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miércoles, 31 de diciembre de 2025

DEVOCIÓN A LA DIVINA PROVIDENCIA PARA EL ÚLTIMO DÍA DEL AÑO

Devoción publicada en Ciudad de Méjico por ls Tipografía de la Testamentaria de Antonio Vanegas Arroyo en el año 1919.
   
DIA ÚLTIMO DEL AÑO PARA DAR GRACIAS A LA DIVINA PROVIDENCIA
   
   
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador y Redentor mío, por ser vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar, y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, y confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta, ofrézcoos mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados; y así como os lo suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita, me los perdonaréis por los merecimientos de vuestra preciosísima Sangre, Pasión y muerte, me daréis gracia para enmendarme y para perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte. Amén.
  
TRES PUNTOS 
MEDITACIÓN: Sobre los numerosos beneficios recibidos de su Divina Providencia, las ofensas que el alma pecadora ha hecho a su Criador y el propósito cristiano de enmienda.
  
PRIMER PUNTO
¡Oh Providencia Divina!, no sé cómo llegar delante de Ti para manifestarte mi gratitud por tantos y tan inmerecidos beneficios como tu diestra benigna y poderosa ha derramado sobre mí durante el año transcurrido y que hoy veo concluir. De cuántos peligros para mi alma y para mi cuerpo no me ha librado tu paternal cariño, y en los que la ceguedad del pecado y la inflexión de mi mísera humanidad me hubieran hecho caer si Tú no hubieras acudido en mi auxilio. Gracias te doy, ¡Oh Augusta y Sacratísima Providencia!, por todos los bienes que tu pródiga mano me ha dispensado en este año. No descanse tu bondad de protegerme, cubriéndome con el manto de la Santísima Trinidad. Amén.
  
SEGUNDO PUNTO
¿Es posible, Dios mío, que por tanto tiempo haya desconocido tu inmensa bondad pagando tus beneficios con la más negra ingratitud? ¿Es posible, ¡Oh Divina Providencia!, que todo este año lo haya empleado en ofenderte, ¿cuándo debía poner todo mi afán en corresponder lo mejor posible a tus inagotables bondades? ¿Cuántos beneficios no he recibido en trescientos sesenta y cinco días transcurridos, cuando debo contar miles de favores recibidos en cada minuto? Tú, Providencia Divina, has tenido sumo cuidado de atender a mi subsistencia, apartar de mi lado los peligros para mi alma y alejar de mi cuerpo las enfermedades y riesgos a que de continuo estoy expuesto. Y para esto hoy me prosterno ante Ti para darte las más rendidas gracias por tu misericordia, que espero me acompañe el año venidero. Amén.
  
TERCER PUNTO
Lleno, Señor, de la inmundicia del pecado, vengo a Ti pidiéndote, no justicia, sino piedad, que es lo que mi alma necesita. Bien comprendo que, para dirigirme a tu bondad, ¡oh Dios mío!, no es el estado de suciedad en que mi alma se encuentra el más a propósito que debía venir a tus divinas plantas con el alma más blanca que la nieve; pero, ¿qué hacer, ¡oh Providencia Divina!, si desde que nací llevo el germen del pecado? Lo que puedo hacer y lo haré con todo corazón es ofrecerte las penas que he sufrido en descargo de mis innumerables pecados, y el propósito firme de enmendarme y huir de cuantas ocasiones me presente el pecado de ofenderte. No me desampares, Divina Providencia, y la fortaleza a mi alma para cumplir el propósito que hago de servirte con todas las potencias de mi alma en el año que por tu infinita bondad voy a entrar. Amén. Tres Padre Nuestros y Gloria Patri.
  
ACTO DE ABANDONO A LA DIVINA PROVIDENCIA
Señor, yo no sé lo que deba pediros; sólo vos sabéis lo que nos hace falta; nos amáis más de lo que nosotros mismos pudiéramos amarnos. ¡Ay Padre!, dad a esta desventurada criatura vuestra lo que ella no sabe por sí misma pediros. Ante vos me presento; os abro mi corazón; ved las necesidades que tengo y no conozco; ved y obrad según vuestra misericordia; todas vuestras voluntades adoro sin tratar de penetrarlas. Nada digo… me ofrezco, me sacrifico, me abandono a los designios que con relación a mi tengáis formados. No habré de tener más deseos que cumplir con vuestra voluntad santa. ¡Oh Jesús mío!, enseñadme a orar y haced que vuestro Espíritu Divino se digne él mismo obrar en mí.
  
