Ejercicio devoto publicado en Quetzaltenango (Guatemala) en 1895, con licencia eclesiástica.
DEVOCIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES PARA EL 11 DE CADA MES
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN
¡Oh dulce Reina, incomparable María! Postrado al pie de vuestros altares, confundido ante mi pequeñez y atraída por vuestra grandeza, oh foco de liberalidad y prodigios, vengo a pediros perdón y gracias, esa gracia sin la cual no se puede obtener la virtud y la perseverancia en ella. Aceptad pues, ¡oh tierna Madre!, mis pobres plegarias nacidas del fondo de mi corazón, envueltas en el lienzo de la ternura más filial, y salidas de los labios al suave impulso de vuestra compasión y piedad. Si con ellas encontrase vuestro corazón inmaculado algo digno de agradaros, por eso os ruego atendáis con indulgencia mi atrevimiento, mi miseria. Si, por el contrario, la ingratitud mía, os obligase a retirar vuestras miradas y beneficios, en este instante te presento confiado la inocencia y agradable sencillez que os cautivó tanto en la pastora de Lourdes. ¡Oh Santa Madre de Dios, consuelo del que os busca! Sedme propicio. Amén.
Se rezan once Ave Marías por el siguiente orden:
Dignaos, poderosísima Hija de Dios Padre, ver con ternura e indulgencia a los infelices pecadores: Perdonadles sus extravíos, no permitáis mueran en tan miserable estado.
℣. Refugio de los Pecadores.
℟. Rogad por nosotros.
Ave María.
Madre adorable del Hijo de Dios, dejaos enternecer por la espiritual y espantosa ceguera de tantas almas, en cuyo corazón no existe la más ligera noción de virtud, ni de religión, ni de temor de Dios, interesaos por los pobres y culpables criminales. Aplacad con vuestra influencia poderosa la justa indignación del Señor.
℣. Refugio de los Pecadores.
℟. Rogad por nosotros.
Ave María.
Amada Esposa del Divino Espíritu. ¡Qué podrá negaros el Rey de las cosas y que se complace en agradaros! Emplead pues ese poder, esa gracia que tenéis y ved con compasión esa inmensa multitud de infelices que viven en las naciones bárbaras, sepultados en su espantosa ignorancia, sin gozar los rayos iluminantes del catolicismo, separados del único puerto de salvación (la Santa Iglesia) víctimas de la superstición.
℣. Refugio de los Pecadores.
℟. Rogad por nosotros.
Ave María.
¡Oh bellísimo tabernáculo de la Eterna Trinidad! Confiados en vuestra clemencia y en vuestra calidad de Madre, nos valemos del título de hijo, ¡título fuerte, derecho encantador! Por eso os repetimos: ¡Madre, Madre! Velad Vos misma por la infancia. Esta mereció de vuestro sacrosanto Hijo, miradas de gracia y de ternura, esa misma gracia, esa ternura, esa bendición, reclamamos para esos pequeños redimidos con el precio de un Dios.
℣. Reina de los Ángeles.
℟. Rogad por nosotros.
Ave María.
¡Oh Estrella luminosa!, que cual hermoso faro, alumbráis el agitado océano de la existencia ¿a quien invocaremos con igual seguridad cuando náufragos elevamos al Cielo nuestros débiles lamentos, en la desierta playa de la vida? Solo a Vos, que estáis figurada en Rebeca, que sació la sed no solo del que pedía sino la de los pobres camellos, los justos Señora, os piden continuamente, y los pecadores, representados en los camellos, esperan de Vos como dulce fuente, esa cristalina agua de la gracia, que cambia su miserable situación. También os presento la porción de atribulados que habitan en la tierra, víctimas del sufrimiento, herederos de las penas o elegidos del dolor, extended hacia ellos vuestras manos liberales.
℣. Consuelo de los Afligidos.
℟. Rogad por nosotros.
Ave María.
Celestial María: todas las almas que sufren el rigor de alguna tribulación, esperan de Vos remedio, valor y consuelo, y como Madre de los mortales, os ruego con vivo interés por los justos, haced que perseverando en la virtud y santidad, reciban en el Cielo el laurel del triunfo, la corona de la inmortalidad.
℣. Auxilio de los Cristianos.
℟. Rogad por nosotros.
Ave María.
¡Oh hermosa Virgen de Sion! Acordaos de las angustias que los confesores experimentaron por defender la fe, y sobre todo de las penas de vuestro moribundo Hijo, en el madero de la Cruz, por esas benditas amarguras que os recuerdo, os pido asistáis con especialidad a los que se encuentran en el trance de la muerte, socorredlos en su agonía, de la que dependerá su eternidad.
℣. Oh Reina de los Mártires.
℟. Rogad por nosotros.
Ave María.
