Traducción del Comentario de los Padres de TRADITIO.
Incluso el buen ladrón San Dimas, crucificado junto a Cristo, reconoció la justicia de la pena capital cuando le dijo al mal ladrón Gestas que los dos ladrones estaban recibiendo lo que merecían sus actos.
Cristo mismo confirma el derecho del Estado.a ejecutar criminales por crímenes capitales.
Pero la Iglesia del Nuevo Orden se ha opuesto a dos milenios de doctores, papas y concilios católicos.
El 4 de Septiembre de 2025, el presidente estadounidense Donald Trump ordenó a los fiscales de Washington D. C., solicitar la pena de muerte por asesinatos cometidos en la capital de ese país. Representantes de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos se opusieron de inmediato a la pena de muerte. Cuando en 1964 la Iglesia del Nuevo Orden, que ciertamente NO es la Iglesia Católica, reemplazó a la Iglesia Católica como la Iglesia “institucional”, una de sus campañas anticatólicas fue contra la pena de muerte, una enseñanza constante desde los tiempos bíblicos hasta la toma del poder por la Antiiglesia.
El pseudopapa Juan Pablo II Wojtyła incluso intentó codificar la oposición a la pena de muerte en su código de Derecho Canónico. Distribuyó borradores en lenguas vulgares oponiéndose a la pena de muerte, pero la indignación contra sus enseñanzas anticatólicas fue tan fuerte que se retractó de esa postura en la versión oficial latina de 1983.
La enseñanza de la Iglesia Católica desde los primeros siglos, representada, por ejemplo, en los escritos de San Agustín, Santo Tomás de Aquino y San Alfonso María de Ligorio (Doctores de la Iglesia), así como en la Encíclica “Casti Conúbii del Papa Pío XI y en el discurso “Ce premier Congrès del Papa Pío XII de 1952, establece que la sociedad tiene la autoridad para infligir castigos a sus miembros, e incluso para privar de la vida a un criminal, por necesidad del bien común. El Concilio dogmático de Trento decretó: «[Está bien fundado] el derecho y el deber de la legítima autoridad pública de castigar a los malhechores con penas proporcionales a la gravedad del delito, sin excluir, en casos de extrema gravedad, la pena de muerte» [Parte de la información para este Comentario proviene de National Catholic Register].
Nuestro Señor mismo confirma este poder de la pena capital en la entrevista con Pilato antes de su crucifixión:
«Pilatos le dice: “¿A mí no me hablas?; pues ¿no sabes que está en mi mano el crucificarte, y en mi mano está el soltarte?”. Respondió Jesús: “NO TENDRÍAS PODER ALGUNO SOBRE MÍ, SI NO TE FUERA DADO DE ARRIBA”» (Juan XIX, 10-11 / Versión de Mons. Félix Torres Amat).
Incluso el buen ladrón San Dimas, crucificado junto a Cristo, reconoce la justicia de la pena capital cuando le dice al mal ladrón Gestas:
«¿Cómo, ni aun tú temes a Dios, estando como estás en el mismo suplicio? Y NOSOTROS A LA VERDAD ESTAMOS EN ÉL JUSTAMENTE, PUES PAGAMOS LA PENA MERECIDA POR NUESTROS DELITOS» (Lucas XXIII, 40-41 / Versión de Mons. Félix Torres Amat).
Católicos tradicionales, la Nueva Iglesia Sinodal Marxista culturalmente “despiertita” del Nuevo Orden, rechaza la pena capital legal, que los Padres de la Iglesia y los Papas han confirmado durante dos milenios. Sin embargo, rara vez los pseudopapas alzan la voz contra los países judíos, musulmanes y ateos cuando se lanzan a la violencia con la pena capital ilegal.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)