ACCIÓN DE GRACIAS
Gracias te sean dadas, Señor de los Señores, dueño absoluto de lo criado, todos los inagotables beneficios que nos ha prodigado tu liberal mano: gracias infinitas, Creador mío, porque me sacaste de la nada, porque me dotaste de un alma elevada con la sangre preciosa, porque me hiciste nacer en el seno de la única y verdadera religión, en cuya fe y creencia quiero vivir y morir, y disfruto de sus divinos consuelos. Gracias infinitas porque instituiste los Santos Sacramentos y porque por amor mío te has quedado sacramentado bajo las especies de pan y vino, y bajas a mi pecho para sustento y regalo de mi alma. Gracias, Dios mío, porque me has salvado la vida, y pudiendo haberme lanzado a los abismos del infierno, me has dado tiempo para la enmienda de mis costumbres. Gracias, Dios y Señor mío, porque me has aliviados de mis enfermedades, porque me has dado el necesario sustento y porque en mis horas de profunda amargura haz mitigado mi mortal tristeza y consolado la orfandad de mi corazón. Gracias, en fin, por todos los beneficios de alma y cuerpo que me has prodigado, y por los peligros espirituales y corporales de que me has librado. Porque Tú, Señor, eres la fuente inagotable de todo bien, el autor de lo creado, y el Señor del cielo y de la tierra. Sólo Tú eres grande, solo Tú el Santo de los santos. Alábente, Señor, todos los Serafines y Potestades, las Dominaciones y los Principados, los Ángeles y Arcángeles. Ensálcete la luz que me alumbra, el aire que respiro, el fuego que me calienta. Glorifíquete el sol radiante, la argentada luna, las rutilantes estrellas; los peces del mar, las aguas del Océano y todas las criaturas te aclamen, te bendigan, porque sólo así podré débilmente corresponder a tus inagotables bondades. Y pues que por un nuevo y singular beneficio me has concedido terminar este año que expira, dígnate concederme lo que te pido. Derrama sobre toda mi familia los raudales de tu gracia, fortifícanos en tu religión santa y no permitas que demos entrada en nuestros corazones a la impiedad del siglo. Destierra de nuestra pobre patria la guerra, el hambre y las demás calamidades que la afligen. Infunde a todos los cristianos un deseo vehemente de reconciliación y de paz, defiende a tu iglesia de los embates de sus enemigos; concede el acierto a nuestros gobernantes y a todos los gobiernos cristianos; calma los mortales odios del mundo, termina las sangrientas luchas y da a las almas del Purgatorio eterno descanso, para que unidos por los vínculos de la caridad podamos acompañarte en el cielo, y entonarte nuestras alabanzas por toda una eternidad. Amén.
   
DEVOCIÓN A LA DIVINA PROVIDENCIA, ÚTIL PARA TODOS LOS DÍAS Y ESPECIALMENTE PARA EL DÍA PRIMERO DEL AÑO.
  
ACTO DE CONTRICIÓN
Si un corazón contrito y humillado,
Si un pecador perverso, arrepentido,
Si un hombre ciego, loco, prostituido,
Si un esclavo perpetuo del pecado,
Puede aguardar perdón de un Juez airado
Puede aplacar a un padre que ha ofendido,
Puede desagraviar a un Dios que ha sido
Su Criador, Redentor Crucificado.
Hoy se postra a sus plantas sin temor,
Hoy implora su gracia y su bondad,
Mirando sus excesos con horror;
El perdón solicita a su maldad,
El indulto le pide un pecador,
Y esto espera de gracia y de piedad. Tres Padrenuestros gloriados y un Credo.
  
HIMNO A LA DIVINA PROVIDENCIA
Mano divina, sacra y admirable
Del Ser Eterno que, con modo sabio,
Mueves del globo la pesada mole
Sobre el sol mismo sin ningún trabajo.
  
Omnipotente Mano a cuyo impulso
Obedecen los vientos y los rayos,
Su ímpetu el mar detiene y las estrellas
Giran con los planetas y los astros.
   
Mano augusta del fuerte que mantienes
A tu mano sujeto lo que has criado,
Con tanta perfección y con tal orden
Cuando los hombres todos admiramos.
   
¿Qué mortal es capaz, qué inteligencia,
De las que en torno vuelan a tu lado,
De conocer tus altas providencias,
Ni penetrar tus últimos arcanos?
   
¿Quién alzar osará de tu grandeza
La extremidad del velo sacrosanto,
Ni el gabinete oculto de tus obras
Registrará blasfemo y temerario?
   
Ni, ¿quién de tus piedades infinitas
Podrá alabar en himnos ajustados,
El torrente que inunda a tus criaturas
Como en un dulce y dilatado caos?
    
Y tú divides benéfico los tiempos
En estaciones, distinguiendo el año,
Los rigores del invierno triste
Compensas liberal en el verano.
   
Tú en verde caña cuajas la mazorca,
Tú doras las espigas en el campo,
Tú las frutas endulzas, y Tú vistes
De esmeraldas los montes y los prados.
   
