Vexílla Regis

Vexílla Regis
MIENTRAS EL MUNDO GIRA, LA CRUZ PERMANECE

LOS QUE APOYAN EL ABORTO PUDIERON NACER

LOS QUE APOYAN EL ABORTO PUDIERON NACER
NO AL ABORTO. ELLOS NO TIENEN LA CULPA DE QUE NO LUCHASTEIS CONTRA VUESTRA CONCUPISCENCIA

NO QUEREMOS QUE SE ACABE LA RELIGIÓN

NO QUEREMOS QUE SE ACABE LA RELIGIÓN
No hay forma de vivir sin Dios.

ORGULLOSAMENTE HISPANOHABLANTES

ORGULLOSAMENTE HISPANOHABLANTES

sábado, 23 de agosto de 2025

LOS PELIGROS DE LAS REFORMAS AL REPERTORIO GREGORIANO, EN UN MEMORANDO DE 1954


En 1954, Dom Joseph (en el siglo Georges Marie) Gajard Richard OSB (1885-1972), musicólogo y director de coro de la Abadía de Solesmes, presentó en el marco del II Congreso Internacional de Música sacra católica en honor de San Pío X (Viena, 4-10 de Octubre de 1954) un memorando al cardenal Gaetano Cicognani Ceroni, prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos, respecto de las reformas que había implementado Pío XII en materia litúrgica como el infame Salterio de Bea o la introducción de los idiomas vernáculos, señalando los errores que se dieron en ella y cuán peligrosas eran estas reformas frente al canto gregoriano restaurado pocas décadas ha por orden de San Pío X.

Por primera vez, presentamos este documento traducido al español (a partir de la traducción inglesa por el padre Paul Callens SJ del original alemán „Memorandum an die römische heilige Ritenkongregation“ en: Bericht des 2. Internationalen Kongresses für katholische Kirchenmusik, Wien 1954, Herold 1955, págs. 400-402 para la revista CÆCILIA, vol. 83, n.º 6, Septiembre-Octubre de 1956. Boston, McLaughlin & Reilly Co., págs. 206-208):
MEMORANDO DIRIGIDO A SU EXCELENCIA EL CARDENAL PREFECTO DE LA SAGRADA CONGREGACIÓN DE RITOS, SOBRE LOS PELIGROS QUE PODRÍA CREAR UNA REFORMA QUE AFECTE LOS TEXTOS DEL REPERTORIO GREGORIANO
   
La renovación litúrgica que ha estado ganando fuerza durante los últimos años pasados en la Iglesia ha suscitado un amplio y legítimo deseo de promover entre los fieles un entendimiento más claro de la Liturgia y una participación más activa. Por lo tanto, a todo ese movimiento que vemos por todas partes solo podemos aplaudirlo en tanto se mantenga dentro de límites razonables. 
    
Quisiéramos resaltar conexamente que la Liturgia no solo es conformada por textos puros y simples, sino también de muchos textos que están estrechamente adaptados a las melodías. Por consecuencia, puesto que cada modificación de estos textos litúrgicos cantados entraña “ipso facto” la correspondiente modificación de las melodías, una reforma importante de esos textos incidiría fatalmente en el Repertorio Gregoriano, sea cual sea el tipo de reforma propugnado.
   
Algunos, influenciados por su recelo de la lengua latina, favorecerían una adaptación de las actuales melodías gregorianas a algunos textos en vernáculo.
   
Otros, deseando aprovecharse de la nueva traducción latina de los Salmos, podrían satisfacerse con remplazar los textos presentes por los textos correspondientes del nuevo Salterio modificando tales pasajes melódicos como si necesitaran una revisión, o incluso, en ocasiones, componiendo nuevas melodías.
   
Nosotros solicitamos a Su Eminencia el Cardenal Prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos el permiso para señalar el peligro manifiesto de adoptar alguna de estas soluciones. A pesar de las apariencias, ambas son igualmente peligrosas, como quiera que llevarían directa o indirectamente a la ruina de la forma más tradicional y más altamente expresiva de oración cantada en la Iglesia Romana.
   
De hecho, solo desde un punto de vista artístico, la adaptación de las melodías gregorianas a los textos franceses sería desastrosa. Todos los técnicos, así sea poco familiarizados con las leyes de la composición gregoriana saben que tanto en su melodía como en su ritmo el arte gregoriano es esencialmente latino, nacido de la acentuación latina, en oposición formal al genio de nuestros idiomas modernos, aun las lenguas romances, y que toda adaptación está en sospecha de ser fundamentalmente peligrosa. Desde el punto de vista puramente artístico, sería una flagrante mutilación, el fin de un bello arte que ha producido miles de obras maestras, y pensamos que todos los verdaderos músicos deberían levantarse contra semejante vandalismo. 

