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NO QUEREMOS QUE SE ACABE LA RELIGIÓN

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ORGULLOSAMENTE HISPANOHABLANTES

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sábado, 4 de diciembre de 2021

MEDITACIONES PARA EL ADVIENTO, NAVIDAD Y EPIFANÍA (DÍA SÉPTIMO)

Meditaciones dispuestas por San Alfonso María de Ligorio, y traducidas al Español, publicadas en Barcelona por la imprenta de Pablo Riera en 1859. Imprimátur por D. Juan de Palau y Soler, Vicario General y Gobernador del Obispado de Barcelona, el 30 de Octubre de 1858.
     
MEDITACIÓN 7.ª: Deus Fílium suum mittens in similitúdinem carnis peccáti, et de peccáto damnávit peccátum in carne (Enviando Dios su Hijo en semejanza de carne de pecado, aun del pecado condenó al pecado en la carne. Romanos VIII, 3).
Considera el humilde estado a que quiso abatirse el Hijo de Dios; no solo quiso tomar la forma de esclavo, sí que de esclavo pecador. Por cuya razón escribió San Bernardo: «No solo quiso tomar la condición de siervo, para sujetarse a otro, el que era Señor de a todas las cosas; sí que además la semejanza de siervo delincuente, para ser castigado como malhechor, el que era el Santo de los Santos». A este fin quiso vestirse de aquella misma carne de Adán, que había sido inficionada del pecado; y si bien no contrajo su mancha, tomó sobre sí nada menos que todas las miserias que la naturaleza humana había contraído en pena del pecado. Nuestro Redentor, para alcanzarnos la salvación, se ofreció voluntariamente al Padre a satisfacer por todas nuestras culpas. El Padre le cargó de todas nuestras maldades; y he aquí al Verbo divino, inocente, purísimo, santo, hélo cargado desde niño de todas las iniquidades, de las blasfemias, sacrilegios, fealdades y delitos de los hombres, hecho por amor nuestro el objeto de las divinas iras en razón del pecado, por el que se había obligado a pagar a la divina justicia. Así que, tantas fueron las maldiciones que tomó sobre sí Jesucristo, cuantos fueron y serán los pecados mortales de todos los hombres. Venido que hubo al mundo, desde el principio de su vida se presentó al Padre cual reo y deudor de todas nuestras maldades; y como tal, fue condenado a morir ajusticiado y maldecido sobre la cruz: Et de peccáto damnávit peccátum in carne. ¡Oh Dios!, si el eterno Padre hubiese sido capaz de dolor, ¿qué mayor pena hubiera experimentado que la de verse obligado a tratar como reo, y reo el más malvado del mundo, a aquel Hijo inocente, Su amado, que era tan digno de su amor? Ecce Homo, dijo Pilatos cuando le mostró a los judíos azotado, para moverlos a compasión de Aquel inocente tan maltratado. Ecce Homo, parece que el eterno Padre diga a todos nosotros, mostrándonoslo en el establo de Belén: «Este pobre niño que veis, oh hombres, puesto en un pesebre de bestias, recostado sobre la paja, sabed que este es mi Hijo amado, que ha venido a cargar con vuestros pecados y vuestras penas; amadle, pues, porque es muy digno de vuestro amor, y os tiene muy obligados a amarle».
    
AFECTOS Y SÚPLICAS 
¡Ah!, mi Señor inocente, espejo sin mancha, amor del eterno Padre, no os pertenecían los castigos y maldiciones; tocaban, sí, a mí pecador. Pero Vos habeis querido manifestar al mundo este exceso de amor, sacrificando vuestra vida para alcanzarnos el perdón y la salvación, pagando con vuestras penas las que nosotros merecíamos. Alaben y bendigan todas las criaturas vuestra misericordia y bondad infinita. Yo os doy gracias por parle de todos los hombres; pero especialmente por mí, ya que habiéndoos ofendido yo más que los otros, habeis sufrido también más por causa mía las penas a que os sujetasteis. Maldigo mil veces aquellos indignos placeres míos, que os han costado tantos dolores. Mas, ya que habeis dado el precio de mi rescate, haced que no sea perdida para mí la Sangre que por mi amor habeis derramado. Yo tengo dolor de haberos despreciado, amor mío, pero os lo pido mayor. Hacedme conocer el mal que os he hecho en ofenderos, mi Redentor y mi Dios, que habeis padecido tanto por obligarme a amaros. Os amo, bondad infinita, pero deseo amaros más: quisiera amaros cuanto mereceis ser amado. Haceos amar, oh Jesús mío, haceos amar de mí y de todos, que bien lo mereceis. ¡Ah! Iluminad a los pecadores que no os quieren conocer o no os quieren amar; hacedles entender qué es lo que habeis hecho por amor a ellos, y el deseo que teneis de su salvación. María Santísima, rogad a Jesús por mí, por mí y por todos los pecadores; alcanzadnos luz y gracia de amar a vuestro Hijo, que tanto nos ha amado

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)