Tú haces que entre las peñas se cultive
La plata, el oro, el hierro y el estaño
Y allí les das los brillos y reflejos
Al rubí, a la amatista y al topacio.
   
Tú abrigas al cordero con su lana,
Tú armas la garra del feroz leopardo,
Tú pintas al alegre pajarillo
De plumas mil y de colores varios.
   
Tú haces vivan gustosos en las ondas
El delfín, el tiburón y ballenato,
Y en los cristales de la mar cerúlea
Del pez mantienes número tan vasto.
   
Tú… pero, ¿a dónde voy? ¿Será posible
Que atrevido, soberbio e insensato,
Presuma referir tus maravillas
Ni señalar las obras de tu Mano?
   
Tú eres el Dios Eterno, incomprensible,
La bondad suma, Santo, Santo, Santo,
Fuente de la piedad y la dulzura
Y el absoluto dueño de lo criado.
   
Tú me criaste, Señor, Tú eres mi padre,
Aún antes de existir ya me has amado;
A Ti debo la vida que respiro
Y este renglón escribo por tu agrado.
   
¡Oh, fe divina, luz que me consuelas!
¡Oh religión!, iluminante rayo
De la deidad sagrada que me animas
En mis mayores penas y trabajos.
   
¿Conque Tú eres mi Padre, ¡oh Dios eterno!,
Mi Creador, Redentor y único amparo,
Y vela sobre mí constantemente
Tu cariñoso amparo y tu cuidado?
   
Sí, mi Dios, es verdad, yo lo conozco,
Y cuando agradecértelo no basto,
Entonará tus dignas alabanzas
Mi ronca voz, mi balbuceante labio.
   
Tú de la nada al ser me condujiste
Por un efecto de tu amor sagrado,
Y por él mismo, de tu Santa Iglesia
Quisiste que naciese en el regazo.
   
Si repaso mi vida, la contemplo
Rodeado de enemigos inhumanos,
Como la navecilla que agitada
Lucha en las ondas con los vientos bravos.
   
¿Cuántas veces la saña de algún toro,
El ímpetu indomable de un caballo,
Y ya de mi enemigo la venganza,
Pudo darme la muerte sin pensarlo?
   
¿Cuántas veces siguiendo divertido
La carrera veloz de algún cervato,
Pude haber encontrado el precipicio
Deslizándome fácil de un peñasco?
   
¿Cuántas veces las aguas que solía
Buscar por mi salud el útil baño,
Pudieron darme líquido sepulcro
En pago de mi arrojo temerario?
   
¿Cuántas veces?, mas, ¡ay!, yo me fatigo
Recordando mis riesgos y me canso;
Baste sólo decir, que de ellos libre
He sido por la fuerza de tu brazo.
   
Así lo reconozco agradecido;
Tú todo lo dispones, no hay acaso,
Tu Providencia adoro, todo se hace
O con tu permiso a tu mandato.
    
Pues siendo esta verdad tan infalible
Sí sé que todo viene de tu Mano,
Y que las adversidades yo me abato,
Y que me amas, Señor, por qué motivo?
   
¿Por qué hacia el mundo solamente miro
Y mi débil espíritu lo arrastro,
Si eres mi protector y mi refugio,
Y en Ti mis ansias hallarán descanso?
   
Huyen lejos de mí las aflicciones,
La congoja, el temor, el sobresalto;
Si se levanta el Todopoderoso
En mi defensa, de su trono sacro.
    
Si a mi lado se pone el Invencible
Y su escudo me cubre soberano,
No temeré mil males pues seguro
Estaré siempre de que me hagan daño.
   
Desplómense los cielos de sus ejes,
Trastórnense los montes y peñascos,
Vuélquese el mar, inflámense los vientos
Y en negra tempestad vomiten rayos.
   
Y todo lo será tranquilamente,
Impertérrito siempre y sin espanto
Si me hacen sombra las sagradas alas
De tu misericordia, Padre amado.
   
Sobre el áspid y el fiero basilisco
Andaré alegre con sereno paso,
Y pisaré sin miedo al león soberbio
Y al sangriento dragón hollaré ufano.
   
Me reiré de los fraudes y tropiezos
Que pretende ponerme el hombre malo;
Porque si Tú me ayudas, fácilmente
Yo desharé sus redes y sus lazos.
   
Mas si por mis pecados, Tú quisieras
Que padezca en la cama los asaltos,
De cruel enfermedad, o la pobreza
Me devore con lánguidos atrasos;
   
Si quieres, Padre, sufra los rigores
Ya de la esposa infiel, del hijo ingrato,
Del enemigo cruel, del vil amigo,
Del pérfido traidor, del mal hermano;
   
Si quieres me atropelle la calumnia
Y que mi honor lo mire vulnerado,
Que una triste prisión, o que la muerte
Den fin a un infeliz, ¿he de rehusarlo?
   
