Meditaciones
dispuestas por San Alfonso María de Ligorio, y traducidas al Español,
publicadas en Barcelona por la imprenta de Pablo Riera en 1859.
Imprimátur por D. Juan de Palau y Soler, Vicario General y Gobernador
del Obispado de Barcelona, el 30 de Octubre de 1858.
MEDITACIÓN 16.ª: Hauriétis áquas in gáudio de fóntibus Salvatóris (Sacaréis aguas con gozo de las fuentes del Salvador. Isaías XII, 3).
Considera
las cuatro fuentes de gracias, que nosotros tenemos en Jesucristo
conlempladas por San Bernardo (Sermón I de la Natividad). La primera
fuente es de misericordia, en la que nosotros podemos lavarnos de todas
las suciedades del pecado. Esta fuente se formó para nosotros con las
lágrimas y con la Sangre del Redentor, el que, como dice San Juan: nos
amó, y nos lavó de nuestros pecados en su sangre (Apocalipsis I, 5). La
segunda fuente es de paz y consuelo en nuestras tribulaciones, pues el
mismo Jesucristo nos dice: Invócame en el dia de la tribulacion, y yo te
consolaré. El que tiene sed de verdaderos consuelos aun en esta tierra,
venga a mí, que le contentaré. Qui sitit véniat ad me (San Juan VII,
37). Quien pruebe las aguas de mi amor desdeñará para siempre las
delicias del mundo, y se satisfará enteramente despues, cuando entrare
en el reino de los bienaventurados; pues que el agua de mi gracia le
elevará de la tierra al Cielo (San Juan IV, 13). Así también la paz, que
Dios da a las almas que le aman, no es la que ofrece el mundo en los
placeres sensuales, que dejan en el alma mas amargura que paz. La que
Dios da sobrepuja a todos los deleites de los sentidos: Pax quæ
exsúperat omnem sensum. ¡Dichosos, pues, los que desean esta fuente
divina! La tercera fuente es de devocion. ¡Oh! y ¡cómo se hace devoto y
pronto a ejecutar las voces de Dios, y crecer siempre en la virtud,
quien a menudo medita cuánto ha hecho Jesucristo por nuestro amor! Él
será como el árbol plantado en la corriente de las aguas: Erit támquam lignum quod plantátum est secus decúrsus aquárum
(Salmo I, 3). La cuarta fuente es de amor. Quien medita los
padecimientos y las ignominias de Jesucristo sufridas por nuestro amor,
no es posible que deje de sentirse inflamado de aquel fuego santo que ha
venido a encender en la tierra; según aquellas palabras de David: En mi
meditación se inflamará el fuego (Salmo XXXVIII, 4). Con lo que va
dicho se verifica cumplidamente que el que se aprovecha de estas
dichosas fuentes que nosotros tenemos en Jesucristo, sacará siempre de
ellas aguas de gozo y de salvación: Hauriétis áquas in gáudio de fóntibus Salvatóris. AFECTOS Y SÚPLICAS
¡Oh
mi dulce y amado Salvador, cuánto os debo! ¡Cuánto me habeis obligado a
amaros, habiendo hecho por mí lo que no habrá hecho un hijo por su
padre, ni un siervo por su señor! Sí, Vos me habeis amado más que otro
alguno; razón es que yo os ame sobre todos los otros. ¡Quisiera morir de
dolor al pensar que Vos habeis padecido tanto por mí, y además habeis
aceptado por amor mío la muerte más dolorosa e ignominiosa que puede
padecer un hombre; y, tantas veces yo he despreciado vuestra amistad!
¡Cuántas veces me habeis perdonado, y he vuelto a ofenderos! Pero
vuestros méritos son mi esperanza. Ahora aprecio más vuestra gracia, que
todos los reinos de la tierra. Yo os amo, y por amor vuestro acepto
toda pena, toda muerte. Y si no soy digno de morir por mano de verdugo
para daros gloria, al menos acepto voluntariamente aquella muerte que me
teneis destinada; y la acepto en el modo y en el tiempo que Vos
dispongais. Madre mía, María, alcanzadme el vivir siempre y morir amando
a Jesús.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)