De los padres antiguos hemos tenido testimonio sobre la razón de nuestra Oración y Creencia, y en esta oportunidad hemos de hablar sobre la Navidad.
Hay registro de las celebraciones de Navidad el 25 de diciembre por los primeros cristianos:
El Papa San Telésforo (reinó entre el 125-136): El Liber Pontificális le adjudica que la Misa de Navidad se celebrara en la media noche: «Hic constítuit ut [...] natálem Dómini noctu missas celebraréntur: nam omni témpore, ante horae tértiae cursum nullus praesúmeret missas celebráre, qua hora Dóminus noster ascéndit crucem (Este constituyó [...] que en la natividad del Señor se celebrara la Misa en la noche, porque en todo tiempo, ande presumía celebrar misas antes de la hora Tercia en el Oficio, la hora en que Nuestro Señor subió a la Cruz)»
San Teófilo de Cesarea (115-181 d.C.), en uno de sus escritos (probablemente la Carta pascual mencionada por Eusebio de Cesarea y San Jerónimo), dice: «Sicut Dómini Natálem, quocúmque die Kalendárum 8 Januárii (id est, vicésimus quintus Decémbris) venérit, ita et 8 Kalendárum Aprílis (hoc est, vicésimo quinto Mártii), quándo ressuréctio accídit Christi, debémus Pascha celebráre [Así como el Nacimiento de Nuestro Señor debe ser observado cada día que caiga el 8 de las Calendas de Enero (esto es, el 25 de Diciembre, así también debemos celebrar la Pascua el 8 de las Calendas de Abril (esto es, el 25 de Marzo), cuando acaeció la resurrección de Cristo]» (SAN TEÓFILO DE CESAREA, , en los Centuriadores de Magdeburgo, centuria 2, cap. VI; Rodolfo Hospiniano, Festa Christianórum, hoc est, De orígine et progréssu rítuum et ceremoniárum ecclesiasticárum).
Tertuliano: «¿Cómo pudo Él [Cristo] ser admitido en la sinagoga, alguien tan abruptamente aparecido, tan desconocido, al cual nadie había informado todavía de Su tribu, Su nación, Su familia y, finalmente, Su enumeración en el censo de Augusto, ese fidelísimo testigo de la natividad del Señor, guardado en los archivos de Roma?» (TERTULIANO, Contra Marción, libro cuarto, cap. VII). Tertuliano en el capítulo XIX de esta obra afirma que el censo fue en el año 747 de la fundación de Roma –año 7 antes de Cristo–, cuando Cayo Sencio Saturnino era gobernador de Siria (cuando la Escritura y él mismo en Contra los judíos, libro VIII –donde afirma que la Crucifixión ocurrió el 25 de Marzo–, afirman que fue durante el censo de Publio Sulpicio Quirino iniciado en el año 752 –año 2 antes de Cristo–, cuando la Judea fue anexada a la provincia de Siria).
Las Constituciones Apostólicas, que fueron redactadas en siríaco hacia la década del 380, pero que recogen tradición anterior, menciona no solo que se debe celebrar la Navidad, sino que la Epifanía es una fiesta totalmente diferente:
GRIEGO [Tomado de Didascália et Constitutiónes Apostolórum, vol. I (Franz Xaver Funk, ed.), pág. 269 Paderborn 1905]
Κατάλογος τῶν τοῦ Κυρίου ἑορτῶν, ἃς δεῖ φυλάσσειν, καὶ πότε τούτων ἑκάστη ὀφείλει ἐπιτελεῖσθαι.Τὰς ἡμέρας τῶν ἑορτῶν φυλάσσετε, ἀδελφοί, καὶ πρώτην γε τὴν γενέθλιον, ἥτις ὑμῖν ἐπιτελείσθω εἰκοστῇ πέμπτῃ τοῦ ἐνάτου μηνός. Μεθ’ ἣν ἡ ἐπιφάνιος ὑμῖν ἔστω τιμιωτάτη, καθ’ ἣν ὁ Κύριος ἀνάδειξιν ὑμῖν τῆς οἰκείας θεότητος ἐποιήσατο: γινέσθω δὲ καὶ αὕτη ἕκτῃ τοῦ δεκάτου μηνός.
