En un documento de fecha 3 de Noviembre de 2025 y dado a conocer el 12, el Dicasterio de la Doctrina de la Fe dio a conocee que no hubo apariciones en Dozulé, a 25 kilómetros de Lisieux (Normandía, Francia), y autorizó al obispón de Bayeux-Lisieux Jacques Léon Jean-Marie Habert Coffy a declarar que no consta su sobrenaturalidad.
El fenómeno de Dozulé se refiere a que entre el Martes Santo (28 de Marzo) de 1972 y el 6 de Octubre de 1978, una ama de casa llamada Madeleine Julienne-Renée Marguerite de Aumont († 2016) recibió supuestas apariciones y mensajes de Nuestro Señor Jesucristo y San Miguel Arcángel en presencia del padre Victor L’Horset († 2007, párroco de la Santísima Trinidad de los Montes en Dozulé entre 1966 y 1977) pidiendo construir sobre una colina “La Cruz Gloriosa”, una cruz en acero y hormigón de 738 metros de alto y 123 metros de largo cada brazo, y cerca a ella una piscina de dos metros de largo por 1,5 metros de ancho y un metro de profundidad para proteger al mundo de la Gran Tribulación que supuestamente vendría después del Jubileo de 1975. La cruz nunca se llegó a construir, en parte por restricciones administrativas, en parte por falta de recursos (su construcción requeriría 230 millones de euros), por lo que por mandato de una seguidora devenida vidente con el nombre “Je Ne Suis Rien” (Yo no sé nada, abreviado JNSR), se sustituyó con las “Cruces del Amor”, réplicas a una escala 1:100 en varios lugares del mundo (una de ellas fue instalada en San Sebastián de Garabandal – epicentro de otra falsa aparición– y otra cerca a la entrada de la Capilla del Cerrito de los Ángeles, cerca de la Basílica antigua de Nuestra Señora de Guadalupe en Ciudad de Méjico a pedido de otra supuesta vidente denominada “Conchiglia”, fundadora del “Movimiento de Amor San Juan Diego”.
En 1980, Madeleine se reunió con Albert Eugene Alexis Delbauche († 2014), un profesor de yoga en San Quintín de Aisne que se enteró de las apariciones en la revista Atlantis, y durante los siguientes dos años, este enviaba cada semana a sus discípulos a Dozulé a transcribir los mensajes. Sucedáneamente a estas, en 1982 apareció el grupo “Amigos de la Cruz Gloriosa de Dozulé”, que fue calificado como secta en el Informe sobre las sectas de la Asamblea Nacional francesa de 1995.
El obispo de Bayeux-Lisieux Jean-Marie-Clément Badré Maire († 2001; consagrado obispo el 3 de Junio de 1964 con el Rito Romano Tradicional) trasladó al padre L’Horset en Agosto de 1977 a Pont-F⁷arcy, el 18 de Diciembre de 1982 desaconsejó las peregrinaciones, y finalmente el 24 de Junio de 1985 declaró que no constaba la sobrenaturalidad de las supuestas apariciones y prohibió las peregrinaciones a Dozulé, decisión ratificada por el cardenal Joseph Ratzinger el 25 de Octubre de ese mismo año. Su sucesor el obispón Pierre Auguste Gratien Pican Lebuffe SDB, mantuvo esa postura en una homilía del 1 de Septiembre de 1989.
En Mayo de 2011, durante su visita a la parroquia de Dozulé, el obispón Jean-Claude Ézechiel Jean-Baptiste Boulanger Mathon ordenó establecer una Comisión de investigación y nombró a una señora Marie-Hélène Mazot como responsable del vínculo entre la parroquia y los peregrinos. Jacques Léon Jean-Marie Habert Coffy.
Nosotros los Católicos tradicionales hemos de recordar que ninguna revelación privada puede sustituir la práctica de los Sacramentos, como tampoco erigirse contra la Revelación pública (Sagrada Escritura y Tradición Apostólica); y si se apoya o es apoyada por una falsa aparición, flaco favor le hace a su veracidad. Además, en estos últimos tiempos, el diablo puede disfrazarse hasta de ángel de luz (o de la Virgen María o del mismo Jesucristo) para engañar incluso a los mismos elegidos, y presa de él caen los que, por no estar firmes en la Sana Doctrina Católica, van tras novedades y prodigios, consecuencia que es del modernismo, que funda la fe en el etéreo “sentimiento religioso” y no en el asentimiento de la razón a la Verdad revelada y conocida. Como advierte el “Doctor Místico” San Juan de la Cruz, «El que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, parece que haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer alguna otra cosa o novedad» (Subida del Monte Carmelo, libro segundo, cap. XXII).
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