Anoche 28 de Octubre, León XIV Riggitano-Prévost participó en una jornada interreligiosa de oración en el Foro Romano.
El evento dio clausura a la 39.ª edición del Encuentro Internacional “Religiones y culturas en diálogo” organizado por la ecumenista Comunidad de San Egidio en el Auditorio del Parque de la Música que este año tuvo como lema “Atreverse a la Paz” (Osare la Pace) y coincidió con el 60.º aniversario de la declaración deuterovaticana “Nostra Ætáte”.
En el discurso de la corona que inauguró las sesiones del encuentro, el fundador Andrea Riccardi López dijo «El espíritu de Asís sopla todavía, no obstante los vientos de guerra. Las religiones tienen una fuerza de diálogo, desarmada pero convincente, para realizar la transición desde la era de la fuerza a la era del diálogo y de lo negociado».
Estuvieron presentes representantes de varias religiones, incluyendo sectas cristianas, como también representantes del judaísmo, el islam, el budidmo, el hinduismo y otras creencias, que encendieron pequeñas velas con grandes hachos (irónico).
Riggitano-Prévost dio un discurso en el cual alabó las religiones y espiritualidades falsas:
Santidad,Beatitudes,Ilustres representantes de las Iglesias cristianas y de las grandes religiones del mundo:Hemos rezado por la paz según nuestras diferentes tradiciones religiosas y ahora nos hemos reunido para emitir juntos un mensaje de reconciliación. Los conflictos están presentes en todas partes donde haya vida, pero no es la guerra lo que ayuda a afrontarlos ni a resolverlos. La paz es un camino permanente de reconciliación. Les agradezco que hayan venido aquí a rezar por la paz, mostrando al mundo lo decisiva que es la oración. El corazón humano debe disponerse a la paz, en la meditación se abre y en la oración sale de sí mismo. Volverse a sí mismo para salir de sí mismo. Esto es lo que testimoniamos, ofreciendo a la humanidad contemporánea los inmensos tesoros de las antiguas tradiciones espirituales.El mundo tiene sed de paz, necesita una verdadera y sólida era de reconciliación, que ponga fin a la prepotencia, a la exhibición de la fuerza y al desinterés por el derecho. ¡Basta ya de guerras, con sus dolorosos cúmulos de muertos, destrucciones y exiliados! Hoy nosotros, juntos, manifestamos no sólo nuestra firme voluntad de paz, sino también la conciencia de que la oración es una gran fuerza de reconciliación. Quien no reza abusa de la religión, incluso para matar. La oración es un movimiento del espíritu, una apertura del corazón. No son palabras gritadas, ni comportamientos exhibidos, ni consignas religiosas utilizadas contra las criaturas de Dios. Tenemos fe en que la oración cambia la historia de los pueblos. Que los lugares de oración sean tiendas de encuentro, santuarios de reconciliación, oasis de paz.El 27 de octubre de 1986,sanJuan Pablo II invitó a los líderes religiosos del mundo a Asís para rezar por la paz: nunca más unos contra otros, sino unos junto a otros. Fue un momento histórico, un punto de inflexión en las relaciones entre las religiones. En el “espíritu de Asís”, año tras año, han continuado estos encuentros de oración y diálogo que han creado un clima de amistad entre los líderes religiosos y han abrazado muchas peticiones de paz. Hoy en día, el mundo parece haber tomado la dirección opuesta, pero nosotros volvemos a empezar desde Asís, desde esa conciencia de nuestra tarea común, desde esa responsabilidad por la paz. Doy las gracias a la Comunidad de San Egidio y a todas las organizaciones, no sólocatólicas, que con frecuencia yendo a contracorriente, mantienen vivo este espíritu.La oración en el “espíritu de Asís”, para la Iglesiacatólica, se basa en el sólido fundamento expresado en la Declaración Nostra Ætáte del Concilio Vaticano II, es decir, en la renovación de la relación entre la Iglesiacatólicay las religiones. Y precisamente hoy celebramos el sexagésimo aniversario de su promulgación, acaecida el 28 de octubre de 1965.Juntos reafirmamos el compromiso con el diálogo y la fraternidad, deseado por los padres conciliares, que ha dado tantos frutos. Con estas palabras enseña el Vaticano II: «No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios» (Nostra Ætáte, 5). Todos los creyentes son hermanos. Y las religiones, como “hermanas”, deben favorecer a que los pueblos se traten como hermanos, no como enemigos. Porque «todos los pueblos forman una comunidad, tienen un mismo