LATÍN [tomado de DOM PROSPER GUÉRANGER OSB, Institutions Liturgiques, vol. I, pág. 51, París 1840]
Enumerátio festórum Dómini, quæ opórtet observáre, et quándo unumquódque eórum débeat celebráriDies festos observáte, fratres; ac primum quídem diem Dómini Natálem; qui a vobis celebrétur vigésima quínta noni mensis. Post hunc diem, dies Epiphaníæ sit vobis máxime honorábilis, in quo Dóminus nobis divinitátem suam patéfecit; is áutem agátur sexta décimi mensis
TRADUCCIÓN
Enumeración de las fiestas del Señor, que conviene observar, y cuándo se debe celebrar cada una de ellas.Hermanos, observad los días festivos; y en primer lugar la Natividad del Señor que celebraréis el día veinticinco del noveno mes; después de lo cual la Epifanía sea para vosotros la más honrada, en la que el Señor os hizo una exhibición de su propia divinidad, y que tenga lugar el sexto del décimo mes.
Comenzando el año en Marzo (como se usaba el noveno mes corresponde a Diciembre, y el décimo, Enero).
San Hipólito (170-240), en su Comentario sobre Daniel, cap. IV, 23, afirma (aunque con el milenarismo tan común en su tiempo):
GRIEGO
Ἡ γὰρ πρώτη παρουσία τοῦ κυρίου ἡµῶν ἡ ἔνσαρκος, ἐν ᾗ γεγέννηται ἐν Βηθλεέµ, ἐγένετο πρὸ ὀκτὼ καλανδῶν ἰανουαρίων, ἡµέρᾳ τετράδι, βασιλεύοντος Αὐγούστου τεσσαρακοστὸν καὶ δεύτερον ἔτος, ἀπὸ δὲ Ἀδὰµ πεντακισχιλιοστῷ καὶ πεντακοσιοστῷ ἔτει· ἔπαθεν δὲ τριακοστῷ τρίτῳ ἔτει πρὸ ὀκτὼ καλανδῶν ἀπριλίων, ἡµέρᾳ παρασκευῇ, ὀκτωκαιδεκάτῳ ἔτει Τιβερίου Καίσαρος, ὑπατεύοντος Ῥούφου καὶ Ῥουβελλίωνος [καὶ Γαΐου Καίσαρος τὸ τέταρτον <καὶ> Γαΐου Κεστίου Σατορνίνου]. ∆εῖ οὖν ἐξ ἀνάγκης τὰ ἑξακισχίλια ἔτη πληρωθῆναι, ἵνα ἔλθῃ τὸ σάββατον, ἡ κατάπαυσις, ἡ ἁγία ἡµέρα, ἐν ᾗ κατέπαυσεν ὁ θεὸς ἀπὸ πάντων τῶν ἔργων αὐτοῦ, ὧν ἤρξατο ποιεῖν.
LATÍN [en Migne, Patrología Graeca 10, col. 646]
Primus enim advéntus Dómini nostri in carne, in Bethléhem, ante octo Kaléndarum Januárium, in féria quárta, quadragésimo secúndo anno Augústo factus est, quínquies millésimo quingentéssimo anno: passus vero est anno tricésimo tértio, ante octávum Kalendarum Aprilium, die Parásceves, anno octávo decimo Tibérii Caesaris, sub Rufo et Rubellione [et Cajo Caesare quárto <et> Gaio Cestio Saturnino]. Opórtet ígitur omníno, ut sex míllium annórum númerus adimpleátur, ut véniat Sábbatum, scílicet réquies, dies sancta, in qua requiévit Deus ab ómnibus opéribus suis.
TRADUCCIÓN
Porque el primer advenimiento de Nuestro Señor en la carne, cuando nació en Belén, fue el Miércoles 25 de Diciembre en el año 42 del reinado de Augusto, y el 5500 desde Adán. Él padeció en el año 33 el viernes 25 de Marzo, en el año 18 de Tiberio César, durante el consulado de Rufo y Rubelio [y el cuarto de Cayo César y Cayo Cestio Saturnino]. Y así es absolutamente necesario que se cumplan los seis mil años, para que el Sábado de descanso pueda venir, el día santo, en que Dios descansó de todas las obras que comenzó a hacer.