La otra solución que se está anticipando, a saber, remplazar los textos actuales de nuestros cantos litúrgicos con los textos correspondientes del nuevo Salterio sería, bajo un atento examen, tan lesiva como la primera a pesar de sus apariencias seductoras, porque, conllevaría una completa manipulación del Repertorio Gregoriano, del cual una gran parte sería llevada a su ruina.
    
Es un hecho que no se puede tocar una obra maestra sin hacerle un gran daño y sin causarle una pérdida parcial o total de sus más profundos valores y razón de ser. Esto es cierto muy especialmente cuando la obra maestra es el producto de dos elementos íntimamente asociados y mutuamente dependientes: en nuestro caso, el texto y la música. No se puede tocar uno sin causarle gran daño al otro. Ni siquiera es suficiente decir en general, como hicimos antes, que las melodías gregorianas son esencialmente latinas. Lo que debemos concluir es que fueron compuestas sobre un texto latino bien determinado, y sugeridas no solamente por el significado de las palabras concretas, sino también por la posición de su acento, el número de sus sílabas, a veces por el peso de sus consonantes y la complexión de sus vocales, sin olvidar sobre todo que la disposición de estas palabras trae en su misma sucesión una diversidad de cesuras, cuya escala se extendió casi al infinito. En otras palabras, no se puede remplazar estas palabras ni modificar su orden sin perturbar al mismo tiempo el progreso de la melodía que ha brotado de ellas casi espontáneamente.
  
Sin duda hay en el canto gregoriano melodías típicas (‘timbres’), las cuales por definición son suficientemente flexibles para adaptarse a distintos textos, siempre bajo la condición que la adaptación se haga por técnicos bien versados en la materia. Pero estos ‘timbres’ están lejos de agotar el canto gregoriano. Junto a ellos, hay innumerables melodías originales compuestas sobre un texto dado, las cuales están entre las más bellas y expresivas. Como la mayoría de estas tendrían que rehacerse, a veces con alteraciones importantes si van a ser adaptadas al nuevo Salterio, esta porción del repertorio sería prácticamente borrada.
  
¿Y cómo podríamos remplazarla? ¿Quién podría imponerse el reescribir tan extenso repertorio, especialmente si los modelos sobre los cuales nosotros tan minuciosamente logramos adaptar el nuevo Propio de los Santos dejaría de usarse en adelante. Además, solo necesitamos mirar objetivamente los hechos. Si estudiamos el agregado de nuevas composiciones realizadas para la Edición Vaticana o escritas desde su publicación, descubrimos que a excepción de unos pocos golpes maestros hermosos pero extremadamente raros, abundan las composiciones mediocres. Respecto a estas melodías que se esfuerzan por liberarse del ideal gregoriano, ellas caen inmediatamente en la afectación y las más veces en el ridículo, tanto que las mismas personas que inicialmente las apreciaron pronto se aburren de ellas y las rechazan. Esto lo demuestra la experiencia. Como muy bien había dicho mons. Fiorenzo Romita: «¿De qué compositor moderno, aunque conozca profundamente todos los secretos técnicos de los compositores gregorianos, se puede decir que posea la inspiración de su profunda piedad medieval? Conocer el estilo y la forma de un compositor no es lo mismo que poseer una inspiración genuina» (Bollettino Ceciliano, 1948, N.º 5, pág. 81).
  
En resumen, las melodías gregorianas no pueden ser remplazadas. Y como, en palabras de San Pío X, ellas representan el ideal y modelo supremo de la oración cristiana, se sigue que su rechazo privaría a nuestra oración cantada de su forma más adecuada en detrimento de los servicios públicos de la Iglesia, tanto que el deseo mal entendido de revivir la liturgia en realidad le robaría uno de sus elementos más fructíferos, el único que San Pío X, Pío XI y Pío XII han proclamado como eficaz para «aumentar la fe y la piedad de los fieles» (Mediátor Dei). Por otro lado, vemos en nuestro tiempo que a pesar de la tenaz oposición, la Liturgia está en plena vitalidad tanto en los círculos más humildes como en los más cultivados.
  