Augusta Señora del Orbe: con ferviente anhelo os rogamos por la Santa Iglesia, vedla por sus propios hijos combatida, por aquellos que debieran consolarla. También os ruego por los ministros santos de vuestro Hijo, sed su sostén, dadle fuerza y valor para que desempeñen cumplidamente su alta y noble misión sobre la tierra: dadles esa sagrada unción, para que conviertan a tantas almas obcecadas, y que todos comprendan su misión y respeten su dignidad. Aumentad el número de los apóstoles del cristianismo.
℣. Oh Reina de los Apóstoles.
℟. Rogad por nosotros.
Ave María.
Dulcísima Virgen de Lourdes: la humanidad entera agobiada con sus miserias, angustiada y triste espera de Vos el remedio: todas sus amarguras os las hemos presentado, porque os agrada lo que hagamos. Bien sabéis nuestras necesidades y como poderosa podéis aliviarlas, por eso os invocamos por lo que nos dieron el ser. También os recomendamos el suelo que nos vió nacer y los hermanos que la patria nos da.
℣. Puerta del Cielo.
℟. Rogad por nosotros.
Ave María.
Abogada de los Mortales: escuchad compasiva las voces de nuestros ruegos, y dejaos ablandar por nuestras súplicas, os las elevamos por todas las ánimas del Purgatorio, no tardéis en llevarlas al goce de su Dios en el Paraíso celestial.
℣. Reina de los confesores.
℟. Rogad por nosotros.
Ave María.
Nuestra Señora de Lourdes: animados de la más dulce confianza en vuestra maternidad, os suplicamos rendidamente nos socorráis en nuestras necesidades particulares. Ninguna de nuestras penas, por leve que sea, pasa indiferente a vuestra solicitud de Madre. Si gemimos bajo el peso del sufrimiento vos nos ayudáis, somos predilectos de la fortuna, hacéis que su brillo no nos aleje de nuestro último fin. Sed siempre nuestro apoyo, nuestro consuelo nuestra luz.
℣. Oh Estrella de la mañana.
℟. Rogad por nosotros.
Ave María.
ORACIÓN
Oh Señora de Lourdes, alegría y esperanza del pueblo de Dios, os agradecemos con toda la efusión de nuestro ardiente corazón, la amorosa solicitud con que distinguisteis nuestro siglo para dejaros ver en el lugar más populoso donde nadie ignorase la maravilla de vuestra aparición. Perdonad, dulce Mediadora, al más necesitado suelo de Europa. Que su falsa civilización ceda al impulso de la moral, de la religión y del pudor. Que vuestra aparición portentosa no sea mirada con sarcasmo y criminal indiferencia, sino que vuelvan arrepentidos los ojos al pasado, y una nueva vida expíe el escándalo de esa nación privilegiada. Os rogamos, tiernísima Madre, intercedáis con el Altísimo por el orbe eterno, para que sea renovada la faz de la tierra, que suspenda el general azote que bajo diversas formas pesa sobre la humanidad, haciéndola derramar lágrimas de aflicción: que el corazón de cada uno de los mortales vuelva purificado a gozar de la amistad con Dios. Si es necesario que haya otra víctima diariamente, será repetida la ofrenda del Calvario. ¿Qué otra podrá ser más augusta y grande? Perdonad al mundo más desgraciado que culpable, ciego y miserable. Rogad por nosotros.
ALABADO
A una pastora
Humilde apareces,
Lección nos ofreces
De pobre elección.
Entonces sonriente
Parece que miro
A Bernarda y admiro
Su fe y su candor.
Mis ojos contemplan
Tu níveo vestido,
Cual muestra traído
De etérea región.
También yo contemplo
La faja azulada,
Con gaza agraciada
Tu talle ciñó.
Y veo el rosario
Que a orar nos convida
Mostrando de vida
Camino inmortal.
Admiro hechizada
De oro esa rosa,
Que ciñe y se posa
Feliz en tu pie.
Y forma peana
Silvestre rosal,
Do planta mortal
Hollar no podrá.
¡Oh Lourdes dichoso!
Con dicha infinita,
Pues planta bendita
Posó sobre ti.
¡Oh peña querida!
¡Oh roca adorada!
La Madre adorada
De Dios te tocó.
Y cambias en breve
Un pueblo ignorado,
En suelo envidiado
De toda nación.
Mil veces bendita
¡Oh fuente! ¡Oh roca!
Mi labio te invoca
Y venera mi fe.
OFRECIMIENTO
Oh Santísima Virgen de Lourdes: aceptad estos inacordes cantares, uniéndolos al armonioso concierto del cielo y a las voces de todos los bienaventurados, convidando a todo el universo y a la naturaleza entera que haga brotar de su seno melodiosos himnos de alabanza, de entusiasmo y gratitud. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)