En el Cronicón, también menciona que el nacimiento de Nuestro Señor ocurrió cuando el mundo tenía 5500 años y nueve meses de creado (era de consecuencia que asumiera que la Creación ocurrió el 25 de Marzo del 5500 antes de Cristo). Julio Africano en su Cronografía del 220 también llega a una conclusión similar, usando el Calendario Romano antiguo, que tenía el equinoccio de primavera el 25 de Marzo.
El historiador bizantino Nicéforo Calixto en la Historia Eclesiástica, libro séptimo, cap. VI (citado en Migne, Patrología Græca 145, cols. 1215-1218) refiere el martirio de los 20.000 cristianos en Nicomedia, a quienes Diocleciano mandó quemar vivos en el año 301:
«Verum enin vero cum natális Christi festus ádesset dies, et multitúdo ætátis omnis, quæ Christi nómine censétur, in templo natálem eum celebratúra convénisset, tyránnus velúti opportúmum tempus et lucrósam occasiónem nactus, per quam vesániam et furórem suum adímpleret, misit eo qui templum claudérent, et ignem circúmcirca accénderent. Áderat ibi præco, qui voce clarióre promulgábat, ut qui vívere vellet, ex templo exíret, et in próxima Jovis ara thura adóleret, álioqui nisi hoc fecísset, una cum domo ipsa conflagratúrus. Tum vero in templo ipsa quídam pro multitúdine ea omni, cum libertáte insígni própalam respóndit, et pulchérrimam illam édidit vocem: “Omnes nos Christiáni sumus, unum éumque solum Deum et regem crédimus esse Christum: et ipsi, Pátrique ejus et Spirítui Sancto sacrificáre, átque nos omnes una ófferre fácile paráti sumus”. Vix hæc ille díxerat, et ignis est accénsus, qui in témporis velúti moménto ecclésiam omnem compléxus, illos omnes círciter vigínti míllium númerum expléntem, in cínerem rédegit [Verdad es que cuando llegó el día de la fiesta del nacimiento de Cristo, y una multitud de todas edades de cuantos alaban el nombre de Cristo se congregó en el templo para celebrar la fiesta de su natividad, el tirano, hallando nacido el tiempo oportuno y la ocasión afortunada para realizar su locura y furor, ordenó que cerraran el templo y encendieran fuego a su alrededor. Estaba allí un pregón, que con alta voz promulgaba que quien quisiera vivir, saliera del templo, y ofreciera incienso en el altar de Júpiter que estaba cerca, pero quien hiciese otra cosa, sería quemado junto con la casa. Entonces, toda la multitud en el templo, con insigne libertad respondió abiertamente, y con pulchérrima voz dijo: “Todos nosotros somos cristianos, y creemos que Cristo es el único Dios y rey, y sacrificamos a Él, a su Padre y al Espíritu Santo, y nosotros estamos dispuestos para ofrecernos fácilmente a él”. Apenas dijeron esto, el fuego fue encendido en ese momento, a saber, contándose en todo el complejo de la iglesia cerca de veinte mil todos ellos, se hicieron cenizas]»
Este relato muestra que los primeros cristianos celebraban la Navidad.