Ítem, los pretextos avanzados para esta pretendida reforma no resisten un examen fáctico. La modificación de nuestras melodías gregorianas después de la de los salmos, lejos de la lógica que uno estaría tentado en creer, solamente podría resultar de una mala comprensión absoluta de la composición del Oficio divino, por estas simples razones: 
a) Las antífonas fueron compuestas, no a partir del denominado Salterio Galicano (el de la Vulgata, que actualmente es nuestro Salterio), sino del denominado Salterio Romano, que estaba en uso en casi todas partes antes del siglo IX. Esto explica las discrepancias entre el texto de las antífonas y el del versículo del salmo del que fue tomada. Es interesante anotar que, cuando por el paso del tiempo, y en particular bajo los Papas Sixto IV y San Pío V, el Salterio Galicano remplazó al Romano, este cambio de salterios en manera alguna entrañó un cambio en las antífonas. Aquí pues, hay un precedente histórico que no es carente de valor, y el cual está justificado por los hechos. 
b) Sabemos por un hecho que los compositores gregorianos no siempre se consideraban obligados a seguir invariablemente el texto de los salmos. Aún en las antífonas simples, verbigracia, secus decúrsus aquárum del Común de los Mártires [«Secus decúrsus aquárum plantávit víneam justórum, sed in lege Dómini fuit volúntas eórum», tomada del Salmo 1, versos 3 y 2, N. del T.]beátus vir qui in lege, del Común de un Confesor [«Beátus vir qui in lege Dómini meditátur: volúntas ejus permánet die ac nocte, et ómnia quæcúmque fáciet semper prosperabúntur», tomada del Salmo 1, 1-3, N. del T.], etc., a menudo fusionan varios fragmentos de versos, a veces muy aparte, o transformarlos en una composición bastante independiente del salmo y adaptada a la fiesta del día. 
c) Sucede frecuentemente que quienes modifican el texto, lo alargan o lo acortan de acurrdo a los requerimientos de la línea melódica. Ellos son músicos, creadores, que, si bien no se sienten atados al texto, lo piensan de nuevo, por así decirlo, con facilidad artística, a fin de darle a sus partes un equilibrio armónico. Seguramente, no se necesita buscar en otro lado por una explicación de la presencia de un Allelúja al final de ciertas antífonas del tiempo después de Pentecostés, cuando este es inesperado. 
d) Finalmente, cuando seleccionamos un verso del salmo para usarlo como antífona, frecuentemente la Iglesia alarga, interpretándolo, el texto elegido, y al mismo tiempo le da un uso especial y universal. Los Salmos son poemas extremadamente libres y flexibles en su inspiración, privados de un tema riguroso, y por esta misma razón bastante susceptibles de prestarse para las más diversas circunstancias. Al adaptar tal verso a la fiesta del día, la Iglesia hace que pierda su sentido primitivo y tome uno nuevo y muy preciso. Por ejemplo, la antífona exultábunt ossa humiliáta tiene, en el Oficio de difuntos y en los funerales, un significado que no es el del salmo Miserére. Asimismo, el Deus in adjutórium al comienzo de las Horas Canónicas.
    
Hay tantas razones que prueban claramente, parece, la relativa independencia del texto de las antífonas con respecto al de los salmos del que son tomadas, y su título debe mantenerse en su estado original.
  
Por muchos siglos, la Iglesia ha poseído como suya propia su oración cantada tradicional, la cual presenta en un grado único las cualidades de santidad, unción y universalidad, indispensables a toda música religiosa. Con el paso del tiempo, la oración cantada pudo haber sufrido el destino de todas las cosad humanas y conocido períodos de decadencia. Nunca ha desaparecido. Ha sobrevivido a todas las mutilaciones y empalatos, tanto que, a fin de revivirla, fue suficiente purificarla de la escoria que empañaba su belleza y restaurarla a su lumimosa integridad. Si tiene sus detractores, también cuenta con entusiastas admiradores que se están haciendo más y más numerosos a pesar de las intrigas tramadas contra ella. No podemos creer que después del prodigioso empuje que le diera la acción determinada de San Pío X, al mismo tiempo que el Santo Papa ha sido elevado a los altares con las aclamaciones del pueblo cristiano, esta deba ser sacrificada por prejuicios incultos y condenada a una ruina que, repetimos, causaría daño irreparable a la Liturgia católica. 
   
Expresamos a Su Eminencia el Cardenal Prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos el más respetuoso y ferviente deseo de que se digne usar su alta autoridad para poner fin a estas controversias sin fundamento que dividen a los fieles y al mismo clero, y restaurar la unidad de pensamiento y acción tan necesarias para la propagación del reino de Dios en el mundo. Con esta invencible esperanza le suplicamos se digne aceptar el homenaje de nuestro más profundo respeto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los comentarios deberán relacionarse con el artículo. Los administradores se reservan el derecho de publicación, y renuncian a TODA responsabilidad civil, administrativa, penal y canónica por el contenido de los comentarios que no sean de su autoría. La blasfemia está estrictamente prohibida, y los insultos a la administración constituyen causal de no publicación.

Comentar aquí significa aceptar las condiciones anteriores. De lo contrario, ABSTENERSE.

+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)