De ninguna manera; antes mi gusto
Conformaré contento a tu mandato;
Sólo te pido que me des esfuerzo
Para apurar un cáliz tan amargo.
   
Si, castiga, Señor, mis desconciertos;
Pero alienta mi espíritu postrado,
Y ya fortalecido con tu ayuda
Me arrojaré contente ante tus brazos.
   
Sí, yo confesaré que los castigos
Son voces del pastor a su rebaño,
Y si das el azote como padre
No os puede menos que doler la Mano.
   
Castígame, Señor, no me abandones,
Redúceme al redil a latigazos,
Pues si yo te ofendí, ¿con qué derecho
Me pretendo eximir de los trabajos?
   
Dame resignación y vengan penas:
Mi espíritu avalora desmayado,
Y entonces las miserias y dolores
Me serán apreciables, suaves, gratos.
   
En fin, quema, Señor; aquí castiga,
Oprime, corta y hazme mil pedazos…
Hic ure, hic seca, ut in ætérnum parcas,
Como allá me perdones, dueño amado.
   
EL TE DEUM (HIMNO DE SAN AMBROSIO Y SAN AGUSTÍN)
Te alabamos, Señor, Dios Todopoderoso; confesamos que eres Señor de todo el Universo.
A Ti, Eterno Padre, a quien toda la tierra adora.
A Ti todos los ángeles, a Ti los cielos y todas las potestades te adoran y te temen.
A Ti los querubines y los serafines te aclaman sin cesar.
Santo, Santo, Santo es el Señor de los ejércitos.
Llenos están los cielos y la tierra de la grandeza de tu gloria.
A Ti el glorioso coro de los apóstoles.
A Ti el loable número de los profetas.
A Ti te alaba el inocente y numeroso ejército de los mártires.
A Ti la Iglesia santa te confiesa en todo el mundo.
Padre Eterno de inmensa Majestad.
A tu adorable y verdadero único Hijo, engendrado con la sustancia del Padre.
Y al Espíritu Santo consolador que procede del Padre y del Hijo.
Tú, ¡oh Cristo!, que eres el Rey de la Gloria.
Tú eres el Hijo eterno del Padre.
Tú, que para librar al hombre de la servidumbre, quisiste hacerte hombre y no te desdeñaste de encarnar en el vientre de una Virgen.
Tú, que después de haber quebrantado el aguijón de la muerte, abriste a los creyentes el reino de los cielos.
Tú estás sentado a la diestra de Dios en la gloria del Padre.
Y que has de venir algún día a juzgar el mundo.
Por tanto, te rogamos, Señor, que socorras con tu asistencia a tus siervos, que has redimido con tu preciosa sangre.
Haz que seamos del número de tus Santos en la gloria eterna.
Salva a tu pueblo, Señor y colma de bendiciones tu heredad.
Gobiérnalos, Señor, y no te canses de favorecerlos.
Todos los días te damos gracias por los beneficios que nos haces.
Y alabamos incesantemente tu nombre, y lo alabaremos siempre y en toda la eternidad.
Dígnate, Señor, preservarnos de caer este día en pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros…
Descienda, Señor, sobre nosotros, tu misericordia, como hemos esperado en Ti.
En Ti, Señor, he puesto toda mi esperanza; no sea yo confundido eternamente.
   
℣. Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
℞. Alabémosle y ensalcémosle por todos los siglos. Amén.
  
INVOCACIÓN DEVOTA Y EFICACÍSIMA PARA OBTENER GRACIA DIVINA EL AÑO NUEVO
Alma de Cristo, santifícame;
Sangre de Cristo, embriágame;
Cuerpo de Cristo, sálvame;
Agua del costado de Cristo, lávame;
Pasión de Cristo, confórtame;
¡Oh buen Jesús!, óyeme;
Entre tus llagas escóndeme;
De Ti no permitas me aparte;
Del maligno enemigo defiéndeme;
En la hora de mi muerte, llámame;
Y mándame que venga a Ti,
Para que con tus santos te alabe por todos los siglos.
   
ORACIÓN
¡Oh sacratísima Cruz! ¡Oh inocente Cordero! ¡Oh pena grave y cruel! ¡Oh Corazón traspasado! ¡Oh Sangre de Cristo derramada! ¡Oh muerte amarga de Cristo! ¡Oh Divinidad Santísima, digna de ser adorada y reverenciada! Favoréceme, para que merezca gozarte en la vida eterna. Amén.
   
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
Las oraciones aquí contenidas han sido recomendadas por el Señor Obispo de Chiapas, el cual ha concedido trescientos cincuenta días de Indulgencias aplicables a las ánimas del Purgatorio.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)