San Julio I (337-352) y su sucesor San Liberio (352-366), San Gregorio Nacianceno (m. 389) y San Ambrosio (m. 397) celebraron la Navidad en sus respectivas sedes (los dos primeros en Roma, San Gregorio Nacianceno en Constantinopla y San Ambrosio en Milán). Ninguno “escogió una fecha”, sino que todos siguieron la fecha reconocida universalmente por la Iglesia, que era el 25 de Diciembre. Fecha transmitida desde Roma, como alude San Juan Crisóstomo:
«No han pasado diez años desde que este día nos fue revelado; y sin embargo, gracias a vuestro celo, se celebra como si nos hubiera sido transmitido durante siglos. Así, se podría afirmar, sin temor a equivocarse, que este día es a la vez antiguo y nuevo: nuevo, porque lo conocemos hace poco; antiguo, porque siguió inmediatamente los pasos de las festividades más antiguas, y a pesar de su novedad, ha, por así decirlo, igualado su antigüedad. Así como las plantas de excelente calidad, en cuanto echan raíces, crecen rápidamente y dan fruto, también este día, conocido desde hace mucho tiempo entre los pueblos de Occidente, nos fue traído tan pronto como floreció y produjo frutos con la abundancia que vemos. Nuestros templos se han llenado y se han quedado pequeños para la gran cantidad de fieles que acuden a celebrar esta festividad. Por lo tanto, esperad la recompensa de tal celo de Jesús, quien nació hoy según la carne, y quien recompensará vuestro fervor como merecéis. Pues el anhelo que mostráis por el día de su nacimiento es la mayor muestra de vuestro amor que podéis darle. [] Si nosotros, vuestros hermanos, hemos de contribuir a ello de nuestra parte, lo haremos con todas nuestras fuerzas, o mejor dicho, os diremos lo que la gracia de Dios nos inspira a hacer por vuestro bien. ¿Qué deseáis escuchar hoy, y de qué os hablaremos, sino de la fiesta misma? Sé que las opiniones aún están divididas al respecto: algunos la atacan, otros la defienden; estos últimos la reprochan por ser nueva y reciente, por haber sido introducida en nuestro tiempo; y aquellos, por el contrario, afirman que es muy antigua, ya que los profetas predijeron el nacimiento del Salvador muy antiguamente, y que el día señalado para este divino nacimiento era famoso y difundido entre todos los pueblos, desde Tracia hasta el estrecho de Cádiz. [] Ahora bien, si deseamos conocer este censo con precisión, podemos consultar los antiguos registros conservados en los archivos de Roma. "¿Qué nos importa esto a nosotros, que no estamos en Roma?", preguntaréis. Escuchad, os ruego, y no os neguéis a creerme, ya que hemos recibido la fiesta de quienes están plenamente informados sobre el asunto del que hablo y viven en la ciudad de Roma. Sí, son los propios habitantes quienes, tras haber celebrado la fiesta durante mucho tiempo y según una larga tradición, nos han transmitido este conocimiento; pues el evangelista no se limita a indicar la fecha en general, sino que habla de tal manera que nos aclara el día del nacimiento del Salvador y nos revela la sabiduría de Dios en la ejecución de sus planes» [Homilía sobre el Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, 1-2. En Migne, Patrología Græca 49, cols. 351-353. Traducción propia].
Cuando San Juan Crisóstomo menciona los archivos de Roma, se refiere a los registros que Tito hizo trasladar de Jerusalén tras conquistar la ciudad. Archivos que el Papa San Julio I (reinó entre el 337 y el 352) consultó a fin de responderle al patriarca San Cirilo de Jerusalén, quien le escribiera para tener claridad sobre la fecha exacta de la Natividad, como recoge historiador Juan, arzobispo de Nicea, en su carta a Zacarías, catholicós de Armenia (citado por Margarino de La Bigne, Máxima bibliothéca véterum Patrum, tomo XII, pág. 818, Annecy 1677. En Migne, Patrología græca 96, col. 1442).
Y el Cronógrafo del 354, compilado por el calígrafo y tallador de piedras Furio Dionisio Filócalo, recoge para el 25 de Diciembre (que fue la primera entrada en la Deposítio Mártyrum, la lista de los mártires sepultados en Roma compilada en el 336) lo siguiente: «VIII Kaléndas Januárii: natus Christus in Bétlehem Judeæ (8 de las Calendas de Enero: Cristo nació en Belén de Judea)»; y en sus Fasti consulári (Lista de cónsules, al reseñar el consulado de Cayo César y Lucio Emilio Paulo, hace la siguiente nota:
«Anno C[ajus] Cæsar L[ucius] Paulus: Hoc consulátus Dóminus Jesus Christus natus est VIII kaléndas Januárii, die Véneris, luna xv» [Año de Cayo César y Lucio Paulo: En este consulado nació Jesucristo el Señor a 8 de las calendas de Enero, el día viernes, 15. de la luna].
Cayo César y Lucio Emilio Paulo fueron los cónsules del año 1 después de Cristo, y le dieron sus nombres a ese año. Es oportuno indicar que desde el año 153 antes de Cristo, los años consulares comenzaban el 1 de Enero, por lo que 8 de las calendas de Enero del año de César y Paulo significa 25 de Diciembre del año 1 a.C.
