Traducción del artículo publicado en RADIO SPADA.
Santo Tomás de Villanueva (1486-1555), miembro de la Orden de los Ermitaños de San Agustín y Arzobispo Metropolitano de Valencia, es conocido como el «San Bernardo de España» por su profunda devoción a la Santísima Virgen y su minucioso estudio del dogma mariano. Falleció providencialmente el 8 de septiembre, día en que la Iglesia celebra la Natividad de la Madre de Dios, a quien dedicó varios sermones. De uno de ellos, extraemos el siguiente pasaje.
«Está escrito: “Mi lengua se ha convertido en pluma de escriba que escribe veloz” (Psal. XLIV). ¿Quién es esta lengua? Reflexiona sobre las palabras del Evangelio: “Sois vosotros los que habláis, pero es el Espíritu Santo quien habla en vosotros” (Matth. 10) y sobre las del Credo: “Creo en el Espíritu Santo, que es el Señor, y que habló por los profetas». Esta lengua se convirtió en pluma que efigie y forma en el vientre de la Virgen. “El Espíritu Santo vendrá sobre ti” (Luc. 1), “que escribe veloz”. ¡Y qué veloz! En un instante se formó el cuerpo [de Cristo], dotado de órganos y animado, lleno de gracia, sabiduría y gloria, como ahora en el cielo. ¡La gracia del Espíritu Santo no conoce trabajo ni demora! ¡Oh ilustre escritura, oh hermoso carácter, en el que se esconde la Palabra eterna! ¡Oh excelente escritura, que ahora se propone a la lectura de todos los mortales! Un escrito “en el que están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento de Dios” (Col. 2). La belleza de este escrito se expresa en el siguiente versículo: “Eres hermosa, la gracia se derrama en tus labios” (Psal. XLIV). ¿En qué papiro se escribió este hermoso escrito? Sin duda, en un pergamino virgen purísimo, sin mancha ni mancha de pecado. Por lo tanto, bien puede llamarse “El Libro de la Generación de Jesucristo” (Matth. 1). Una excelente comparación. Leed dos excelentes comparaciones de la Virgen en las Escrituras. La primera es la que la compara con un vellón: “La lluvia caerá sobre el vellón” (Psal. LXXI). Jerónimo lo explica. Dado que el vellón, generado de la carne, no tiene pecados de la carne, de la misma manera la Virgen, aunque es de la carne, está sin mancha ni concupiscencia. En este vellón se infundía silenciosamente el rocío de Dios, que es la Palabra eterna, “mientras un profundo silencio lo envolvía todo” (Sap. XVIII). El Espíritu Santo se derramó sobre ella por completo. La tiñó de excelente púrpura para que de ella naciera la púrpura del Rey, es decir, la Carne santísima de Cristo. Una buena comparación, pero no inferior a esta, por la cual la Virgen se compara con el pergamino más puro, en el que se escribió la Palabra eterna. De ahí que se pueda interpretar, con referencia a la Virgen, aquella placa de la tiara del Sumo Sacerdote (hebreo), que, hecha de oro purísimo, se colocaba en la frente del Pontífice por encima de todos los demás ornamentos, sobre la cual estaba escrito: “Santidad al Señor” (Éxod. XXVIII). Esta Virgen, toda dorada, toda divina, se coloca por encima de todos los ornamentos sacerdotales, por encima de las doce piedras, por encima de la sotana, por encima de las vestimentas y el humeral, en la frente del Pontífice; Es decir, se la coloca por encima de todos los Apóstoles, todos los Mártires, todos los Doctores, todos los Patriarcas, todos los Profetas, representados por esas vestiduras. Así, de hecho, dice: “He tenido la preeminencia sobre todo pueblo y sobre toda nación” (Eccli. 24). En esta misteriosa obra del Espíritu Santo, el Santo del Señor fue esculpido. De quien dijo el ángel: “Lo que en ella es concebido, del Espíritu Santo es” (Matth. 1). Y por eso, con razón, está por encima de todos los santos. ¡Oh Mujer admirable, en cuyo vientre se formó el Verbo, oculto desde la eternidad en el seno del Padre! Celebremos la Natividad de esta Virgen. ¡Con qué alegría y reverencia debemos celebrar el nacimiento de tan gran Reina, por quien todos renacemos a la felicidad eterna!».
Sermón I “De quínque libris”, parte VII. En S. Thomæ a Villanova, Archiepíscopo Valentíno… conciónes (Sermones de Santo Tomás de Villanueva, Arzobispo de Valencia), tomo II (fray Lorenzo de Santa Bárbara, editor). Milán, Imprenta de la Biblioteca Ambrosiana, 1760, cols. 382-383.
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