origen» (ibíd., 1).El año pasado ustedes se reunieron en París y elPapaFrancisco les escribió con motivo de ese encuentro: «Debemos alejar de las religiones la tentación de convertirse en instrumentos para alimentar nacionalismos, etnicismos, populismos. Las guerras se recrudecen. ¡Ay de aquellos que intentan arrastrar a Dios a participar en las guerras!» [FRANCISCO BERGOGLIO, Mensaje a los participantes en el Encuentro internacional de oración “Continuemos siendo constructores de paz, incansables en nuestro compromiso por la reconciliación y la fraternidad”. París, 17 de septiembre de 2024]. Hago mías estas palabras y repito con fuerza: ¡la guerra nunca es santa, sólo la paz es santa, porque es la voluntad de Dios!Con la fuerza de la oración, con las manos desnudas, alzadas al cielo y abiertas hacia los demás, debemos hacer que esta etapa de la historia marcada por la guerra y la prepotencia de la fuerza termine pronto y comience una historia nueva. No podemos aceptar que este momento se prolongue más, que moldee la mentalidad de los pueblos, que nos acostumbremos a la guerra como compañera normal de la historia humana. ¡Basta! Es el grito de los pobres y el grito de la tierra. ¡Basta! ¡Señor, escucha nuestro clamor!ElvenerableGiorgio La Pira, testigo de paz, mientras trabajaba políticamente en tiempos difíciles, escribía asanPablo VI que se necesitaba «una historia diferente del mundo: “la historia de la era de la negociación”, la historia de un mundo nuevo sin guerra» [GIORGIO LA PIRA, Abbattere muri, costruire ponti. Cinisello Balsamo 2015, pág. 802]. Son palabras que hoy más que nunca pueden ser un programa para la humanidad.La cultura de la reconciliación vencerá a la actual globalización de la impotencia, que parece decirnos que otra historia es imposible. Sí, el diálogo, la negociación, la cooperación pueden afrontar y resolver las tensiones que se abren en las situaciones conflictivas. ¡Deben hacerlo! Existen los ámbitos y las personas para hacerlo. «Poner fin a la guerra es el deber impostergable de todos los líderes políticos ante Dios. La paz es la prioridad de cualquier política. Dios le pedirá cuentas a quienes no han buscado la paz o han fomentado las tensiones y los conflictos durante tantos días, meses y años de guerra» [FRANCISCO BERGOGLIO. Discurso en el Encuentro de Oración por la Paz “Nadie se salva solo - Paz y Fraternidad”. Roma, Plaza del Campo de Aceite, 20 de octubre de 2020].Este es el llamamiento que nosotros, líderes religiosos, dirigimos con todo el corazón a los gobernantes. Nos hacemos eco del deseo de paz de los pueblos. Nos hacemos voz de quienes no son escuchados y no tienen voz. ¡Hay que atreverse a la paz!Y si el mundo hace oídos sordos a este llamamiento, estamos seguros de que Dios escuchará nuestra oración y el lamento de tantos que sufren. Porque Dios quiere un mundo sin guerra. ¡Él nos librará de este mal!
Igual que su predecesor Bergoglio, en su discurso irenista Riggitano-Prévost borra de un hachazo la diferencia entre la guerra justa (que la Iglesia siempre reconoció como válida) y la guerra de agresión, ante la cual es necesario e imperioso defenderse.
Por otra, afirmar como hace que «Todos los creyentes son hermanos. Y las religiones, como “hermanas”, deben favorecer a que los pueblos se traten como hermanos, no como enemigos» es una falsedad que no cabe ni en el más obtuso de los individuos. Si bien es cierto que todos los hombres son criaturas de Dios hechas a Su imagen y semejanza, solamente son hijos de Dios y hermanos en Cristo aquellos que han sido bautizados «en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo» (Matth. XXVIII, 19) y perseveran guardando cuanto Él mandó (cf. Ibid., v. 20) y enseña por medio de la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica, fuera de la cual no hay ABSOLUTAMENTE ninguna salvación para nadie.
Recuérdese que aatanto el Encuentro de Asís de 1986 (en el que se puso una estatua de Buda en el tabernáculo al tiempo que se rechazaba una procesión con la imagen de la Virgen de Fátima) como sus ediciones posteriores no pueden tener más que un sonoro rechazo, ya que solo buscan la paz según el mundo, ontológicamente enemigo de Cristo, verdadero “Príncipe de la Paz” (Isa. IX, 6), cuya paz comienza desde la conversión individual, no por tratados internacionales que no valen el papel en donde los firman.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)