Meditaciones
dispuestas por San Alfonso María de Ligorio, y traducidas al Español,
publicadas en Barcelona por la imprenta de Pablo Riera en 1859.
Imprimátur por D. Juan de Palau y Soler, Vicario General y Gobernador
del Obispado de Barcelona, el 30 de Octubre de 1858.
MEDITACIÓN 12.ª: Dolor meus in conspéctu meo semper. (Mi dolor está siempre delante de mí. Salmo XXXVII, 18).
Considera
cómo todas las penas e ignominias que Jesús padeció en su vida y
muerte, todas las tuvo presentes desde el primer instante de su vida; y
todas ellas comenzó desde niño a ofrecerlas en salisfacción de nuestros
pecados, principiando desde entonces a hacer de Redentor. Él mismo
reveló a un siervo suyo que desde el primer momento de su vida hasta la
muerte siempre padeció; y padeció tanto por los pecados de cada uno de
nosotros, que si hubiese tenido tantas vidas cuantos son los hombres,
tantas veces habría muerto de dolor, a no haberle conservado Dios la
vida, para padecer más. ¡Oh!, ¡y qué martirio tuvo siempre el amante
Corazón de Jesús, al ver todos los pecados de los hombres! Dice Santo
Tomás que este dolor de Jesucristo en conocer la ofensa del Padre, y el
dado que del pecado debía después provenir a las almas de Él mismo
amadas, sobrepujó al dolor de todos los pecadores contritos, aun de
aquellos que murieron de puro dolor (Suma Teológica, Parte III, cuestión
46, art. 6, respuesta a la objeción 4.ª). Sí, porque ningun pecador ha
amado jamás a Dios y a su propia alma tanto, cuanto Jesús amaba al Padre
y a nuestras almas. De aquí es, que aquella agonía padecida por el
Redentor en el huerto a la vista de todas puestras culpas, de cuya
satisfacción se babia encargado, la padeció ya desde el vientre materno:
Pobre soy yo, y en trabajos desde mi juventud (Salmo LXXXVII).
Así por boca de David predijo de sí nuestro Salvador, que toda su vida
debía ser un continuo padecer. De esto deduce San Juan Crisóstomo, que
nosotros no debemos afligirnos de otra cosa que del pecado; y que así
como Jesús por los pecados nuestros fue afligido en toda su vida; así
nosotros que los hemos cometido, debemos tener un continuo dolor,
acordándonos de haber ofendido a un Dios que tanto nos ha amado. Santa
Margarita de Cortona no cesaba de llorar sus culpas; un día le dijo el
confesor: «Margarita, no más, basta, el Señor ya te ha perdonado». «¡Cómo!,
respondió la Santa; ¿cómo pueden serme bastantes las lágrimas
derramadas y el dolor por aquellos pecados que afligieron a mi Jesús
durante toda su vida?».AFECTOS Y SÚPLICAS
Ved,
Jesús mío, a vuestros pies el ingrato, el perseguidor que os ha tenido
afligido toda vuestra vida. Pero os diré con Ezequias: Mas tú has librado mi alma de que no pereciese, echaste tras tus espaldas todos mis pecados
(Isaías XXXVIII, 17). Yo os he ofendido, os he traspasado con tantos
como son mis pecados; mas Vos no habeis rehusado cargaros de todas mis
culpas; yo espontáneamente he arrojado mi alma a arder en el Infierno
cuantas veces he consentido en ofenderos gravemente, y Vos, a costa de
vuestra Sangre, no habeis dejado de librarla y procurar no quedase
perdida. Amado Redentor mío, os doy gracias. Quisiera morir de dolor
pensando que he maltratado tanto vuestra bondad infinita. Amor mío,
perdonadme, y venid a tomar posesión de todo mi corazón. Habéis dicho
«que no os desdeñaréis de entraros a quien os abre, y estaros en su
compañía» (Apocalipsis III, 20). Si en algun tiempo yo os he desechado,
ahora os amo, y no deseo otro que vuestra gracia. Ved la puerta que está
abierta, entrad luego en mi pobre corazón, pero entrad para no salir
nunca. Él es pobre, mas entrando lo haréis rico. Yo seré rico, siempre
que os poseyere a Vos, sumo bien. Oh Reina del Cielo, Madre dolorida de
Hijo dolorido, también yo os he sido motivo de pena, habiendo Vos
participado de una gran parte de los dolores de Jesús. Perdonadme sin
embargo, Madre mía, y alcanzadme la gracia de seros fiel, ahora que
espero haya vuelto ya Jesús a mi alma.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)