Meditaciones
dispuestas por San Alfonso María de Ligorio, y traducidas al Español,
publicadas en Barcelona por la imprenta de Pablo Riera en 1859.
Imprimátur por D. Juan de Palau y Soler, Vicario General y Gobernador
del Obispado de Barcelona, el 30 de Octubre de 1858.
MEDITACIÓN 21.ª (DÍA TERCERO DE LA NOVENA DE NAVIDAD): Párvulus natus est nobis, et Fílius datus est nobis. (Ha nacido un chiquito para nosotros, y un hijo se ha dado a nosotros. Isaías IX, 6).
Considera
cómo después de tantos siglos, después de tantos ruegos y suspiros,
aquel Mesías, que no fueron dignos de ver los santos Patriarcas y
Profetas, el suspirado de las gentes, nuestro Salvador vino por fin, ha
nacido ya y se ha dado todo a nosotros. El Hijo de Dios se ha hecho
pequeñito, para hacernos grandes: se ha dado todo a nosotros, para que
nosotros nos demos todos a Él; y ha venido a manifestarnos su amor, para
que nosotros le correspondamos con el nuestro. Recibámoslo, pues, con
afecto, amémosle, y recurramos al mismo en todas nuestras necesidades.
Los niños, dice San Bernardo, son fáciles en dar aquello que se les
pide. Jesús ha querido venir tal, por manifestarse propenso y fácil a
darnos sus bienes, ya que todos los tesoros están en sus manos, y en
ellas puso el Padre todas las cosas, nos dice San Juan (San Juan III,
35). Si queremos luz, Él por esto ha venido para iluminarnos. Si
queremos fuerza para resistir a los enemigos, Jesús ha venido para
confortarnos. Si queremos el perdón y la salvación, Él ha venido para
perdonarnos y salvarnos. Si, finalmente, queremos el sumo don del amor
divino, Él ha venido para inflamarnos; y por esto, sobre todo, se ha
hecho niño, y ha querido presentarse a nosotros pobre y humilde, para
apartar de nosotros todo temor y conquistarse nuestro amor, dice San
Pedro Crisólogo: Táliter veníre débuit, qui vóluit timórem pellére, quærére charitátem.
Por otra parte, Jesús ha querido venir de chiquito, para hacerse amar
de nosotros, con amor no solo apreciativo, sí también tierno. Todos los
niños saben ganarse un especial cariño de quien los guarda. ¿Quién,
pues, no amará con toda la ternura a un Dios viéndole hecho niñito,
menesteroso de leche, temblando de frío, pobre, envilecido y abandonado,
que llora, que da vagidos en un pesebre sobre la paja? Esto hacía
exclamar al enamorado San Francisco: Amemos al Niño de Belén, amemos al
Niño de Belén. Almas, venid a amar a un Dios hecho pobre, pequeñito, que
es tan amable, y que ha bajado del Cielo para darse todo a nosotros.AFECTOS Y SÚPLICAS
¡Oh
amable Jesús, de mí tan despreciado! Vos habeis bajado del Cielo a
rescatarnos del Infierno y daros todo a nosotros; ¿cómo, pues, hemos
podido volveros tantas veces las espaldas, sin hacer caso de vuestros
favores? ¡Oh Dios!, los hombres son tan agradecidos con las criaturas,
que si cualquiera les hace un regalo, si les envía una visita de lejos,
si les muestra una señal de afecto, no se olvidan de ella y se sienten
obligados a corresponderles, ¡y al mismo tiempo son tan ingratos con
Vos, que sois su Dios tan amable, y que por su amor no habeis rehusado
dar la Sangre y la vida! Mas, ¡ay de mí!, que he sido para con Vos peor
que los demás, porque he sido más amado y más ingrato que los otros.
¡Ah! Si las gracias que me habeis dispensado las hubiéseis hecho a un
hereje o a un idólatra, aquellos se habrían vuelto santos, y yo os he
ofendido. ¡Ah! No os acordeis, Señor, de las injurias que os he hecho.
Vos, ya lo habeis dicho, que cuando el pecador se arrepiente os olvidais
de todos los ultrajes recibidos: Ómnium iniquitátum ejus non
recordábor. Si por lo pasado no os he amado, para lo sucesivo no quiero
hacer otra cosa que amaros. Vos os habeis dado todo a mí, y yo os doy
toda mi voluntad. Con esta yo os amo, yo os amo, yo os amo, y quiero
repetirlo siempre. Así diciendo, quiero vivir y morir, expirando el
último aliento con estas dulces palabras en mi boca: mi Dios, os amo,
para comenzar desde el momento que entrare en la eternidad un amor
continuo hacia Vos, que durará eternamente, sin cesar jamás de amaros.
Entre tanto, Señor mío, mi único bien y amor, propongo anteponer vuestra
voluntad a todo placer mío. Venga todo el mundo, yo lo rechazo, que no
quiero, no, dejar más de amar quien tanto me ha amado; no quiero
disgustar más a quien merece de mí un amor infinito. Ayudad Vos, Jesús
mío, con vuestra gracia este mi deseo. Reina mía, María, reconozco deber
a vuestra intercesión todas las gracias que he recibido de Dios; no
dejeis de interceder por mí. Alcanzadme la perseverancia, Vos que sois
la madre de ella.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)