San Agustín, en el libro cuarto, cap. V de su obra Sobre la Trinidad, escribe, explicando sobre el Templo de Jerusalén como símbolo de Nuestro Señor:
«Dijeron los hebreos: Cuarenta y seis años se tardó en edificar este templo (Jn. 2, 20). Cuarenta y seis multiplicado por seis da doscientos setenta y seis; es decir, nueve meses y seis días, tiempo que se computa como si fueran diez meses en el parto de las mujeres, no porque todas lleguen en su preñez al sexto día después de los nueve meses, sino porque la perfección del Señor exigía que se emplearan íntegros los días prescritos, como nos lo enseña la Iglesia por la autoridad de sus mayores. Se cree fue concebido el 25 de marzo. El sepulcro nuevo donde nadie había sido sepultado es como el seno virginal de María, donde, ni antes ni después, ningún mortal había de nacer por seminación de varón. Se cree también que Cristo nació el 25 de diciembre. Luego desde su concepción hasta su nacimiento tenemos doscientos setenta y seis días, número igual a seis repetido cuarenta y seis veces».
Y en el comentario al salmo 132, 11, dice:
«La mayordomía de Dios crecía de día en día en nuestro Señor Jesucristo, lo que se da también a conocer por los días de su nacimiento, pues Juan nació, según la tradición de la Iglesia, el 24 de junio, cuando los días comienzan a menguar, y el Señor nació el 25 de diciembre, cuando los días comienzan ya a crecer».
San Lucas escribe que San Zacarías (a quien le fue anunciado el nacimiento de San Juan Bautista) estaba ejerciendo la función sacerdotal en el templo de Jerusalén; y la Anunciación a la Santísima Virgen fue seis meses después. Ahora bien, San Zacarías era de la clase (otras versiones traducen turno) de Abía, la octava de las 24 clases sacerdotales establecidas para servir en el Templo y mencionadas en Nehemías 12, 17. El padre Joseph Heinrich Friedlieb en su obra establece que a la clase de Abía le tocaba ministrar en la segunda semana del mes de Tishri (del 22 al 29 de Septiembre en el calendario gregoriano), la semana en que caía el día de la Expiación; de resto, matemáticas: San Juan Bautista nació el 24 de Junio, así que su anunciación fue el 23 de Septiembre; ergo, la Encarnación del Señor fue el 25 de Marzo, y su Nacimiento fue el 25 de Diciembre. Ni un día más, ni uno menos, como indica el antiguo tratado De solstítiia et æquinóctia Conceptiónis et Nativitátis Dómini nostri Jesu Christi et Johánnis Baptista (De los solsticios y equinoccios de la concepción y natividad de Nuestro Señor Jesucristo y San Juan Bautista)
Adviértase además que, según los Rollos del Mar Muerto, es en el mes de Tishri, cuando comienza el año civil judío y cuando se rotan los turnos sacerdotales para servir en el Templo (que fue dedicado en ese mismo mes por el Rey Salomón), no en el mes de Nisán cuando comienza el año litúrgico; y que al ser tan inestable el año judío (alrededor de 51 ½ semanas = 353-355 días; el año intercalar –introducido cada 3 años– consta de 54 semanas y ¾ = 383-385 días), un turno podía servir dos veces al año. Un dato curioso: las dos destrucciones del Templo coincidieron con el turno de Joarib –al que pertenecían Matatías y sus hijos los Macabeos–, que ministraba del 8 al 14 de Ab, recitando el salmo 93, 23: «Y por su malicia los hará perecer. Los destruirá el Señor Dios nuestro»).
Algo adicional es que la fecha fue transmitida como en día domingo, a lo cual alude el padre Cornelio Alápide comentando sobre San Lucas:
«Cristo nació en domingo, porque este fue el primer día del mundo. … Cristo nació en la noche del domingo, según el orden de sus maravillas, de modo que el día en que dijo “hágase la luz” y la luz se hizo, fue el mismo día en que, de noche, la luz brilló en las tinieblas para los rectos de corazón, es decir, el sol de justicia, Cristo el Señor» [Commentária in Scriptúram Sanctam, vol. XVI, pág. 57, París, ed. Luis Vives 1877].
