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jueves, 25 de diciembre de 2025

HOMILÍA DE CLEMENTE XI PARA LA NATIVIDAD

Homilía del Papa Clemente XI en la Basílica de San Pedro el 25 de Diciembre de 1701.
  

Los votos de las naciones y los oráculos de los Profetas encuentran su cumplimiento (San León Magno, Sermón 2.º de la Natividad del Señor, cap. II): el eterno Creador y Señor de todas las cosas, ocultando la majestad de Su divina Esencia, ha asumido la semejanza de siervo. A los que estaban oprimidos bajo el pesado yugo de la antigua condición y de una dura esclavitud, Él les ha restituido a la libertad largamente deseada. Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer y sometido a la Ley, a fin que redimiese a cuantos estaban sometidos a la Ley: Misit Deus Fílium suum factum ex muliére, factum sub lege, ut eos, qui sub lege erant, redímeret (Gál. IV, 4). El Anciano de días (Dan. VII, 9) se ha convertido en un Niño (San León Magno, Sermón 7.º de la Natividad del Señor, cap. II), para que con el abajamiento de Dios a las cosas humanas, el hombre pudiese elevarse a las divinas. La fortaleza se hizo débil, a fin que la debilidad pudiese adquirir vigor (San León Magno, Sermón 4.º de la Natividad del Señor, cap. I). La misericordia descendió a los pecadores, la salud a los enfermos, la verdad a los errantes, la luz a los ciegos, y la vida a los muertos. Finalmente, para no servirnos de palabras diferentes a las que hace poco oímos en el Evangelio, el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros: Verbum caro factum est, et habitávit in nobis (Joann. I, 14). ¡Gran misterio es este, sin duda, gran prodigio del Amor divino, gran sacramento de nuestra reconciliación! Por tanto, Carísimos, no pudiendo ahora hablaros más dignamente que con los mismos sentimientos del benditísimo Príncipe de los Apóstoles: “Estirpe elegida, Sacerdocio real, nación santa, pueblo de adquisición”, genus eléctum, regále sacerdótium, gens sancta, pópulus acquisitiónis (1.ª Pe. II, 9), ¡celebremos con alegría este día santo! (San León Magno, Sermón 4.º de la Natividad del Señor, cap. VI). Es el día en el el cual los campos del desierto han producio el brote del perfume de Israel (Breviario Romano, en el Adviento). Es el día en el cual la verdad surgió de la tierra y la justicia miró desde el Cielo: Véritas de terra orta est, et justítia de cœlo prospéxit (Ps. LXXXIV, 12). Es el día en el cual ha nacido el Niño, en el cual nos fue dado el Hijo, aquel Niño que los Cielos no podían contener (Breviario Romano, en el Oficio de la Natividad), Hijo Unigénito, Hijo de Dios, que quiso hacerse hijo de hombre a fin de que nosotros fuésemos hechos hijos de Dios (San León Magno, Sermón 6.º de la Natividad del Señor, cap. II). ¡Exultemos en el día de nuestra salvación (Isa. XLIX, 8), hechos partícipes de la naturaleza divina (2.ª Pe. I, 4); alegrémonos en la admirable misericordia de Dios, que nos ha elegido! Derrámese nuestra lengua en la alabanza al Señor, y toda creatura bendiga Su Santo Nombre (Ps. CXLIV, 22), que, aun siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con Su pobreza (cf. 2.ª Cor. VIII, 9).
  
Meditemos seriamente sobre la inefable grandeza de esta obra sobrenatural y cuán grande es el don que en ella la Divina Clemencia se ha dignado en concedernos, y reconozcámoslo humildemente. Lo reconocen los Ángeles, los cuales, como advierte San Gregorio, después de la venida de Cristo Señor nuestro, rechazan ser adorados por los hombres y no desdeñan ahora tener por compañeros a aquellos que antes despreciaban como débiles y abyectos (Homilía 8.ª sobre el Evangelio). Lo reconocen los demonios, envidiosos de nuestra Redención, los cuales se amargan puesto que, por la salvífica encarnación del Verbo Divino, ven sustraida al Poder de las tinieblas la estirpe humana que, ya engañada por su mentira, se gloriaban que permaneciese privada de los dones celestes (San León Magno, Sermón 2.º de la Natividad del Señor, cap. I). Reconozcamos también nosotros, ¡oh Carísimos!, estos amplisímos precios de nuestra naturaleza. Aquella naturaleza que fue purgada de la antigua mancha y que el Hombre nuevo ha elevado admirablemente a tanta sublimidad, condenando las suciedades del hombre viejo, no soportemos más que se envilezca. Confórmense nuestras costumbres a lo que contemplamos en los misterios, a fin que el Sacramento de la humana Redención se convierta en nuestra disciplina (San León Magno, Sermón 5.º de la Natividad del Señor, cap. VI). Dios yace en un Pesebre: por ello, en adelante, no nos dejemos elevar por ambición alguna. El Autor increado de la naturaleza está cubierto de viles y pobres vestidos: luego, no nos posea más alguna codicia de bienes temporales. De una Virgen nace el Mediador entre Dios y el hombre, el Padre del siglo futuro, el Príncipe de la Paz, Mediátor Dei et hóminum Christus Jesu (2.ª Pe. II, 5), Pater futúri sǽculi, Princeps pacis (Isa. IX, 6), Cristo Jesús: por eso, no nos corrompa ninguna tentación de placer mundano, no nos inflame la ira, no nos muerda la ira, y no nos contamine, en fin, suciedad alguna de cualquier torpeza.
   
Así, el Nacimiento del Señor será para nosotros un Nacimiento de paz, de aquella paz verdadera y celestial sin la cual no puede subsistir la misma paz humana, que con tanta ansia buscamos como alivio para nuestras afliciones (San León Magno, Sermón 6.º de la Natividad del Señor, cap. V). A fin, pues, que también nos sea concedida esta paz terrena por Aquel que hace la paz en las alturas y que establece los reyes en sus tronos, persigamos en primer lugar la paz en Dios (Rom. V, 1), aquella paz que el mundo no puede dar (cf. Joann. XIV, 27. Misal Romano, Misa votiva la paz, Oración). Es aquella paz que en esta misma noche los Ángeles anunciaron a los hombres de buena voluntad (Luc. II, 14): esta buscamos, esta demandamos, esta custodiamos. Ya que Él es nuestra paz, Aquel que unió en Sí mismo las dos distintas naturalezas (Eph. II, 24), Aquel que pudo borrar nuestras culpas y perfeccionar en nosotros Sus dones (San León Magno, Sermón 3.º de la Natividad del Señor, in fine).

P. FRAY JEAN SAGUENS O. Min. (editor), Homilíæ de Sanctíssimi Dómini Nostri Cleméntis XI hacténus habítæ ad Pópulo Románo Græce et Latínis factæ (Homilías de nuestro Santísimo Señor Clemente XI tenidas hasta ahora al pueblo romano hechas en griego y latín), págs. 22-32. Tolosa de Francia, imprenta de Guillaume-Louis Colomiez, 1721. Traducción propia.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)