et furieuse des Libertins (Gen. 1544), p. 8. Mahly, Sebast. Castellio. Basilea, 1862. Buisson, S. Castellion. 2 voll. Paris 1892.

[iii] Respecto a Bolsec, Ameaux, y Gruet, v. Galiffe, Quelques pages d’histoire exacte sur les procès intentès à Genève en 1547. Ginebra, 1862; Nouvelles pages d’hist. exacte. Ibid., 1863.

[iv] Juan Valentín Gentile, natural de Calabria, primero triteísta y luego arriano, puso por condición al discutirse sus tesis que sufriese la pena de muerte aquel que de la disputa saliese convicto de herejía. Bened. Aret., Hist. de supplicio Val. Gentilis, en Guericke, Kirchengesch. III, 435, n. 2. Desde Ginebra se trasladó primero a Francia, luego a Polonia, y a la muerte de Calvino regresó a Suiza, donde fue decapitado el 9 de Septiembre de 1566.

[v] Aleander hace ya mención en 1532 de la obra de Miguel Servet De erróribus Trinitátis libri VII. 1531 (Lämmer, Mon. Vat. p. 109, n. 84) y Bucero, en un sermón predicado este mismo año en Estrasburgo, le declaró digno de la muerte más ignominiosa. Según la doctrina de Servet, el hombre Jesús es hijo de Dios, en cuanto que Dios hizo las veces de padre en la generación extraordinaria que se operó en María; se le comunicó la plenitud de la divinidad; pero sin que se verificase la unión hipostática de las dos naturalezas. Es además autor de dos obras: el  Dial. de Trin. I. 7 y Christianismi restitutio. Mosheim, Neue Nachrichten von Servet. Helmstadt, 1750. G. L. B. Plunjer, De Mich. Serveti doctrina. Jena, 1876. Brunnemann, 6, y Brunnemann, Miguel Servet; Exposición sistemática del proceso criminal que se le siguió en Ginebra el año 1553. Berlín, 1865. Calvino, Fidelis expositio errorom. M. Serveti et brevis eorum refutatio, ubi docetur iure gladii coercendos esse haereticos. 1554; Calv. Opusc. p. 686 s. La misma doctrina sostiene Teodoro de Beza, De haereticis a civili magistratu puniendis 1554. Este último pedia también la pena capital para los antitrinitarios, aun cuando se retractasen; Crenii Animadvers. XI. 90. Tollin, Das Lehrsystem M. Servets. 5 voll. Gutersloh, 1876-1878. Spiess, Mich. Servets Wiederherstellung des Christen ums. 2 voll. Wiesbaden, 1892-1895. Amallo y Mauget, Hist. critica de Miguel de Servet. Madrid, 1888. Van der Linden, Michael Servet, een brandoffer de gereferm. Inquisitie. Gronigen, 1891. Choisy, Le procès et le bucher de M. Servet (Rev. chrét. 3° ser. XVIII, 1904, 269 ss.).

[vi] Melanchton, que pedía el empleo de penas corporales para los católicos (Corp. Reform. IX; 77), fue consecuente al felicitar a Calvino (Epp. Calv. n. 187). Consultar su dictamen Consilia et iudicia theol., ed. Pezel, II, 204). Paulus, Melanchthon und die Gewissensfreiheit (Katholik 1897, I, 546 ss., II, 534 ss.); Luther und Gewissensfreiheit. Múnich, 1905 (Glauben und Wissen): Servets Hinrichtung im lutherischen Urteil (Histor.-polit. Bl. CXXXVI,1905, 161 ss. Kohler, Reformation und Ketzer-prozess. Tubinga, 1901. Cp. Menzel, II p. 8 sig. Dollinger, Kirche und Kirchen, p. 69 sigs. 

[vii] Las excitaciones de Calvino al duque de Sommerset, V. Epist., ed. Genev. 1579, p. 40.

[viii] Coacciones de los calvinistas: Galiffe, Quelques pages d’hist. exacte sur les procès crim. intentés à Genève en 1547 pour haute trahison contre N. Ami Perrin, Ginebra 1862; y Nouvelles pages d’hist. ex. sur le procès de Pierre Ameaux (1546), Id. 1863. Investigaciones sacadas de los protocolos del consejo de Ginebra. T. Gaberel, Hist. de l’église de Genève depuis le commencement de la réform. 3 voll. Ginebra, 1858-1862. Rouquette, L’inquisition protestante. Les victimes de Calvin. París, 1906. Sobre análogos procedimientos empleados en las poblaciones rurales: Kampschulte, I, p. 448.

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