Objetarán los testejehovistas que Jesús no pudo nacer en medio del invierno porque dice que los pastores apacentaban en descampado (en este punto cabe notar que la costumbre judía era que las ovejas negras no entraban en el redil, por ser impuras). Es un error garrafal considerar que el clima en el Cercano Oriente es igual al de Europa y otras regiones nórdicas. Judea tiene clima desértico, donde la mayor temperatura promedio es de 57.2 °F / 14 °C y la menor es de 47.1 °F / 8,38 °C, además que en la Escritura se lee que Abrahán, Isaac y Jacob (sin mencionar la mayoría de los israelitas) vivían en tiendas de campaña todo el año (Hebr. 11:9; cf. Gén. 12:8; 13:3, 18; 18:1, 9; Jud. 4:18; Jer. 35:7, 10), y apacentaban sus rebaños al raso (en Génesis 31, 40 leemos que Jacob una vez se le quejó a Labán diciendo que apacentaba sus ovejas aguantando el frío de la noche). Y si no fuera así, ¿por ventura Dios es impotente como para no suspender las leyes de la naturaleza cuando Lo tiene a bien? ¿En qué clase de dios creen entonces?
Queda una pregunta: ¿dónde nació el reclamo de que la celebración de la Navidad fue puesta DELIBERADAMENTE en tiempo de festividades paganas? (reclamo iniciado -fingid ironía- del jesuita francés propagado por el ministro presbiteriano escocés Alexander Hislop en su libro “Las dos Babilonias” —y refutado por el historiador Lester Grabbe y el mismo ministro protestante Ralph Woodrow que otrora lo sostenía—). Sorprenderos: ¡De una nota marginal en un manuscrito del comentarista siríaco Dionisio bar Salibi (un obispo siríaco del siglo XII), que afirma que la celebración de la Navidad fue trasladada desde el 6 de Enero al 25 de Diciembre! El resto, lo hicieron los protestantes en los siglos XVI y XVII, los Ilustrados del siglo XVIII y los liberales (protestantes) del siglo XIX y comienzos del XX, cuando incursionaron en el estudio comparado de las religiones y afirmaron que debido a que los primeros cristianos no sabían cuándo nació Jesús, simplemente asimilaron el festival pagano del solsticio para sus propios propósitos, reclamándolo como el momento del nacimiento del Mesías y celebrándolo en consecuencia. Argumento que se cae por su propio peso, como quiera que para el siglo III y IV, los cristianos tenían mayores preocupaciones que fijar una fecha litúrgica: las persecuciones, las nacientes herejías y los concilios regionales (entre el apostólico Concilio de Jerusalén del año 51 y el Concilio de Nicea del 325, hubo concilios en Hierápolis, Roma, Éfeso, Cartago, Iconio, Bosra de Siria, Elvira de España, Neocesárea, Ancira y Arlés) ya eran bastante tema que lidiar.
Admitamos por un momento la teoría de que los primeros cristianos escogieron poner la Navidad el 25 de Diciembre, después de concluida la Saturnalia (que se celebraba del 17 al 23 de Diciembre; y de creer a Luciano de Samosata, entronca más con el Carnaval o el Purim dadas las fiestas e inversión de papeles —la Saturnalia, además de marcar el fin del calendario agrícola, buscaba reanimar a los romanos tras la derrota a manos de Aníbal en la batalla del Lago Trasimeno en el 217 antes de Cristo—) o que cayese en el Sol Invicto (que era un culto más del montón entre los romanos, y dicho sea de paso, SU FIESTA NO FUE INSTITUIDA POR AURELIANO CÉSAR EN EL 274, SINO POR JULIÁN APÓSTATA EN EL 365). Podían ponerla junto a cualquier festividad de las distintas religiones paganas del Imperio Romano, y pusiéranla donde la pusieran, ¿no surgiría la misma oposición? («Palo porque sí y palo porque no», como se dice popularmente).
En conclusión, la celebración de la Navidad era conocida y transmitida por la Iglesia desde sus primeros tiempos, y los ataques que le hacen los protestantes nacen solamente de su animadversión hacia la Iglesia Católica y no tienen ningún asidero histórico ni lógico.
D. JORGE RONDÓN SANTOS S. Ch. R.
24 de Diciembre de 2025 (Año Santo de Cristo Rey).
Vigilia de la Natividad de Nuestro Señor.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)